Capítulo 10

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La noche había sido maravillosa. Estar de nuevo junto a Iñaki era una sensación tan gratificante como fantástica.

A pesar de haberle dicho Iñaki que Paula se encontraba en casa de un familiar, no la echaba mucho de menos. Sin ella, daba más rienda suelta a todo lo que deseaba hacer con Iñaki sin tener que cortarse por la presencia de su amiga. Por un lado debería haber aceptado la propuesta de irse con él a su casa, quizás no hubiera sido mala idea si no fuera porque quería restregar le a Paula lo mucho que se quieren ella y él.

Después de hacer la limpieza, Azahara se sentía algo aburrida, Iñaki pasaba la noche con ella y después se tenía que marchar a su trabajo, lo que le daba suficiente tiempo para comenzar a esclarecer sus recuerdos.
Sin tener nada que hacer  decidió navegar un poco por internet.

De pronto sus ojos se abrieron al máximo percibiendo hilos de inquietud al ver fotos de Paula colgadas en las redes sociales. Con detenimiento fue mirando varias fotos que captaron toda su atención. Se fijó con minuciosidad pensando en lo que había detrás de la foto de su amiga. Aquel mobiliario, lo había visto en algún lugar. Pensó, pero sus recuerdos estaban algo distorsionados. Siguió viendo las fotos hasta que vio una de Zack y su amiga y otra donde salía con Fidel.

De un salto tirando la tablet a un lado del sofá, Azahara comenzó a caminar de un lado a otro furiosa maldiciendo a Paula por haber ido a buscar a su marido, seguramente para hablarle de ella y así poderla alejar de Iñaki.
A lo primero ella estaba confundida, pero no había que ser muy tonta para no darse cuenta la manera y los cambios de actitud cuando estaba Paula alrededor de Iñaki. Por lo que Azahara supo que su amiga estaba enamorada de Iñaki.
Y para nada le extrañaría que hubiera ido a buscar a su marido para poner a Iñaki en su contra.
Sus nervios fluían demasiado rápido tanto como su cólera crecía. Entre tanto debía pensar en la manera de salir ella airosa y dejar mal a Paula ante los ojos de Iñaki.

SUIZA:

Los días que había pasado como invitada en la casa de Fidel pudiendo darse el privilegio de poder visitar algunas ciudades y sobre todo llevarse un buen sabor de todo lo que había visitado.
Aún así, sus vacaciones tocaban a su fin y debía volver a su rutina.

Aquella mañana preparó el desayuno. Fidel le agradeció el detalle obsequiándole con un regalo. Se trataba de un anillo que había visto  Paula en el escaparate de una  joyería y el cual no quería comprar por lo caro que era.

—Pero si es el anillo era el que vi en Basilea. Pero es más bonito que en el escaparate. —dijo sorprendida por poder tocar aquella joya que tanto le gustó.

—¿Te gusta? —aquella pregunta la hizo Fidel con segundas intenciones. Quería ver si Paula era tan ambiciosa como su esposa.

—Vaya y a quien no. Pero yo no puedo utilizar este pedrusco. Vamos que se me romperían los guantes o si se me cae mientras opero o le doy en un ojo algún niño. Dios me libre.

Paula era sin duda inocente y honesta. Algo que le llamó a Fidel la atención desde el primer día.

—Toma Fidel es muy bonito. Yo me quedo con lo vivido y te lo debo a ti. Siempre te estaré agradecida, pero ya debo irme.—Paula le devolvió el anillo, el cual Fidel se lo devolvió insistiendo que si no quería ponérselo lo tomase como un regalo.

—Mira hacemos una cosa, lo dejo aquí en Suiza y  cuando vuelva a verte fijo estoy que no me cobran por tenerlo guardado en una caja fuerte. Madre lo que tiene que valer el pedrusco este.

Fidel volvió a reírse con ganas. Paula tenía de cada ocurrencia, que hasta que la ha conocido no se la había pasado tan bien en compañía de una mujer y lo que más le llamó la atención, fue que todo lo hiciera honestamente llenando sus amargas lágrimas de risas. Si por el fuera no la dejaría irse, pero aún le quedaba resolver el conflicto con su esposa.

CAMBIANDO EL DESTINODonde viven las historias. Descúbrelo ahora