Capítulo 19

1.4K 92 1
                                    

-Fiorella, amore, puedo explicártelo...

Aunque en esos momentos no hay palabras que a mi madre puedan hacerla entrar en razón, pues por el pequeño tic que tiene en el ojo se que su nivel de enfado ahora mismo es enorme, y aunque hace unos instantes me divertía la situación ahora ya no tanto.

-Ni amore ni mierdas, Alessandro Belloti. -En ese momento su atención vuelvo a mi y por unos instantes siento que me hago pequeña en la silla ante la intensidad de su mirada observando como se pone en pie apoyando sus manos sobre el cristal de mi escritorio.- ¿Quien más sabe que estás aquí? ¿Luca y Marco también?

No puedo hacer otra cosa que tragar saliva y aclarar ligeramente mi garganta antes de asentir removiéndome ligeramente sobre mi asiento.

-Si, y... Nonna también. Pero antes de que entres más en cólera te pido que te calmes, porque si nadie te ha dicho nada ha sido porque yo se lo pedí. Excepto Alessandro, él no se porque motivo no te ha dicho nada.

Elevo mis manos excusándome de esa manera escuchándola suspirar lentamente a la vez que vuelve a su sitio hasta sentarse de nuevo alisando con sus manos alguna arruga, que seguramente no exista, en su falda.

-Muy bien, perfecto. Hasta mi propia madre me oculta cosas... ¿Que va a ser lo próximo? -Agarra su cartera de mano antes de ponerse en pie sin mirar ahora a ninguno en concreto.- Me parece que este no es lugar para que hablemos, a lo largo de la vida he aprendido que las paredes escuchan, así que esta noche vendrás a cenar a la casa, y no sólo tú. Todos me deben una explicación.

Se encamina a la puerta sin ni siquiera esperar a mi padre, y yo no puedo hacer otra cosa salvo alzar mis cejas con perplejidad, pero no me da tiempo a abrir mi boca cuando veo como mi progenitora eleva una de sus manos haciéndome callar de inmediato.

-Sin réplicas, porque no voy a aceptarlas.

Y sin más veo como mi padre se levanta de su asiento y sale prácticamente corriendo detrás de mi madre tras hacer un leve movimiento de despedida con la cabeza.

Apenas unos segundos después suena el teléfono de mi oficina y lo cojo sin ni siquiera detenerme a mirar de donde proviene.

-¿Si?

-¿Atenea? -Se escucha la voz de mi secretaria con un toque de precaución en su voz.- Sólo quería ver si... Necesitabas algo.

Pellizco el puente de mi nariz con dos de mis dedos dejando salir un suave quejido asintiendo con mi cabeza aunque ella no pudiera verme.

-Un whisky doble y un agujero negro por el que poder desparecer.

-Lo primero te lo consigo enseguida lo segundo lo veo un poco... Imposible.

***

Estaban siendo los momentos más incómodos en mi vida desde hace bastante tiempo. Llevo apenas media hora en la que había sido mi casa durante muchos años, pero que ahora mismo me sentía una intrusa en ella.

Mi abuela se había sorprendido de verme aquí pues no había conseguido contactar con ella antes de que llegara la hora de la cena, así que me limité a formular un "lo siento" silencioso de manera que ella pudiera leer mis labios. El colmo había sido cuando por la puerta había aparecido Massimo.

Alessandro, Fiorella, Marco, Luca, Massimo, nonna Francesca... y yo. No faltábamos ni uno, y desde el primer minuto en el que todos habíamos estado reunidos mi madre no había sido capaz de guardar silencio por más de 5 segundos seguidos provocando que ninguno pudiéramos decir nada y que a mí me empezase a dar dolor de cabeza, ya no podía más.

La charla de mi madre se había basado en decir que una familia se basa en la confianza entre todos los miembros de esta, no guardar secretos entre unos y otros y ante todo la comprensión y la sinceridad, así que cuando ya no pude callar más no pude hacer otra cosa que reír de manera irónica fijando mi mirada en ella elevando una de mis cejas.

—¿Confianza, comprensión, sinceridad? ¿Lo estás diciendo en serio, madre? —Aquellas palabras habían salido de mis labios de una manera dura e irónica.— No me hagas reír, por favor. ¿Tuvisteis confianza en mí en algún momento? ¿Me comprendisteis cuando os dije que quería estudiar, y que quería estudiar arquitectura, no derecho? Pequé de ingenua creyendo que siendo sincera me creeríais en aquel entonces, pero lo único que hicisteis fue decir que era una caprichosa.

—Oh vamos, me parece inaudito que todavía sigas pensando tales cosas, más encima cuando continuas tu relación con Massimo según dice la prensa.

Mi progenitor se había mantenido en silencio hasta que pronunció esas palabras haciendo crecer mi enfado por momentos.

—Acudí a la fiesta de los D'amico y bailé con Massimo, si, pero entre el señor Di Angelo y yo no hay nada desde hace mucho tiempo. Aunque nunca lo ha habido realmente.

Mis palabras habían salido en un siseo de mis labios a la vez que me ponía en pie alejándome unos pasos de la que es mi familia.

—Si nadie ha mencionado nada acerca de mi vuelta ha sido porque así yo lo he querido, y veo innecesario esto. Además solo he venido por reuniones de trabajo, en una semana volveré a mi residencia habitual.

Al sentir la mano de mi abuela en mi brazo miro hacia ella sonriendo con suavidad estirando mi mano para dejar una suave caricia en su mejilla escuchando sus palabras.

—Hija, creo que os vendría bien hablar.

—Y yo lo quiero intentar, abuela, pero si van a seguir acusándome no voy a permitirlo.

Un golpe contra la mesa nos hace sobresaltarnos a ambas mirando en dirección de Alessandro que es quien había provocado tal estruendo.

—¡Ya está bien! Lo único que te ocurre es que siempre has sido una malcriada, siempre has hecho lo que te ha dado la gana. ¿Querías un caballo? Un caballo, si querías estudiar francés estudiabas francés, si querías piano tenías un piano. ¡Y lo único que se te pide no eres capaz de hacerlo!

La gota que colmó el vaso acaba de caer para derramar mi paciencia, por lo que sin poder aguantarme más caminé hasta ponerme frente a él más cabreada que nunca.

—¿Lo único que se me pide? Desde siempre he obedecido tus órdenes y deseos sin la más mínima réplica. Pero no porque tú quisieras iba a dejar de estudiar para ser una esposa cojín, por conveniencia tuya y mucho menos junto a alguien que había jugado conmigo. —En ese momento mis ojos se desviaron hacia Massimo mirándolo con... ¿resentimiento, quizás?.— No con la persona en la que había confiando y solamente estaba jugando conmigo por una simple apuesta con tu querida sobrina.

La piel de Massimo había bajado diez tonos y sus ojos azules se habían quedado petrificados. Su cara era un "poema", y no era para menos.

Lazos de sangre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora