Prólogo

852 53 10
                                    

No.
Yo no merezco esto.

Después de un año. Sigo fingiendo sonrisas y desbordes de felicidad ante los demás.

Pero por dentro.
Por dentro yo me estaba muriendo.

Había bajado mucho de peso que tanto Jongjin como mi madre me obligaban a tomar vitaminas y no sé cuantas pastillas más.

Era sencillo. No quería comer, no tenía apetito, no quería otra cosa que no fuera estudiar hasta el cansancio, dormir y luego devolver lo que comía en vomitó, lágrimas y sollozos estúpidos.

El tercer semestre fue muy bueno en calificaciones. Salí con los chicos a beber un par de veces, a pesar de que antes no soportaba mucho el alcohol, ahora lo conseguíamos con la ayuda de Sungmin.
Sonreír, recibir con gratitud los elogios de mi excelente vida académica, reír de vez en cuando no era tan malo. Y más si sólo era un gesto externo.

Era horrible cuando se me atravesaba su sonrisa en medio de la mía, cuando pisaba ese McDonald's dónde fuimos en mi cumpleaños.

Días después de su ida, había encontrado en mi armario una de sus sudaderas. Debí tirarla, quemarla o ponerla en ácido, cualquier cosa que me quitara su recuerdo. Pero no podía hacerlo. Quedó tan adherido a mi, que sólo la terminé guardando, perfectamente doblada. Procurando que nadie más la tocara.

"¿Qué demonios hacías?"
"JongHoon, ¿qué está pasando?"
"¿Qué te ocurre?"

Esas preguntas, acompañadas de decepción por parte de Sungmin, Ryeowook y Eunhyuk, eran la razón de que corriera a encerrarme en mi habitación. Con la pijama y los ojos hinchados de tanto llorar.
Lo extrañaba.
Lo extrañaba mucho. Y me odiaba por eso.

¡Debí correr!
¡Debí gritarle que no me dejara!
Qué lo amaba con todo mi ser.

Jale el suéter hasta cubrir las marcas recién curadas y rojizas de mis muñecas.
Ni siquiera pude ser valiente para acabar con esto.

Cuánta decepción.
Cuánta debilidad.
Cuánto maldito dolor.

Haber sido descubierto provocándome el vomito en el baño del colegio, por mis amigos luego de un buen atracón de helado gratis en la cafetería. Fue la gota que derramó el vaso.
Pues ni las cortadas, ni las pastillas para dormir habían sido evidencia de lo mal que me encontraba.

Pero pasó, con ellos tenían que ser.

No era necesario que se los dijera, ellos son inteligentes, tanto que, seguramente saben el nombre de quién me ha hecho esto…

Doy un salto en la silla que me deja ver la calle a través de la ventana.
Alguien toca de forma incesante a la puerta de mi habitación.

¿Qué no cerró Jongjin el departamento?

— ¿Quién es? — Digo con tono apagado, he estado llorando toda la tarde.

— Somos nosotros, JongHoon. — La voz de Eunhyuk me oprime el corazón. Están aquí.

Con un suspiro me resigno a lo que tenga que venir. No importa lo que me digan… Más al fondo no creo caer.
Abro despacio la puerta. Los tres están con el uniforme puesto a diferencia mía que llevo la pijama a las cinco de la tarde.

Sonriendo como siempre, lo tres me empujan para adentrarse en la habitación.

— La pizza está caliente. Los refrescos fríos y, nuestros oídos y corazones listos, para apoyarte en lo que sea que estés pasando.

Eunhyuk me sonríe cálidamente, deja la pizza sobre mi pequeño escritorio y me abraza. Se le une Ryeowook y, Sungmin los aparta luego de unos segundos.

— No importa lo que ocurra, siempre vamos a estar aquí.— Su sonrisa amplia adorna su rostro. Mi corazón se llena cuando los miro a todos.— Ahora vamos a comer mientras nos explicas con lujo de detalles qué demonios está ocurriendo jovencito.

°•°•°•°•°

— ¿En serio? — Pregunta Eunhyuk con indignación. Me mantengo serio, mirando a un punto fijo de la habitación y mordiendo mi trozo de pizza.

— En serio. —Rectifico con la tristeza a flor de piel.

— Qué maldito. — Gruñe Ryeowook mientras aprieta con coraje una de mis almohadas. — Cobarde, desgraciado.

— No lo necesitas. — Hyuk se pone derecho, hablando con seguridad. — No necesitas a… Ese tipo. JongHoon, tienes notas perfectas. Premios y medallas en ciencias, eres inteligente, nada feo, y muy divertido.

Sungmin asiente, dándole la razón.

— Y sin mencionar que eres de los mejores jugadores en el equipo de baloncesto.

— Sí. Puedes llegar alto.— Ryeowook se se cubre con la almohada y me señala como su índice.— No pienses nunca…

— Nunca.

— Nunca.

Le siguen Sungmin y Hyuk, mirándome fijamente.

— Qué no eres digno de alguien. — Terminan los tres aquella frase que me hace eco. Sólo puedo sentir mi piel de gallina.

— Serás universitario en año y medio. Apostaría que también tendrás las mejores calificaciones.

— Luego un gran empleo. — Le sigue la conversación Wookie a Eunhyuk.

— Y quién sabe… Tal vez, hasta un amor que sí sea sincero contigo.

Sungmin me pasa un brazo sobre los hombros.

Un extraño sentimiento me llena el corazón, me hace suspirar y admirar el atardecer que se ve desde mi ventana.

Después de contarles todo, me siento feliz, realmente feliz, liberado y enternecido por sus acciones.

— Lo hacen sonar tan lindo. — Menciono en medio de una leve sonrisa.

Los tres me clavan la mirada, serios y con el gran apoyo de unos verdaderos amigos.

— El mundo no se acaba hoy. Lo decimos porque sabemos que va a pasar.

Un rayo de esperanza me ilumina el alma, veo a esos tres chicos y escucho cuando mamá y Jongjin llegan de hacer las compras.

Tengo a tantas personas buenas.
Están aquí, me quieren y me apoyan.
Y yo me siento todas las tardes a llorar por algo imposible.

No.
No soy digno de esta situación.
No necesito de ti.

Eres, eras, y pudiste ser.

Pero ahora… Soy yo.

SOMOS - (KyuSung) EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora