Capítulo 12

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Esa noche en cuanto mi cuerpo roza el colchón Morfeo se apodera de mi para llevarme a sus lugares más recónditos y, la verdad, no pongo resistencia a ello.

La mañana pasa de reunión en reunión, parece el juego de la oca, de reunión a reunión y sigo porque me toca. Por desgracia no puedo ir a comer con Marco y Luca como había acordado el día anterior con el primero, así que pospongo el encuentro para la cena y entre los tres decidimos ir a cenar con la abuela y estar juntos.

Sonrío porque realmente me siento bien, aunque no haya parado en toda la mañana y mi estómago esté rugiendo en suplica por algo de comida.

Me levanto de mi silla para caminar hacia el puesto de Miranda, la cual no se había levantado de aquí tampoco en todo el día apoyando mi cadera contra su mesa mirándola con una sonrisa.

-¿Que me recomiendas para pedir que me traigan para comer aquí?

-Uhm... Abrieron un restaurante que hace unas pizzas buenísimas, aunque no sé si quiera algo más sofisticado...

No puedo evitar soltar una carcajada al escucharla sacudiendo mi mano a la vez que niego con mi cabeza.

-Miranda, por favor... Mira, vamos a hacer una cosa, como yo no me sé el número llama y pide dos pizzas, las dos que a ti más te gusten, te invito a comer, y pide tiramisu de postre, es algo que llevo deseando comer desde que volví.

-Eso está hecho señorita Giac...

-¡Miranda!

-Perdón, perdón, Atenea.

-Así me gusta, voy un momento a hacer unas llamadas, cuando llegue simplemente entra a mi despacho, no hace falta que llames.

La comida transcurre de manera amena, Miranda me cuenta algunas cosas sobre ella y su vida. Es de un pequeño pueblo cerca de Florencia y solo de escuchar hablar de éste me imagino la belleza del lugar. Descubro en ella una persona eficaz y competente, es dos años mayor que yo, y compartimos muchos pensamientos.

La tarde pasa rápido entre proyecto y proyecto y alguna reunión espontánea con el equipo para resolver algunas dudas e ir conociendo poco a poco a la mayoría de ellos.

Antes de que me dé cuenta llega la hora de salir y recuerdo que Rob ha salido antes, por lo que no tengo coche con el que volver. Saco mi móvil y decido enviarle un mensaje a Marco:

<<Hola, no tengo coche con el que volver a mi hotel, ¿podrías recogerme o cojo un taxi? Necesito cambiarme de ropa antes de ir a cenar con la abuela.>>

<<En 10 minutos estoy ahí.>>

Sonrío poniéndome en pie para dejar el escritorio recogido para mañana mientras cojo mi bolso y algunos folder para revisar esta noche al volver de la cena. Apago las luces según voy saliendo de la oficina hasta dejar solo una luz tenue.

Una sensación extraña hace que me remueva ligeramente incómoda cuando voy llegando hacia el ascensor que me hace girar para mirar una vez más la oficina recorriendo la planta lentamente con mi mirada incluso acercarme a la puerta de alguno de los despachos.

Estoy por volver de nuevo a los ascensores cuando siento que una mano se posa en mi brazo, y presa por el pánico lo primero que me viene a la mente es uno de los golpes que aprendí en clase de defensa personal. Me giro enseguida de medio lado, aunque el golpe no sale como había esperado y mi codo aterriza en la nariz de la persona que anteriormente me agarraba pero a causa del golpe libera mi brazo.

Aprovecho para alejarme con rapidez cogiendo uno de los abrecartas que se encuentra en los porta lápices de las mesas girándome hacia el desconocido sintiendo mi corazón acelerado, apuntando con el objeto hacia él.

Lazos de sangre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora