Hoy es el primer día de este precipitado y para nada racional plan. Mi frente suda y mis manos tiemblan, pero no daré ni un paso atrás.
Camino hasta mi casillero entre el gentío y busco mis cosas mientras miro disimuladamente la entrada para saber el momento en el que Rowen pise el instituto. Aunque nunca es puntual, no pierdo nada con esperarlo. Miro las cosas en mi bolso, mis libros y el labial rosa que le había robado a mi hermana están donde siempre, también veo que lo que compré está en orden y no se había derretido o estropeado encima de mi vieja bicicleta.
Nadie me había dicho que comprar chocolates fuera tan vergonzoso y menos si la vendedora era una vieja fastidiosa que te mira como si estuvieras tramando como asesinar a un corderito. Un oso salvaje sería más apropiado en mi caso.
¿Qué le diré cuando lo vea? ¿Toma, compré estos chocolates para ti? Tal vez funcione, o puede que me gane un pasaje gratuito al hospital, en todo caso, debo esperar a que nadie esté presente, ya que, si se empieza a rumorar que me gusta Stixx, se arruinaría por completo el plan.
—¿Qué escondes ahí, Dani? —pregunta mi mejor amigo Greg al acercarse. Doy un respingo para nada masculino y rápidamente cierro mi mochila.
—Nada Greg, viniste temprano hoy —comento nervioso y evito su mirada. Muchas veces me habían dicho que soy malo ocultando secretos, lo cual es cierto. Es por eso que me encuentro en esta situación, no quiero que lo descubran sin que tenga un respaldo seguro. Espero que Greg no me empiece a interrogar como siempre lo hace.
—Dani, estás raro —afirma mientras se acerca más a mí y me mira fijamente.
—¡Deja de hacer eso! —empujo su rostro lejos. Sus ojos azules me miran con diversión.
—¿Te molesta que me acerque, pequeño Dani? —dice invadiendo mi espacio personal de nuevo.
—Ya basta, Greg.
Cuando mi amigo se lo propone en verdad es fastidioso. Empujo su torso, ese que ahora lo presume por sus idas al gimnasio y me alejo. Espero que no haya notado que me quede tocándolo más de lo debido. No es mi culpa que mi mejor amigo se haya puesto sexy con los años y yo me haya quedado como un enclenque.
—Oh, mira quien viene ahí —mi corazón deja de latir al pensar en mi víctima—, es Leah, la chica que te gusta —vuelvo a respirar.
Me doy la vuelta a mirar a Leah. A cualquier chico le gustaría una pelirroja alta, hermosa y de ojos claros como lo es ella, a cualquier chico que no fuera gay, por supuesto. Me resigno al pensar que tendré que actuar como si me gustara de nuevo. Hace unas semanas traté de ser lo más creíble posible y me confesé a Leah en el comedor delante de todos para que así no hayan dudas sobre mis sentimientos. Fue vergonzoso, humillante y todos los sinónimos de la palabra. Jamás volveré a pasar por un espectáculo público como aquella vez. Tal y como lo había supuesto, ella se rió de mí hasta las lágrimas, pero lo que me sorprendió fue que me adoptó como su mascota, o al menos yo lo sentía así, ya que me mandaba hacer recados como a uno y lo peor era que tenía que fingir que estaba aún colado por ella y hacer todos sus locos encargos. Todo sea por las apariencias..
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El capricho de Daniel
Teen Fiction«Estoy desesperado. Harto de ocultar quien soy, pero tengo miedo de que me señalen con el dedo y se rían de mí, si tan solo pudiera salir del clóset con un novio rudo a quien nadie se atrevería a molestar. ¡Eso es! Debo conquistar al chico más temid...