Capítulo 21

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Tras volver al hotel y darme una ducha había llamado a mi abuela, quería asegurarme de que mi madre se encontrase bien pues a decir verdad me preocupo cuando se llevo la mano hacia el pecho. No dejaba de pensar que quizá fue algo brusca la situación, pero no me daba la gana callar más, aunque luego me haya estado prácticamente toda la noche sin dormir y a consecuencia no haya podido tapar las ojeras ni con corrector, eran ya dos noches las que no había podido descansar en condiciones.

Intento concentrarme en los documentos que tengo delante y aunque me cuesta consigo hacerlo, pasándose toda la mañana en apenas un pestañeo a mi parecer. He apagado el móvil, no quería dar opción a que se me interrumpiese, si era algo realmente importante llamarán a la oficina, de eso estoy segura. Y si antes me acuerdo del dichoso teléfono antes comienza a sonar. Suspirando cojo este colocándolo en mi oreja para después sujetarlo con mi hombro mientras sigo trabajando.

—Dime, Miranda.

—Atenea te llama el señor Di Angello, dice que tiene que hablar contigo de un asunto importante.

—Pregúntele si es un asunto de trabajo, y si no lo es dígale que estoy ocupada como para atender tonterías.

—Uhm... De acuerdo.

La voz de Miranda sonaba desconcertada y no me extrañaba, normalmente no solía ser tan áspera al teléfono, pero en estos momentos no tenía ni siquiera ganas de ser amable aunque supiera que luego me voy a arrepentir, ella no tiene la culpa.

No me había fijado siquiera en la hora que era, gran error por mi parte pues tenía una comida con un posible cliente ese día y ya debería estar saliendo de aquellas oficinas incluso. Me quito las gafas y salgo con rapidez cogiendo antes mi bolso dirigiéndome a los ascensores Justo cuando estos se abren, aunque no puedo creer lo que mis ojos ven en estos instantes.

—¿Que estás haciendo aquí?

—Atenea por favor, serán solo dos minutos...

—Lo siento Massimo pero no puedo atenderte.

Sin más aprovecho que él ha salido del ascensor para entrar en este esquivándole. Al girarme una vez dentro para pulsar el botón veo sus intenciones de subir de nuevo al aparato por lo que alzo una de mis manos sonriendo inocente.

—Se me ha olvidado mi cartera en el despacho... por favor, ¿podrías ir a pedirle a Miranda que te la dé y me la traes? Me duelen horrores las piernas con estos zapatos.

Para hacerlo más creíble me apoyo en una de las paredes del ascensor inclinándome para acariciar mis gemelos.

Confundido aunque creyéndome, se da la vuelta para caminar directo a la mesa de mi secretaria, por lo que aprovecho en ese instante y pulso el botón de la planta baja, comenzando a cerrarse las puertas del ascensor.

—No hace falta, me acabo de dar cuenta que lo tengo aquí.

Alzo mi cartera sonriendo triunfante despidiéndome con la mano de manera divertida antes de que terminara de cerrarse las puertas viendo como su gesto se tornaba molesto sin darle tiempo a rechistar.

La comida se ha hecho tan larga que creí que nunca acabaría, ha sido un cliente difícil con el que me ha hecho falta usar toda la artillería que llevo preparada para casos difíciles y por un momento he sentido que no sería capaz.

Dos horas después por fin estoy entrando nuevamente a mi despacho deshaciéndome de la fina chaqueta que llevaba ese día dado a que en la calle hacia fresco. Estoy colgándola en el perchero cuando miro hacia la puerta al escuchar esta abrirse dejando entrar a un serio Robert.

—Nea, tengo que volver a Nueva York, están habiendo problemas en la sede de allí.

—¿Qué, pero que problemas?

—Me ha llamado el jefe de contabilidad, faltan sumas de dinero. Además hay algunos clientes que están presentando problemas desde hace un par de días, así aprovecho y también lo soluciono.

—Entonces deberíamos volver ambos, vamos al hotel hacemos las maletas y listo.

Me dispongo de nuevo a ponerme la chaquetilla escuchando la negativa de mi amigo.

—No, aquí todavía quedan cosas que hacer, tú te vas a entender mejor con los italianos y además yo ya tengo mi equipaje aquí, te llevo intentando localizar cerca de una hora, pero tu teléfono estaba apagado y Miranda estaba en su hora de comer.

Chasqueo mi lengua, es cierto, no me acordaba de que había apagado mi teléfono y ni siquiera me había acordado de encenderlo.

—Eh... Está bien, está bien. Ve tú, yo me quedaré a terminar los pendientes y en cuanto esté todo resuelto cogeré el primer vuelo.

Tras despedirme de él y desearle un buen viaje diciéndole también que me mantuviera al día con cualquier cosa que viera o hubiera que solucionar me vuelvo a sentar en mi escritorio centrándome en el trabajo acumulado. Apenas levanto la vista para despedirme de Miranda cuando ella entra al despacho para hacer lo mismo, esbozando una leve sonrisa, para enseguida volver a concentrarme en el trabajo, aquel día saldría más tarde.

Tanto es así que cuando desvío la mirada al reloj digital de mi ordenador descubro que son casi las 9 de la noche, hace casi 3 horas que debería haber salido y si le sumamos el cansancio que hoy arrastraba, estaba realmente cansada.

Guardo los documentos y apago el ordenador dejando mis cosas recogidas y en orden antes de levantarme colocándome nuevamente la chaquetilla y cogiendo mi bolso saliendo de aquellas oficinas, mañana sería otro día y estaba deseando darse un baño que la relajase.

Y en ello estaba, metida en la bañera con los ojos cerrados y totalmente relajada, cuando sonaron tres fuertes golpes en la puerta de la habitación que me hicieron sobresaltarme y abrir los ojos de inmediato. Con premura me levanto sintiendo el agua escurrir por mi cuerpo cuando lo hago, antes de colocarme el albornoz atándolo en la cintura para salir del baño dirigiéndome a la puerta y abrir encontrarme con un Massimo despeinado, con tres botones desabrochados, sin corbata y con la chaqueta colgada al hombro, sumándole también una botella de licor en una de sus manos.

—¿Que demonios haces aquí?

—Tuuuu... No quiereshhh recibirme en tu... despaaacho. ¡Pues vengo a tu habitaciooon!

—Oh dios, ¿estás borracho?

—Puede que un poquito... un poquito así...

Apenas se le entendía, y a esas palabras las acompañó un gesto con sus dedos pulgar e índice como cuando indicas algo pequeño, y sus labios fruncidos como si fuera el pico de un pato.

Lazos de sangre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora