Capítulo 7

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Camino hacia mi despacho y al entrar a este cierro la puerta dirigiéndome después hacia la mesa que hay en este apoyando mis manos en el borde cerrando mis ojos un segundo.

No puedo creer que en menos de dos días me haya reencontrado con más de la mitad de mi familia. Por un momento me pregunto si vendrán todos, o sólo vendrá Alessandro.

Mis pensamientos no avanzan a causa de que dos toques suenan en la puerta de mi oficina. Me acerco a ésta para abrir y encontrarme a un Robert confundido mirándome.

-Pasa y cierra.

Vuelvo a girarme para esta vez caminar hacia la ventana del despacho caminando de un lado a otro de éste.

-¿Qué ocurre?

-Rob, ¿te suena de algo el apellido Belloti?

-Claro, es el apellido de tu familia.

-Exacto, ¿y a que se dedica mi familia?

-Tiene un despacho de abogados. ¿A qué vienen estas preguntas? Se te ha olvidado, ¿acaso?

-Que se me olvide es algo imposible... Ahora bien, me puedes decir por favor, con quien tenemos la reunión en cinco minutos...

Veo como Robert eleva su tablet para mirar en ésta, al igual que veo como sus ojos se abren algo más cuando lee la agenda y continúa hablando en apenas un murmuro.

-Con los abogados Belloti... Atena te prometo que no lo hice apropósito, ni siquiera me di cuenta del nombre.

-No voy a ir a esa reunión.

-¿Qué? Tienes que ir.

-¡No! No tengo que ir, no creo que quieras perder un proyecto, y si yo voy lo perderás. ¿Crees que Alessandro va a querer hacer un proyecto en el que yo estoy involucrada?

-Atenea, cuando me llamó Jackson me dijo que un importante empresario italiano quería hacer este proyecto con nosotros, con los dos. Puede que sepan quien eres o pueden que no lo sepan, pero lo que saben es que la señorita Giacometti es increíble en sus proyectos. Sabes tan bien como yo que eres la que conquista con sus diseños, tanto de arquitectura como de interior. Dominas esto, ve y dale una lección a tu padre.

-Robert no estoy preparada para enfrentarlo y menos en esta situación.

Una risa irónica salió de los labios de mi amigo.

-¿Que no estás preparada? Eres Atenea Giacometti, la chica que un día se plantó en la puerta de mi apartamento y me dijo que fundásemos una empresa y la hiciéramos brillar. Y la fundamos, y lo hicimos. Eres la mujer que planta cara a todo sin temerle, no pierdas a esa mujer.

Miro a Robert con furia por esas palabras, sabe en qué punto tocar para hacerme reaccionar.

Un gruñido escapa de mis labios al escucharle, señalando después la puerta con mi mano.

-Ve a esa sala antes de que sea más tarde, a Alessandro no le gusta los retrasos y menos cuando se trata de negocios. Dame un par de minutos, necesito aclararme antes.

-Mira, tienes a quien parecerte entonces con lo de los retrasos horarios.

-Robert Stone, te juro que como no salgas de mi despacho en 3 segundos voy a patear tu precioso trasero.

Mis palabras parecen surgir efecto, porque Robert se endereza totalmente al escucharme y se dirige a la puerta para irse no sin antes mirarme por última vez antes de salir.

-Tómate esos dos minutos, pero después ven a esa sala y déjalos boquiabiertos.

Guiña su ojo en mi dirección y eso me hace sonreír. Suspiro pasando una de mis manos por mi pelo echando mi melena hacia atrás, tratando de aclarar mis ideas.

-Vamos Atenea... No puede ocurrir nada malo... ¿No?

Chasqueo mi lengua y recojo la tablet que estaba sobre su soporte en mi mesa y me observo en el reflejo de los cristales comprobando que esté todo en orden antes de dirigirme hacia la puerta.

Cruzo la oficina en dirección a la sala de reuniones con mi vista fija en la puerta de ésta.

Tomo aliento antes de bajar el manillar de la puerta abriendo ésta y adentrándome en la sala, aclarándome la voz provocando que los cinco hombres que se encontraban en esa sala se girasen hacia mi antes de hablar.

-Buenos días, señores.

Robert me da un leve asentimiento de cabeza para darme valor, que intuyo solo yo soy capaz de divisar. Desvío mi mirada de él para mirar a los cuatro hombres restantes encontrándome con las dos miradas asombradas de mis hermanos, la confundida de Alessandro Belloti, y la incrédula de Massimo di Angelo.

Que Dios reparta suerte.

Lazos de sangre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora