¿De casualidad mencioné que no sería el único en ser castigado? Pues estaba equivocado. El permiso para llegar tarde del que habló la abuela de Rowen resulta ser cierta y ahora soy el único que está encerrado en la vieja habitación de castigos con nada más que la compañía de mi distraída mente.
¡Encima Rowen tuvo el descaro de reírse de mí cuando me castigaron al entrar al instituto!
Solo por eso, pierde un poco de su atractivo para mí. Bueno, no, pero casi.
Miro de arriba a abajo, de izquierda a derecha y todo está en completo silencio, si no hubiera puesto mi celular en la mochila antes de entrar, por lo menos me serviría de distracción ahora, pero hasta eso me prohibieron para traerme aquí.
Me levanto del sillón para que mis piernas no terminen entumecidas y camino alrededor de la sala de castigos, observo unos cuantos libros, pero no leería algo por voluntad propia ni por más aburrido que esté. Después de los textos, solo hay cuadros y hojas sueltas. Ni siquiera hay muebles, solo dos sillas de madera y el estante de libros junto con un escritorio viejo y que parece albergar cucarachas por el ruido que se escucha en los cajones.
Me pregunto si me habré levantado con el pie izquierdo hoy y no me di cuenta. Hoy a la noche tendré que atarla por la cabecera de la cama así no vuelvo a cometer el mismo error.
Solo espero que mi papá pueda arreglarme mi bicicleta o tendré que tomar el apestoso autobús con mi hermana. No, antes muerto.
Vuelvo a observar los libros, jamás pensé en estar tan desesperado como para agarrar uno sin que nadie me obligue, pero si no lo hago, moriré del aburrimiento.
—¡Aléjate de esos libros, muchacho maleducado! —grita una voz que me hace querer salir corriendo.
—Viejo Berny, ¿qué hace aquí? —No lo oí entrar, este hombre parece un ninja por lo silencioso que es.
—¿Me acabas de llamar viejo, mocoso? ¿Por qué siempre envían inoportunos como tú? —se empezó a quejar como todos los días—. ¿Habla en clases? Ve al cuarto de castigo, ¿corre por los pasillos? Ve al cuarto de castigo. ¿Te huelen los pies? Ve al cuarto de castigo, ¡pues resulta que es mi oficina!
—No tenía idea Berny, no sabía que los conserjes tuvieran oficinas.
—Claro que no, de seguro piensas que estoy las veinticuatro horas del día trapeando y ni siquiera descanso. Solo soy un empleado más para todos ustedes, ni siquiera me ven como una persona.
Ay no, en que me metí ahora. Lo último que quiero es escuchar las rabietas de otra persona. Tengo suficientes con las mías.
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El capricho de Daniel
Teen Fiction«Estoy desesperado. Harto de ocultar quien soy, pero tengo miedo de que me señalen con el dedo y se rían de mí, si tan solo pudiera salir del clóset con un novio rudo a quien nadie se atrevería a molestar. ¡Eso es! Debo conquistar al chico más temid...