Aquella noche me costó conciliar el sueño, y se notaba en mis ojeras. El reencontrarme con Luca de esa manera y tan pronto no me lo había imaginado así ni por asomo. Por el contrario, agradecía de que en primer lugar se hubiera reencontrado con Luca antes que con Marco, de todos es sabido que mi hermano mayor tiene mucho más temperamento y genio.
Miro hacia la bañera comprobando que ya está casi llena, por lo que decido deshacerme del albornoz que llevaba para cubrir mi desnudez y me meto en la bañera dejando salir un gruñido de satisfacción al sentir el agua caliente contra mi piel.
No hay nada que agradezca más que sentir como el agua relaja mis músculos.
El baño dura alrededor de quince minutos, y aunque quiera quedarme aquí un buen rato más se que debo salir. Me coloco de nuevo el albornoz y coloco una toalla enrollada en mi pelo formando un turbante mientras me acerco al armario para sacar la ropa que había decidido ponerme hoy.
Había elegido un vestido en color malva con uno de mis hombros descubierto y en el otro una manga larga. El vestido se ciñe a mi cuerpo dibujando mi silueta y llega dos dedos por encima de mi rodilla.
Media hora después estoy lista. He acompañado la vestimenta con hondas en mi pelo y un maquillaje ligero resaltando mis ojos y un pintalabios que prácticamente pasa desapercibido esta vez en comparación a cuando uso el tono rojo.
Los stilettos en color crema a juego con mi bolso de mano en el mismo color, junto con la pulsera y los pendientes de brillantes completaban mi atuendo de hoy acompañando mi vestido.
Hecho un vistazo a la hora de mi reloj y decido que es hora de salir. Justo cuando abro la puerta Robert está ahí, puedo ver como estaba a punto de tocar la puerta lo que me hace sonreír de lado.
-Wow, Roma te sienta mejor que Nueva York, Nea.
Una suave carcajada se escapa de mis labios al escucharle saliendo de la habitación y cerrando la puerta tras de mi para caminar con el hacia los ascensores.
-Eres un tanto exagerado, Rob.
-No, es en serio. Mira que ese vestido te lo he visto otras veces, pero hoy te sienta especialmente bien.
-Gracias, gracias.
Sonrío coqueta, aunque ambos sabemos que es de broma. Quien nos ve puede pensar que estamos juntos por la confianza plena con la que nos tratamos, pero simplemente es mi mejor amigo.
Casi una hora después debido al atasco que se ha formado, estamos entrando por las puertas de la sede de Giacometti & Stone aquí en Roma.
Miro a mi alrededor observando bien todo, conocía el edificio por fotos, pero no había estado aquí a pesar de que llevaba ya cerca de cuatro meses en funcionamiento, y puedo sentir las miradas curiosas sobre mi. Miro a mi alrededor sonriendo con suavidad mientras me dirijo hacia el ascensor del corporativo mientras Robert se queda hablando con el jefe de contabilidad de la empresa.
Siento un carraspeo detrás de mi y me giro con suavidad, observando a una mujer pelirroja de estatura más bien alta. Es bonita, tiene unos ojos marrones que pueden intimidar... Sin embargo, a mi no. Cuando pasan unos segundos y veo que la mujer no habla, sino que simplemente mantiene su mirada clavada en mi, me giro totalmente hacia ella elevando una de mis cejas de manera interrogativa.
-¿Ocurre algo, señorita?
-Nada grave, es solo que me parece que usted no se ha dado cuenta de que el ascensor al que está llamando es el ascensor de corporativo, y usted no tiene permiso, obviamente, para utilizarlo.
Una sonrisa se desliza en mis labios, pero no una amistosa precisamente.
-Oh, perdóneme... ¿Y cómo sabe usted quien soy, para decirme que no puedo usar este ascensor?
La pelirroja eleva su barbilla de manera orgullosa, lo que se me hace gracioso.
-Es la primera vez que la vemos en este edificio, señorita. Por favor, no obstaculice y diríjase al ascensor que le corresponde. Al fondo los puede encontrar.
Tengo que hacer un esfuerzo para no reír asintiendo un par de veces a sus palabras.
-Perdone, ¿su nombre es...?
-Diana, me llamo Diana Aston.
-Señorita Aston, permítame presentarme para que la próxima vez que venga, podamos decir que nos conocemos... Me llamo Atenea... Atenea Giacometti.
Digo extendiendo mi mano hacia ella, mientras recalco mi apellido. La tez de la señorita Aston de por si era pálida, pero puedo ver como pierde aún más el color. Sus labios se entreabren queriendo hablar, pero no le salen las palabras y veo como me mira a mi y de nuevo a mi mano.
-Yo... Señora Giacometti, lo lamento, no sabíamos que vendría en este viaje, y-y...
Las palabras salen atropelladas de su boca. Elevo mi mano haciendo un gesto con esta para que no siguiera.
-Está bien, señorita Aston. Por favor, la próxima vez, pregunte de quien se trata antes, por favor. Que tenga buen día.
Me giro hacia el ascensor, el cual había llegado hace tiempo a la planta baja, para entrar en este. También en ese momento llega Rob, por lo que ambos subimos a este.
-¿Has conocido a alguien ya?
-Oh si, a la señorita Aston.
-Es la chica de recepción.
-Una buena recepción es la que me ha dado, si.
-¿Eh..?
-Luego te lo cuento, ahora me parece que tenemos una reunión, ¿no?
-Si, tengo que ir a cerciorarme primero de unas cosas y en cuanto termine paso a recogerte a tu despacho. Nos vemos en... ¿10 minutos?
-Está bien, voy a darme una pequeña vuelta para conocer un poco la empresa antes de la reunión.
Me dirijo hacia mi despacho lo primero. Saludo a la chica que está en el puesto de secretaria con una sonrisa amable.
-Buenos días, soy Atenea Giacometti, pero por favor, llámeme por mi nombre... Miranda.
Dijo leyendo el nombre de ella de la placa sobre su escritorio.
-Encantada de conocerla señorita Atenea. ¿Quiere un café o algo de tomar?
-No, muchas gracias Miranda, voy a darme una vuelta por la empresa para conocerla un poco, a diferencia de Rob, para mi es la primera vez que vengo a esta sede. ¿Me acompañarías?
-Por supuesto señorita.
Miranda era una chica sencilla y amable, era agradable charlar con ella y desde luego la visita a la empresa fue mucho más llevadera que de ir sola. Pude ver como Miranda miraba la hora y abría sus pequeños ojos.
-Oh, señorita, debemos volver, en dos minutos comienza su reunión.
-Vaya, no me había dado cuenta... Oye, Miranda, ¿me podrías decir con quien es la reunión? Rob no me lo ha dicho, y a mi, a ser verdad, se me ha pasado preguntarle.
-Claro, es con la familia de abogados Belloti.
-Muchas gra... ¿Cómo ha dicho?
No puede ser. No... no. Tiene que ser una broma.
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Lazos de sangre.
RomanceAtenea Alessandra Belloti Giacometti se fue de su casa con 17 años con el único apoyo de su abuela materna, abandonó Roma para irse a Nueva York. Ocho años después vuelve a la tierra que la vio nacer convertida en una mujer totalmente diferente a a...