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Ayudé a mi madre a bajar la maleta de la parte trasera de mi coche mientras los acompañaba al hotel

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Ayudé a mi madre a bajar la maleta de la parte trasera de mi coche mientras los acompañaba al hotel.

-¿Nos recuerdas el plan, cariño? –Pidió mi madre por octava vez desde que la recogía del aeropuerto. Era el primer novio que le iba a presentar y ella parecía estar eufórica. Era Paul el único que me miraba con cara de desaprobación. Estaría nerviosa si no fuese porque Mackenzie estaba dentro del hotel pidiendo las cosas para ellos.

Mi madre estaba con una felicidad en los ojos increíble. Me había comentado que había comenzado a hacer yoga para limpiar su espíritu, que iba a clases de meditación... Dios mío, la última vez que la vi tan feliz fue cuando conoció a Paul. Ellos decían que querían casarse pronto y yo solo quería vomitar. Si mi madre supiese lo que ese hombre hizo conmigo por dos años...

Quería dejarlos en el hotel y correr a abrazar a Kyler –Quién debería estar a punto de llevar a su piso- pero a su vez me alegraba de ver a mi madre feliz, aunque fuese al lado de un monstruo.

-Os quedáis aquí, mañana vengo yo en un coche que nos llevará al recinto a las siete de la tarde. Iremos a una sala junto al resto de los acompañantes y esperaremos ahí. Yo iré a ver a los chicos al camerino y tres actuaciones después de la suya vendrán a conoceros. Después veremos su concierto e iremos a cenar los cuatro a un restaurante cerca del lugar. Más tarde os dejaremos en el hotel y el martes os acompañaremos Mackenzie y yo al aeropuerto. Mañana tenéis todo el día para hacer turismo en pareja, como me pediste.

Terminé de explicar a la vez que Mackenzie volvía a nosotros con un par de papeles, la tarjeta de crédito de Paul y la de la habitación. Se posicionó un poco más al frente que yo y casi poniéndome detrás de ella con una actitud protectora.

Comenzó a explicarles todo lo que tal vez le explicaron en recepción mientras yo lo escaneaba todo. Era un lugar bonito. Había unas alfombras por todo el suelo y este era de láminas de mármol un poco amarillentas. La mesa de la recepción era de madera de roble oscuro y arriba estaban las cuatro estrellas. Sinceramente, no tenía ni la mejor idea de que el trabajo de Paul diese para tanto dinero. Aunque seguramente ya tendrían una cuenta compartida y sabía que la empresa de mi madre sí daba para tener un estilo de vida tan acomodado.

Ella estaba también diferente físicamente. Más delgada, con ropa un poco más cara, el cabello se lo había teñido de marrón oscuro para ocultar las canas, los tacones la hacían más alta pero no tanto como yo o Mackenzie. Y mientras ella no paraba de hablar, notaba la mirada de Paul sobre mí. Sabía que él quería hablar conmigo, preguntarme por qué todos estos años solo fui a ver a mi madre cuando sabía que él no estaba, si le había dicho a alguien todo lo que él me haría y seguro que quería tratar de tocarme como él solía hacerlo. Pero ya no más. Ya no.

-Y su habitación es la 360. –Concluyó Mackenzie mientras le entregaba todo eso a mi madre. Ella la miró sonriente.

-Aun recuerdo cuando te conocí, Mackenzie –Le habló mi madre con la dulzura infinita que la caracterizaba-. Llegaste a mi casa quejándote porque tu madre no te quiso comprar un teléfono. Y mírate lo grande que estás ya... -Su tono estaba claramente manchado de nostalgia.

Suicide ClubDonde viven las historias. Descúbrelo ahora