Capítulo 25

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Ese día había pasado sorprendentemente rápido, el par de reuniones que tenía habían sido ligeras y agradables para lo que parecían, y tras una video llamada con Rob para saber cual era la situación en la sede de Nueva York y en la cual le informé de los nuevos cambios respecto a Massimo, me había puesto con los planos de la edificación que el bufete de abogados de mi padre me había pedido realizar. Quería todo perfecto en ese proyecto, no se me podía escapar ni el más mínimo detalle pues quería enseñar a mi padre que realmente yo había nacido para esto. 

Eran cerca de las nueve de la noche cuando el teléfono sobre mi mesa había comenzado a sonar y sin mirar quien era lo descuelgo y lo pongo en mi oreja sujetándolo con mi hombro.

-¿Diga?

-¿Si vuelvo a entrar en tu edificio sin avisarme a través de seguridad me propinarás otro codazo en la nariz...?

Río sin poder evitarlo al escuchar el tono divertido en la voz de Massimo aunque no despego mi mirada de los planos que tengo frente a mi.

-Mientras no me asustes, no... -Un silencio se instala al otro lado del teléfono lo cual me hace fruncir el ceño.- ¿Massimo?

En el mismo instante que la puerta de mi despacho se abre no puedo evitar levantar mi mirada con rapidez extrañada, cambiando mi expresión al ver que la persona que estaba entrando era precisamente él haciéndome sonreír ligeramente de lado.

-¿No te había dicho mientras no me asustases...? ¿Y si da la casualidad que estoy tras la puerta y según abres... bum?

Mi mirada no se aparta de la de él mientras le veo caminar hacia mi. Está guapísimo. Lleva unos pantalones de traje al igual que la americana, aunque hoy no lleva corbata y los dos primeros botones de la camisa desabrochados, lo que le hace lucir aún más apuesto. 

Para cuando quiero darme cuenta ha apartado mi silla del escritorio y ha apoyado sus manos en los brazos de esta inclinándose sobre mi.

-Hubiera corrido el riesgo, merecería la pena. Pero no venía a recibir otro codazo de tu parte, dolcezza, si no a invitarte a cenar conmigo. Algo tranquilo de los dos, ya es tarde y no deberías seguir aquí metida.

Me quito las gafas dejándolas a un lado sobre la mesa mirándole sonriendo con suavidad ladeando mi cabeza.

-Me apetece comida italiana de la de verdad, no esa que sirven en algunos restaurantes.

-¿Y qué más comida verdadera que la realizada por un italiano? Pienso cocinar para ti.

Río divertida llevando mis manos a las solapas de su americana acercándole aún más a mi, quedando su rostro a escasos centímetros del mío.

-¿Es que acaso sabes cocinar? Pues entonces estoy deseando probarlo.

Impulsándome con los zapatos en el suelo de la oficina retiro mi silla que al ser de ruedas me es fácil hacerlo, me levanto en el momento justo en el que su rostro se estaba acercando más al mío peligrosamente caminando hacia la puerta.

-Yo estoy más deseoso de probar tus labios de nuevo.

-Descarado... -Murmuro divertida mirándole y una vez estamos en el ascensor con las puertas cerradas me acerco a él a escasos centímetros de sus labios.- Sepa señor Di Angelo que una de mis reglas es nada de relaciones personales en la empresa, y no implica solo el personal. 

-Y que yo sepa este ascensor es aún de la empresa... 

-Si, pero aquí no hay cámaras...

Me acerco aún más a sus labios rozando los míos contra los suyos, suaves y esponjosos, antes de retirarme cuando se abren las puertas del ascensor sin llegar a besarlo. 

-Sepa también señor Di Angelo, que el hecho de que casi le haya besado en el ascensor no le da acceso libre a besarme cuando quiera... Esta usted a prueba.

Dicho esto miro hacia atrás para mirarle sonriendo traviesa caminando hacia mi coche escuchándole resoplar a mis espaldas y puedo estar casi segura, y digo sólo casi porque no podía verle... De que Massimo en ese momento me estaba mirando con los ojos entrecerrados y una pequeña sonrisa en sus labios.

-¡Pero eso no es justo! ¿Qué emoción tiene si quiero besarte pero para ello debo pedirte permiso? 

Abro mi coche pulsando el mando a distancia y abro la puerta del pasajero dejando mi maletín y mis pertenencias en él girándome después hacia Massimo apoyándome en mi coche.

-No quiere decir que me tengas que pedir permiso, únicamente quiere decir que no puedes estar besándome a cada rato, y que no puedes besarme cuando no sea oportuno.

Cruzó sus brazos sobre su pecho frunciendo su ceño mirándome, sabía que aquello no le iba a sonar bien. 

-¿Y cuándo se supone que no es oportuno besar a alguien?

-Cuando estemos en público, por ejemplo, o delante de más gente, o en nuestras respectivas oficinas... No pienso exponerme a que nadie nos vea y vaya con el chisme a la gente cuando no hay necesidad. Cuando algo se está intentando arreglar, cuanta menos gente lo sepa... Mejor. Y con cuanta menos gente lo sepa me refiero a mis padres, porque no pienso estar aguantando más numeritos como el de hace unos días.

El ceño de Massimo se fruncía de mil maneras diferentes si eso era posible, y tras unos segundos asintió varias veces levantando las manos apartándose unos pasos.

-Está bien, está bien... ¿Recuerdas el camino a mi casa? ¿Porqué no te vienes conmigo en mi coche?

-Si, si, recuerdo el camino... Si no has cambiado de casa, claro. No me voy contigo porque sino tendría que coger luego un taxi hasta mi hotel y además tengo mi coche... Vamos.

Sonrío con suavidad antes de girarme para rodear el coche y dirigirme hacia la puerta del copiloto, pero no me dio tiempo a girarme cuando sentí su mano tirar de mi muñeca y hacerme volver hacia él. Al girar siento su brazo rodear mi cintura acercándome más a su cuerpo y en menos de dos segundos tengo sus labios en los míos besándome. Con suavidad pero con exigencia, con anhelo, con cariño, con necesidad. 

Tardo en rodear sus hombros con mis brazos lo que tarda mi cerebro en reaccionar, respondiendo a su beso con necesidad, con anhelo... Anhelo de volver a sentir su sabor.

Pasan solo unos segundos más cuando se aparta apenas unos centímetros de mis labios, sonriendo mientras acaricia mi mejilla.

-No puedes decir que he incumplido ninguna de tus normas... Ahora sí podemos irnos.

Y tras pasar su dedo por mi labio inferior con delicadeza se aparta para girarse y caminar hacia su coche, mientras yo sigo aún parada de pie mirando en su dirección parpadeando despacio y sonriendo poco a poco cada vez más hasta que reacciono y por fin me subo al coche.

-Massimo, Massimo...




¡Ya estamos de vueltaaaa!

Espero que os guste este primer capítulo de vuelta, poco a poco seguiré actualizando. ¡Besos!

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⏰ Última actualización: Aug 12, 2022 ⏰

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