Capítulo 14

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Cuando abro mis ojos el reloj de mi teléfono marca las 06:25 de la mañana. Frunzo mi ceño confusa al no recordar cómo había llegado del taxi que habíamos cogido Massimo y yo al salir del hospital, incorporándome en la cama y observando que la ropa era la que había llevado puesta el día antes es cuando se que no he llegado por mi propio pie, jamás dormiría con la ropa de trabajar, por muy cansada que esté siempre uso el pijama.

Aparto las sábanas de mi para levantarme de la cama y caminar hacia el baño para darme una ducha y arreglarme, se suponía que me había traído los papeles ayer para revisarlos y al final no lo pude hacer, por lo que me iría antes a la empresa aprovechando que hasta las 08:30 no empezaría a llegar la gente.

Salgo de la ducha y comienzo a arreglarme, optando hoy por unos pantalones de tiro alto anchos en color negro y una blusa en color rojo, por dentro del pantalón, al igual que los zapatos de plataforma y el bolso de mano. Recojo mi pelo en una coleta alta tras hacerme algunas hondas en éste, haciendo caer las hondas en cascada por mi espalda aunque lo llevo recogido en una coleta. Oculto el coletero con un mechón de mi propio pelo eligiendo unos pendientes largos en color negro.

Envío un mensaje a Rob de que ya voy hacia la oficina para cuando él despierte mientras voy bajando en el ascensor. El trayecto a la oficina se me hace corto, y cuando me quiero dar cuenta ya estoy sentada en mi escritorio con mi ordenador encendido.

Desvío mi mirada un momento hacia el pasillo de la oficina recordando la noche de ayer. ¿Me habría subido Massimo a la habitación? Dudo que fuera el taxista... No por nada, si no porque calculo que el hombre tendría cerca de 60 años y al hombre se le veía fatigado cuando nos subimos, cansado de la jornada laboral. 

-Atenea, céntrate que te desvías...

Se que no hay nadie, pero me gusta hablar conmigo misma en ocasiones. No transcurren más de quince minutos cuando de nuevo me encuentro pensando en anoche, esta vez con el ceño fruncido. Hablaré con Massimo seriamente, me debería haber despertado, no tenía porque subir él hacia mi habitación... La próxima vez que le vea, se lo diré. Aunque quien sabe si vuelva a verle.

Ahora si, consigo centrarme en los contratos que tengo frente a mi, las propuestas y presupuestos,  por lo que cuando empiezo a escuchar movimiento en la oficina miro mi reloj comprobando la hora y sonriendo satisfecha de haber podido resolver los pendientes.

La mitad de la mañana pasa rápido, y las citas que tengo con clientes después de almorzar empiezan a llegar, por lo que el resto del día pasa con casi la misma rapidez.

El día ha transcurrido bastante bien y apenas me doy cuenta de que ha pasado cuando me encuentro caminando de vuelta al hotel, hoy hemos salido antes por la fiesta a la que nos invitó a asistir un importante cliente a Rob y a mi, y he decidido que esta vez iré a un salón de belleza, me apetece relajarme por un momento y dejar que hagan sobre mi.

Dos horas más tarde estoy mirándome frente al espejo del hotel girando de medio lado a la vez que giro mi cabeza para poder seguir viéndome comprobando que el vestido está bien acomodado y el peinado no se ha deshecho. Vuelvo a ponerme recta y me sonrío a mi misma al espejo. 

En el salón de belleza han peinado mi pelo de tal manera que esta ondulado y ligeramente recogido en el lado izquierdo por encima de mi oreja con un broche que tiene ligeros brillantes incrustados. Mi maquillaje resalta mis ojos con un ahumado en tonos negros y plata y en mis labios mi ya habitual tono rojo.

Me acerco a la cama de matrimonio y me siento en ésta para ponerme mejor las sandalias de tacón en color plateado al igual que la cartera de mano, y una vez cojo ésta me dirijo a la puerta para bajar a la recepción del hotel donde me está esperando Rob. 

Me siento nerviosa al subir al ascensor, pues en este bajaba más gente que se hospedaba en el hotel y ellos miran curiosos a la chica del vestido verde que se ha subido a éste. En cuanto el ascensor llega a la planta bajo salgo de éste a paso rápido acercándome a Rob que está de espaldas a mi mirando hacia la puerta, por lo que pongo mi mano en su brazo haciéndole mirar hacia mi.

-¿Nos vamos?

Su vista me recorre y puedo ver como alza sus cejas sorprendido aunque enseguida sonríe guiñándome un ojo antes de tenderme su brazo.

-Por supuesto, ésta noche seré la envidia de muchos, estoy seguro.

***

Observo la... ¿casa? Más bien parece una mansión, antes de llegar a ésta pero según entramos por las verjas de la propiedad se empieza a ver los invitados que van llegando, aunque por el momento no conozco a ninguno.

Nos bajamos del coche y Rob le tiende la llave de éste al chico que nos recibe, supongo que ellos se ocupan de aparcarlo.

Finalmente entramos y suspiro más tranquila al ver que no me había excedido en arreglarme de ésta manera, me lo había replanteado por la forma en la que la gente del ascensor me miraba, aunque viendo lo que veo, se que no.

Nos adentramos en la casa aunque la gente del servicio nos guía hacia el enorme jardín de la casa. Se halla decorado con un... No es exactamente un escenario aunque está preparado como tal, apenas se eleva unos cincuenta centímetros del suelo, además de con numerosas mesas redondas y sus correspondientes sillas, ligeras luces que alumbran el amplio jardín y una pequeña orquesta que ameniza la velada. Parece que será una noche agradable.

En cuanto nos divisa el señor D'amico se acerca a nosotros con una amable sonrisa en sus labios.

-Señorita Giacometti y señor Stone, me alegra que hayan decidido finalmente asistir al evento.

Ambos estrechamos la mano que el señor D'amico nos extiende y correspondemos con la misma sonrisa.

-Y a nosotros que nos invitase señor D'amico, por supuesto no dudamos en venir.

-Espero que disfruten la velada, si me disculpan, debo atender a más invitados.

-Por supuesto, no se preocupe, y muchas gracias.

Nos acercamos a la mesa de las bebidas y aunque no me apetece beber lo único que hay son copas de champagne, por lo que cojo una y doy un pequeño trago de ésta dando un vistazo a mi alrededor junto con Rob.

-¿Hay alguien a quien reconozcas?

Sigo recorriendo con mi vista el jardín pero niego con la cabeza al verdaderamente no reconocer a nadie.

-No... La verdad es que asistí a pocas fiestas con mis padres antes de irme, algunos rostros me suenan... Pero reconocer, no reconozco a nadie.

Me encojo de hombros levemente y pocos segundos después le escucho carraspear por lo que llevo de nuevo mi atención hacia él, y al ver sus cejas alzadas sigo la dirección de su mirada... Sigo buscando... Sigo... Y bingo. Massimo acaba de llegar.

-Mira, a él si le conoces.


¡Hola, hola! 

Antes de nada pediros perdón, pero es que me olvidé de la contraseña que puse y no era capaz de recuperarla... Porque... La del correo tampoco la recordaba. Lo se, soy un caso. Y siento estas tres semanas de ausencia, pero prometo subir otro capítulo entre esta noche y mañana, ¿de acuerdo? 


Lazos de sangre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora