Capítulo 12

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Ese domingo me pasé en mi habitación rememorando la cita con Rowen, o mejor dicho, el beso que casi hace que mi cabeza viaje hasta las nubes

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Ese domingo me pasé en mi habitación rememorando la cita con Rowen, o mejor dicho, el beso que casi hace que mi cabeza viaje hasta las nubes. Ni siquiera me atrevo a sacar la bufanda de mi cuello, no es como si hiciera falta, desde el sábado se viene un clima más fresco de lo normal, lo que hace perfecta mi excusa para no despegarme del pedazo de tela.

La que tampoco quiso despegarse ni un segundo de ella, fue Dorothy. Quise espantarla los primeros minutos, pero sus patitas de reptil endemoniado se adherían tan fuertes a la tela de la bufanda, que no pude apartarla de ella, y por ende, de mi cuello. Así que llevamos conviviendo juntos desde ese día. Me preocupé al pensar que Rowen vendría por ella, pero como ni mi número de teléfono tiene y menos mi dirección, debió haber estado desesperado. La perfecta venganza por sus palabras.

Ahora, en medio del desayuno, miro a Dorothy, o más bien la siento, porque le gusta esconderse con el color de la tela; y me doy cuenta de que no le he dado comida desde que vino conmigo, ¿qué se supone que comen los camaleones? Ni siquiera puedo preguntarle a mi mamá porque como yo, odia esas cosas con patas. Lo buscaría en internet, pero tampoco tengo teléfono, cosa que aún no se lo dije a mis padres o me castigarán. Tampoco tengo ganas de prender la compu para buscar.

A escondidas de mi madre, agarro un pedazo de fruta y la acerco hasta Dorothy. No hace ni un amago de tomarla. ¿Ahora qué? Si Rowen llega a enterarse de que no le di de comer al reptil, lo nuestro definitivamente no tendrá futuro, aunque desde mi perspectiva, no es que lo tenga de todos modos.

—Dani, ya apúrate o perderás el autobús —como siempre, me quedé perdido en mis pensamientos y ya mi hermana se fue hace rato. Me levanto del lugar y trato de que Dorothy no se caiga. Me impresiona que no haya muerto de hambre en estos días.

Me voy hasta la parada y mi hermana se aleja varios metros de mí, lo cual agradezco no vaya a mudarme su cerebro de mosquito. Al llegar el autobús, me subo primero y pago mi boleto, me siento solo en uno de los asientos esperando que Dominik no se ausente hoy. Desde el fondo ya escucho el cuchicheo de cotorras que mi hermana y sus amigas hacen acompañado de risitas tontas y sin sentido. Si tan solo tuviera mis auriculares...

El autobús empezó a ir más rápido y al parecer asusta a Dorothy que deja de camuflarse por un rato y mira alrededor con un signo de interrogación. La agarro y se sostiene fuerte por mis dedos como si tuviera miedo. Me da algo de pena verla así, por lo que abro mi mochila y la meto allí, la miro y veo que se queda quieta en el lugar, supongo que le gusta el espacio abierto que deja mi falta de libros y cuadernos. Me da flojera llevar tantos por lo que siempre escribo todo en uno solo.

Al escuchar aún más barullo en el autobús, me doy cuenta de que llegamos a la parada donde se sube Dominik. Suspiro de alivio al verlo subirse y noto que el abrigo que lleva es de una buena marca, ¿si tiene dinero, por qué va en autobús? Me pregunto. El saluda a las chicas que le sonríen y cuando sus ojos se posan en mí, extiende una sonrisa, sin embargo, a medida que se acerca, su rostro muestra confusión.

El capricho de DanielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora