Capítulo 20

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Despierto con un fuerte dolor de cabeza que me impide siquiera abrir los ojos

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Despierto con un fuerte dolor de cabeza que me impide siquiera abrir los ojos. A lo lejos, escucho que alguien llama mi nombre y mientras más distingo la realidad, me doy cuenta de quién es el que está hablando.

—Daniel, ya despierta.

No quiero abrir los ojos, pero unas manos cálidas me están dando palmaditas en el rostro. Finalmente, dejo a la luz entrar en mi campo de visión, pero de inmediato quedo ciego y el dolor de cabeza se refuerza.

—Cielos, al fin reaccionas. Me has dado un gran susto.

Rowen está a unos centímetros de mi rostro y luce aliviado. Miro de un lado a otro y me doy cuenta de que estoy en su habitación, ¿cómo llegué aquí? Ahí es cuando recuerdo lo que pasó en el cementerio.

—¡Un fantasma! —digo mirando a los lados y agarrando la cobija con la que me estoy tapando para cubrirme con ella.

—¿Todavía sigues con lo mismo? No pierdes el tiempo —dice Rowen con decepción.

Es verdad, ¿cómo se supone que va a creerme? Pero de inmediato me percato de otra cosa.

—¿Cómo hiciste para llegar aquí conmigo?

—Bueno, te desmayaste en medio del cementerio y no tuve más opción que hablarle al guardia desde adentro para que me deje salir. Por tu culpa, el hombre está furioso conmigo por haber entrado, y contigo también por cierto, y dudo que la próxima vez me deje entrar.

Me hundo en mi lugar ante el tono de reproche de Rowen. Esta vez lo arruiné todo y soy consciente de ello.

Él no dice nada más y yo tampoco, temo dejar las cosas aún peor si abro la boca.

Rowen se levanta y lo sigo con la mirada.

—Iré a decirle a mi abuela que ya estás bien, ya que se puso a preparar una infusión quién sabe de qué hierba para poder reanimarte.

Antes de poder agradecerle por el gesto, se va y cierra de un golpe la puerta.

—¡Soy un grandísimo idiota! —me acuesto en la cama y me lamento —¿Por qué justo a mí se me tiene que aparecer un maldito fantasma?

Aunque era uno muy apuesto, pero sea como sea, es un maldito espíritu.

¿Acaso no me habré golpeado la cabeza cuando me caí? Eso pudo haber sido, todo fue una ilusión creada por mi mente a partir de la vieja foto que una vez vi. ¡La foto! Digo acercándome al escritorio en busca de la misma.

Entre revoltijos y cosas por doquier, finalmente encuentro la imagen, pero antes de poder mirarla con claridad, algo salta a mi pecho. Esta vez no me asusto porque ya sé de quien se trata.

—¡Dorothy! ¿Me extrañaste? —pregunto al ver a la camaleón sobre mi pecho. Ella sube y se pone en mi cuello como siempre. Al parecer es su posición favorita— Yo también te extrañé, quien diría que te agarraría cariño —con uno de mis dedos, le acaricio la cabeza. No sé si le gusta o no porque no es el reptil más expresivo del mundo, pero no huye del contacto, por lo que lo tomaré como que le encanta.

El capricho de DanielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora