Sus palabras provocan que mi estómago se convierta en un montón de nudos, sus palabras han hecho mella profunda en mi, pues jamás en mi vida habría imaginado que tales palabras hubieran salido de sus labios.
Con mis ojos inmersos en los suyos elevo una de mis manos para acariciar levemente con las yemas de mis dedos una de sus mejillas viéndole cerrar los ojos ante mi contacto e inclinar su rostro hacia mi mano, acto que hace que me encoja ligeramente en mi lugar.
—Massimo...
Estoy tan perdida en sus ojos que no soy capaz de hacer una frase en mis ojos, no soy capaz de desconectarme de ella, aunque la elocuencia de sus palabras me hace dudar de si en verdad estaba algo bebido cuando ha llegado o no, pero decido dejarlo a un lado.
—Dime algo, preciosa... ¿tú no me has echado de menos?
Esta vez es su mano la que acaricia mi mejilla y mis párpados los que se cierran, aunque no quisiera reconocerlo se que he extrañado su toque en mi piel durante todos estos años. Su perfume está cada vez más cerca de mi por lo que imagino que se ha acercado, y es entonces cuando un ligero temblor recorre mi cuerpo y no soy capaz de abrir los ojos, no se cual sería mi reacción a tenerle tan cerca.
—¿Me permites besarte...? Aunque te voy a decir una cosa dolcezza, tu respuesta no va a influir en mi decisión de hacerlo, porque no me pienso quedar con estas ganas que me queman por dentro.
Entonces abro los ojos, y le veo tan cerca que mis ojos solo abarcan los suyos, nuestros labios se rozan y las respiraciones se mezclan. Mi corazón palpita frenéticamente y por una vez decido ser egoísta, decido que quiero probar de nuevo esos labios que me encantaban... Llevo mis manos en su nuca para atraerle más a mi sellando por fin nuestros labios convirtiéndolos en uno solo.
Mis labios se mueven acompasados con los de él, y realmente parece que jamás hayan estado separados, pues bailan juntos y al compás comenzando a dar paso a un beso lleno de varios "te extraño" nunca dichos, llenos de necesidad, de amor.
Mientras que una de sus manos acaricia mi mejilla sin dejar de besarme la otra baja por mi columna acariciando el centro de mi espalda haciéndome estremecer. Me deslizo de la silla colocándome frente a él y de rodillas al igual con nuestros cuerpos juntos calmando mi sed de él, bebiendo de sus labios.
Parece que han pasado horas cuando conseguimos separar nuestros labios, pues nuestras respiraciones al igual que nuestros corazones están por completo acelerados. Apoyo mi frente contra la de él aún con mis ojos cerrados cogiendo una bocanada de aire llenando así mis pulmones, consiguiendo hablar en un susurro que sé ha sido suficiente alto para que él me escuchase.
—Yo también te he extrañado, Massimo... Pero esto no está bien... No puedo...
—Shhh... No digas que no está bien lo que me hace volver a sentirme vivo, ni que no puedes cuando ambos nos hemos extrañado...
Sus labios vuelven a rozar los míos y después se separa para levantarse y sentarse en la esquina de la cama tendiéndome sus manos para ayudarme a levantarme acomodándome después sobre sus piernas.
—Dame una oportunidad, iré despacio, te lo prometo, pero no me vuelvas a alejar de ti...
—Massimo, yo tengo que volver a Nueva York, tengo mi empresa, mi vida está allí...
—Tu empresa también la tienes aquí, y por descontado tu vida también, aquí tienes a tu familia Lessa, tus padres tus hermanos... Tu nonna.
Gruño leve al escuchar sus últimas palabras cruzando mis brazos bajo mi pecho.
—No utilices a la nonna, sabes lo mucho que la quiero y a eso se le llama chantaje emocional.
Escuchar y sentir su risa contra mi cuello provoca que los nudos que antes sentía en el estomago ahora se conviertan en mariposas revoloteando por todo él haciéndome coger aire de nuevo, paralizándome en el momento exacto en el que siento su nariz rozar mi cuello junto con sus labios.
—¿Q-que haces?
—Hueles a ti, sigues oliendo igual... Dulce y delicada.
Reprimo un jadeo de sorpresa por sus palabras cerrando de nuevo los ojos al sentir sus labios besar mi cuello.
—Massimo, para, no me dejas pensar con claridad...
—Por supuesto dolcezza, iremos despacio, tú marcarás el ritmo, de ahora en adelante no haré nada que tú no quieras.
Al escuchar algo caer contra el suelo miro hacia abajo comprobando que Massimo se había quitado sus zapatos con sus propios pies lo que me hace fruncir el ceño, y aún más cuando se levanta cogiéndome en brazos lo que provoca que rodee su cuello con los míos, para después tumbarnos a ambos en la cama.
—¿Qué se supone que estás haciendo?
—Prepararnos para ir a dormir, es tarde y no creo que pasen muchos taxis por aquí, así que hoy dormiré contigo.
Elevo una de mis cejas apoyándome sobre mis codos para mirarle a los pies de la cama dejar la chaqueta de su traje sobre el sillón en el que había estado sentada anteriormente, comenzando a desabotonar su camisa.
—¿Y que hay de eso de "de ahora en adelante no haré nada que tú no quieras"? No me has preguntado si quería dejar que te quedaras a dormir.
—Es que pensaba empezar a partir de mañana, no de este mismo instante. Me imagino que no tienes nada que puestas prestarme, ¿cierto?
—Imaginas bien, si.
—En ese caso...
Desabrocha su pantalón y se lo quita dejándolo junto a la chaqueta y camisa de su traje, caminando después hacia la cama y mi vista recorre todo su cuerpo sin poder evitarlo, no había duda de que él también se había ejercitado durante estos años.
Por descontado para nada me esperaba que al tumbarse en la cama lo hiciese pegándose a mi espalda y rodeando mi cintura con su brazo pegándome así más a él sintiendo el calor de su cuerpo.
—Massimo, no me he puesto el pijama, estoy en albornoz...
—Mala suerte preciosa, hoy te tocará dormir así.
Deja un beso en mi mejilla y otro en mi clavícula acomodándose nuevamente contra mi antes de estirar el brazo para apagar la luz de la habitación susurrando en mi oído.
—Dulces sueños, dolcezza.
¡Buenas tardes días o noches!
Espero que os haya gustado el nuevo capítulo, y al igual que en el anterior, me comentéis que os parece :)
Un saludo a todos, nos vemos pronto.
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Lazos de sangre.
RomanceAtenea Alessandra Belloti Giacometti se fue de su casa con 17 años con el único apoyo de su abuela materna, abandonó Roma para irse a Nueva York. Ocho años después vuelve a la tierra que la vio nacer convertida en una mujer totalmente diferente a a...