La luz de la mañana comenzaba a molestarme, por lo que gruñendo leve aún con los ojos cerrados intento removerme para darme la vuelta hasta que lo consigo apoyando mi mejilla en una superficie aparentemente caliente posando mi mano sobre otra igual. Extrañada frunzo mi ceño ya algo más despierta abriendo después mis ojos encontrándome con la vista del cuerpo de Massimo, dándome cuenta que mi mejilla se encuentra sobre su pecho y mi mano sobre su abdomen desnudo.
Me muevo lentamente al suponer que él sigue dormido, por lo tranquilo del movimiento de su pecho al respirar, procurando no hacerle despertar elevando mi mirada hacia su rostro. La tranquilidad que su rostro transmite al estar dormido es inmensa y yo no puedo evitar quedarme mirándole más de la cuenta. Observando sus largas pestañas y su perfilada nariz, siguiendo con esos carnosos labios a los que siempre los había denominado mi perdición, pues cada vez que me enfadaba con él, me besaba haciéndome olvidar cualquier enfado habido y por haber.
Cierro mis ojos y procuro borrar cada pensamiento de mi cabeza, para después comenzar a moverme despacio intentando liberarme de su agarre en mi cintura, lo cual sé que he fallado en cuanto siento su brazo rodearme con más fuerza, más posesividad.
—¿Donde ibas...?
En ese instante en el que escucho su voz ronca y mi mirada se eleva de nuevo hacia su rostro veo cómo parpadea batiendo sus pestañas dejándome ver sus ojos azules aún adormilados.
—Tengo que vestirme... debo ir a trabajar Massimo.
—Pero no pensabas levantarte sin decirme nada... ¿o si..? —Los dedos de él recorrían la columna de ella de arriba a abajo provocando un escalofrío en la italiana haciendo que su piel se erizase por completo.— A mí me gustaría más que me dieses los buenos días, dolcezza.
No me dio tiempo a contestar nada más cuando sentí los labios de Massimo sobre los míos besándolos con una suavidad que me derritió en cuestión de segundos haciéndome parecer gelatina en sus brazos, pues podría sentir como mi cuerpo temblaba ligeramente por la manera en la que me estaba besando.
Era un beso lento, delicado, pero a la vez posesivo y territorial. Un beso que te puede hacer sentir lo delicada que eres para el y a la vez demostrar que eres completamente suya.
Una de las manos de él sube por mi pierna acercándose a mi muslo y acariciando este con las yemas de mis dedos provocándome electricidad en la piel, para después sentir como lleva esta a mi trasero agarrándolo con firmeza. Gira en la cama dejándome debajo de él con la mente totalmente aturdida, y antes de que mi cerebro pueda reaccionar recibo sus besos esta vez por mi cuello acompañados por pequeños y suaves mordiscos, haciendo que en la zona de mi bajo vientre se comenzase a contraer.
Un traicionero jadeo se escapa de mis labios y no me doy cuenta de ello hasta que siento su sonrisa contra la piel de mi cuello. Mis manos han actuado por sí solas y mis dedos se encuentran enredados en el pelo de él atrayéndole más hacia mí en el momento que noto como deshace el nudo de mi albornoz abriéndolo, dejándome así expuesta en ropa interior ante su mirada inquisidora.
Mi corazón en estos momentos late tan acelerado que estoy segura que incluso él puede escuchar su frenético ritmo. Sus manos empiezan a acariciarme desde mis hombros, pasando por encima de mi sujetador, bajando por mi vientre acariciando mi cintura y mis caderas provocando, si es posible, que mi piel se erice aún más.
—Tú piel es tan suave...
Trago saliva entreabriendo mis labios y suspirando al sentir sus manos acariciar ambos muslos ahora acercándose a la cara interna de estos con sus pulgares.
—Massimo...
—Shhh...
Ahora son sus labios los que acarician la cara interna de mis labios y yo no puedo hacer otra cosa más que alzar mis caderas hacia el con deseo dejando salir un nuevo jadeo de mis labios sintiendo su aliento contra la tela de mi ropa interior a la vez que sus dedos se enredan en los bordes de la misma deslizando lentamente ésta hacia abajo, aunque antes de que termine de hacerlo poso mis manos sobre las suyas deteniéndole a la vez que cojo aire antes de hablar.
— Para, por favor Massimo no... No puedo... No puedo hacerlo, me estaría fallando a mi misma.
En el momento que las palabras abandonan mis labios siento sus manos aflojarse alrededor de mi ropa interior hasta soltarla, sintiendo después sus labios sobre mi piel de nuevo aunque esta vez el camino que marcan es ascendente, hacia mis labios besando estos una vez llega a ellos sin dejar de acariciar mi cintura ahora.
—Esta vez no será, tú marcarás el ritmo. Porque a pesar de lo que creas por todo lo que escuchaste aquel día te respeto enormemente, dolcezza, y si tú me dices que pare pararé todas las veces que haga falta... Pero te prometo que voy a recuperarte.
Mis ojos no habían podido abandonar los suyos en ningún momento por la profundidad con la que habían calado sus palabras en mi.
Besó mis labios una vez más con ternura antes de levantarse y caminar hacia la puerta del baño con total silencio, pues no sabía que decir en aquel momento.
— ¿Massimo..?
— ¿Si?
Contestó antes de cerrar la puerta del baño mirando en mi dirección observando mi labio inferior el cual yo estaba mordiendo.
—No te lo pondré nada fácil, te lo advierto.
Mi voz era apenas un susurro, pero era lo suficientemente alto para que él me escuchase, y lo supe al ver su sonrisa ensancharse.
— Eso lo tenía asumido, dolcezza, pero todo lo mejor merece el mayor esfuerzo... Y tú lo eres.
Cuando por fin entra al baño y cierra la puerta de éste muerdo mi labio sonriendo sin poder evitarlo mirando en esa dirección. Y ahora, ¿que haría ella?
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Lazos de sangre.
RomanceAtenea Alessandra Belloti Giacometti se fue de su casa con 17 años con el único apoyo de su abuela materna, abandonó Roma para irse a Nueva York. Ocho años después vuelve a la tierra que la vio nacer convertida en una mujer totalmente diferente a a...