No sé en que momento ocurre pero me quedo dormida en la silla de la terraza en la que me había sentado y los rayos del sol al amanecer son los que me hacen despertar. Profiero un gruñido de mis labios al estirarme pues me duele cada parte de mi cuerpo por la incómoda postura en la que me había quedado dormida.
Me levanto de la silla estirándome un poco para intentar quitar el agarrotamiento de mis músculos de encima caminando directa hacia la ducha, ni siquiera miro la hora. Me tomo mi tiempo en la ducha, el agua siempre me ha ayudado y teniendo en cuenta que además del dolor de cuerpo que voy a tener todo el día se le suma el dolor de cabeza que tengo instalado... No quisiera salir de debajo del agua.
Hoy opto por algo cómodo y fresco vistiéndome con un vestido de gasa ceñido hasta la cintura y suelto hasta un poco por encima de las rodillas en color rosa palo junto con unas cuñas y un bolso de mano en negro con un maquillaje ligero y el pelo suelto.
Cojo un taxi para llegar hasta la oficina y una vez llego a ésta subo directamente a mi despacho parándome a hablar con mi secretaria mientras froto mi sien con dos de mis dedos.
-Buenos días Miranda, ¿me podrías traer un café y una pastilla para el dolor, por favor? Y también cancela las citas que no sean reuniones importantes, posponlas para cualquier otro día.
-Claro, voy por ese café y en cuanto vuelva lo cancelo.
-Muchas gracias.
La dedico una suave sonrisa antes de adentrarme en mi despacho cerrando la puerta tras de mi para dirigirme al sillón y sentarme en este a la par que enciendo el ordenador y la tablet revisando unos documentos importantes.
Un toque de nudillos en la puerta apenas un par de minutos después me hacen levantar la vista hacia esta riendo con suavidad.
-Pasa Miranda, tú no hace falta que llames...
-Por si estaba ocupada, aquí le dejo su café y la pastilla.
Profiero un gemido de alivio al escucharla cogiendo la taza que me tiende para beber de esta y tomarme la pastilla.
-Mil gracias. Tampoco me pases llamadas si no son importantes, ¿vale?
-De acuerdo.
Tras asentir Miranda se marcha volviendo a cerrar la puerta tras de si, por lo que vuelvo a sumergirme en el trabajo concentrándome en los papeles que tengo delante nuevamente.
Apenas pasa media hora cuando el sonido de unas voces altas en la recepción llaman mi atención desviando mi vista del ordenador hacia la puerta frunciendo mi ceño, ¿qué es ese jaleo?
-...¡Tengo derecho a pasar!
Aquellas palabras hacen que mi ceño se frunza aún más, aunque no logro reconocer la voz al mezclarse con otras, por lo que me levanto dirigiéndome a la puerta para abrir esta y ver que sucede, ¿quien se supone que tiene derecho a pasar?
-¿Que está pasando aquí, que es este jaleo?
Miro hacia Miranda quien me mira con una disculpa en sus ojos aunque se que ella no tiene la culpa, y desvío después mi mirada hacia las otras dos personas que había.
Mi cuerpo se queda petrificado en el momento en que fijo mi vista en ambas personas. Un exasperado Alessandro que aún no ha reparado en mi presencia y una asombrada Fiorella que sí lo ha hecho.
-Así que es cierto...
-Fiorella todo el mundo nos está mirando no podías ser un poco más...
-¡Sh! Esto no va a ser nada para lo que te espera a ti después...
Aprieto mis labios para no reír al ver como Alessandro tragaba duro al escuchar las palabras siseantes de Fiorella, después de todo... No todo ha cambiado. Ella asusta a cualquiera cuando se pone así.
-Miranda ahora más que antes no me pases ni una sola llamada por muy importante que sea a menos que sea el señor Stone, por cierto avísele de que no se si podré asistir a la reunión que tenemos en unos minutos, dígale que los señores Belloti están aquí, él sabrá.
Una vez asiente me giro hacia los dos pares de ojos que no me quitan la mirada de encima en ningún momento, señalando después mi despacho.
-Pasad y sentaos.
Sin decir una palabra se adentran en éste y yo detrás de ellos cerrando nuevamente la puerta antes de tomar asiento en mi silla de nuevo, frente a ellos en las sillas frente a la mía.
-¿Y bien?
Evito mirar a cualquiera de los dos directamente a los ojos por lo que dejo mi mirada vagando de uno a otro recostándome en la silla, aunque es Fiorella quien hace un sonido indignado inclinándose ligeramente dejando algo sobre la mesa de mi escritorio empujándolo hacia mi por lo que ahora desvío mi mirada hacia lo que veo que es una revista.
-Página 12.
Suspiro removiéndome ligeramente incómoda estirando mi brazo para coger la revista y abrir ésta por la página indicada y cuando mis ojos lo ven estos se abren más de lo normal haciéndome soltar un jadeo de sorpresa.
-¿Que demonios..?
"Anoche en la fiesta de los D'Amico se pudo ver al reconocido abogado Mássimo Di Angelo (27) bailando con la joven empresaria y arquitecta Atenea Giacometti (25). Se vio a ambos jóvenes bailando con demasiada cercanía y privacidad. ¿Será que la joven arquitecta ha conquistado al abogado? Si es así, desde nuestra revista les mandamos nuestros mejores deseos a la pareja."
-Me he tenido que enterar por una revista que mi hija está en Roma. Alessandra, ¿desde cuando estás aquí? ¿Porqué no nos has dicho nada? ¿Massimo ha sabido todo este tiempo donde estabas, no es así? ¡Seguisteis con vuestra relación y todo!
-Alto alto alto... Lo primero me llamo Atenea, no Alessandra. Lo segundo... Llevo aquí una semana y me sorprende que no supieras antes que estoy aquí...
Miro hacia Alessandro sonriendo de manera lobuna, era mi turno de divertirme. Al ver mis intenciones enseguida veo como niega con la cabeza, pero hago caso omiso mirando ahora hacia Fiorella sonriendo aún.
-Si al día siguiente de llegar tuve una reunión con Alessandro...
En el instante en el que las palabras abandonan mis labios veo como él lleva una mano hacia su rostro frotando éste y como Fiorella gira su rostro lentamente hacia Alessandro con mirada asesina, y es que está en serios problemas.
-Tú, traidor. Sabías que está aquí de hace una semana... ¿¡Y te atreves a no decirme nada!?
¡Hola hola! Siento la tardanza, pero de verdad no eh podido escribir antes, espero que os guste :)
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Lazos de sangre.
RomanceAtenea Alessandra Belloti Giacometti se fue de su casa con 17 años con el único apoyo de su abuela materna, abandonó Roma para irse a Nueva York. Ocho años después vuelve a la tierra que la vio nacer convertida en una mujer totalmente diferente a a...