Mi corazón seguía latiendo con fuerza, por un momento creí que mi padre me había descubierto con la señora Cabello, pero no había sucedido.
-Duka, parece que es buen día para la pesca en el lago-la mujer de mi lado habló con demasiada tranquilidad, yo sólo me limité a mirar a ambos.
-¿Usted sabe pescar?-.
-Un poco, la última vez que lo intenté tardé muchas horas en la orilla-.
-Tal vez pueda enseñarle, la pesca tiene su secreto-mi padre caminó cerca de las rocas más altas y miró de nuevo en nuestra dirección, o al menos, hacia Camila.
-Papá, ¿dónde está mamá?-.
-En casa, con tus hermanos, no quisieron venir al lago, es una lástima-.
Mi padre bajó con cuidado por la orilla del agua, y vi que la mujer de mi lado sonriera.
¿Qué está ocurriendo?
-Señora Cabello...-la llamé para recuperar su atención, y lo conseguí-¿vamos a regresar ahora?-.
-Sí, pero esperemos a tu padre-.
Asentí antes de dirigirme a los objetos que habíamos llevado para acampar. No miré hacia atrás, sólo escuché que mi padre llegara junto a ella.
Sujeté mi mochila y la coloqué en mi hombro.
La risa de Camila llegó a mis oídos. Mi padre estaba diciendo cosas sin sentido mientras cargaba la tienda de campaña.
Resoplé y comencé a avanzar hacia adelante. Por alguna razón mi día parecía algo diferente. Tenía algunos años sin ver a mi padre demasiado sonriente con otra persona que no fuera mi madre.
Llevé varios pasos de diferencia, ellos detrás de mí.
-Dua, cariño, no es por ahí-la voz de la mujer me indicó hacia donde debía continuar, pero no le respondí ni miré. Por primera vez estaba experimentando algo que me dañaba, o como diría mi abuelo, un sentimiento malo...celos.
No debía sentirlo, mi padre y la señora Cabello sólo estaban charlando...y riendo, sólo eso.
Después de varios minutos en el recorrido del sendero, logré distinguir la casa de campo de mis abuelos. Ya había llegado.
Benji, el perro pastor de Camila, corrió hacia mí cuando me asomé por el granero. Parecía demasiado animado al verme de nuevo, como si hubieran transcurrido años.
Me arrodillé en el jardín, junto a él para acariciarlo.
Desde la puerta mis abuelos me saludaron y le pedí al adorable perro que me acompañara.
[...]
-¿Y cómo te fue con Camila?-.
-Bien-respondí algo seria, me sentía cansada y sin hambre. No entendía lo que estaba pasando conmigo.
-¿Sólo bien? ¿Nadaron en el lago?-mi abuela buscó cómo continuar la conversación, mi familia estaba reunida en la mesa compartiendo los alimentos de la tarde.
-Sí, nadamos un poco-.
-¿Hicieron algo más? ¿Prepararon alguna fogata? ¿Vieron la Luna ayer? Era hermosa-.
Miré hacia mi padre, él estaba sirviendo más verduras a mi hermano, parecía que todos esperaban mis respuestas.
-Sí, preparamos una fogata, y también vimos el cielo en la noche-.
-¿Te contaron historias de terror?-mi hermano pareció más interesado en lo que decía. Cuando aparté mi mirada de la comida, noté algo. Mi madre estaba callada, pero parecía molesta.
-No, la señora Cabello sabe que no me gustan esas historias porque me causan miedo-.
Después de aquellas palabras, el silencio se formó entre nosotros y fue creciendo hasta que alguien lo interrumpió.
-Dua, ¿qué tienes en el cuello?-mi madre me estaba observando con atención. En ese momento, me sentí expuesta.
¿Qué había visto? ¿Los besos de Camila? Estoy perdida.
-¿En mi cuello?...-intenté parecer despreocupada pero sentía como el ritmo de mi corazón se aceleraba-¿...dónde?-.
Llevé la mano a mi piel descubierta y ella clavó su mirada en la mía.
-¿Quién te lo hizo?-exigió respuestas.
-No sé...mamá, n-no sé de qué hablas-.
Mi madre se levantó de su asiento, pensaba en acercarse a mí. Mi respiración se entrecortó y de pronto la adrenalina comenzó a recorrer mi cuerpo.
-¡Dime Dua! ¿Quién te hizo eso?-cada vez su enojo crecía.
-Ane, tranquila hija-mi abuela intervino.
-Dua, ¡vas a decirme qué es esa marca que tienes o...! -
-Anesa, tranquilízate, no quiero otra escena por hoy-mi padre ahora se encontraba al lado de ella. Al parecer ya habían discutido antes.
-¿Estás viendo lo que lleva nuestra hija en el cuello? ¿cómo se supone que deba tranquilizarme con eso?-.
-Niños, vayan a su habitación-pidió nuestro abuelo mientras observaba la discusión de mis padres. Gjin y Rina me miraron antes de correr para subir por las escaleras-Dua, tú igual-.
Mi madre me observó molesta.
-Me vas a dar esa explicación...-.
-Ane, no tienes que hablarle así-mi abuela se acercó a ella y continué mi camino por los escalones hasta terminar encerrada en mi habitación. Estaba segura que el enojo de mi madre continuó.
Entré al baño y me miré por el espejo.
Si tenía una ligera sombra rojiza en mi piel, donde los fuertes besos de Camila habían sido dibujados. ¿Cómo no lo vi antes?
Me dirigí al clóset para buscar una ropa diferente, algo que pudiera cubrir cualquier marca en mi piel.
Después de lo que había ocurrido, esa noche me quedé dormida sin bajar a cenar.
¿Cómo reaccionaría mi madre si supiera la verdad?
Negué de inmediato antes de obtener la respuesta por mí misma, en el fondo ya lo sabía.
El canto del gallo Galileo me despertó en la mañana siguiente, pero intenté dormir un poco más, así que terminé cubriendo mi rostro con las sábanas para evitar los primeros rayos del sol. Era domingo, el día en el que Rosie y Sarah regresaban a casa con su madre.
Cuando abrí de nuevo los ojos, fue por la voz de mi abuela, me estaba llamando desde el otro lado de la puerta.
-Hija, es hora de desayunar-.
-No tengo hambre-respondí.
-Necesitas comer, te preparé algo especial-.
-Abuelita, no puedo bajar-.
-¿Por qué? ¿te sientes mal?-.
Sí, siento mal por lo que está pasando. El día anterior había iniciado bien y terminó siendo un desastre.
-¿Mi madre está en la cocina?-.
-Tu mamá salió desde temprano, regresa hasta la noche-.
Era domingo, ayer había sido la primera vez que me regañaba de esa manera, la primera vez que me miraba con enojo, la primera vez que discutía con mi familia por mi culpa.
-Abuelita, no me siento con ánimo para bajar-.
-¿Puedo entrar?-.
Suspiré al imaginar que mi abuela iba a insistir.
-Ahora voy-.
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BABYGIRL » duamila
Fanfic-Mami quiere un beso de su princesa, aquí- ella señaló la curva de sus labios que formaban una dulce sonrisa divertida. Mami me ha enseñado que las buenas chicas tienen su recompensa, si eres una niña mala te castigan. Ella siempre me espera en casa...