Capítulo 11

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Grito más fuerte de lo que esperé y en medio de mi euforia, escucho como la puerta se abre

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Grito más fuerte de lo que esperé y en medio de mi euforia, escucho como la puerta se abre.

—Enano, ¿qué pasa? —pregunta Rowen, al que ni siquiera puedo mirar por el horror que estoy sintiendo.

—¡Una largatija! ¡Hay una jodida lagartija en mi ropa! —oficialmente parezco una loca histérica, pero esa cosa es tan fea y se adhiere tan fuerte a mí, que no puedo evitarlo.

No escucho la respuesta de Rowen, pero no hizo falta porque de inmediato se pone a carcajear, antes de lanzar un improperio en su contra, él levanta a la lagartija y la sostiene a la altura de su pecho desnudo. ¿¡Desnudo!? Lo miro de arriba a abajo cuando me doy cuenta de que está empapado y del apuro que tuvo a causa mía, sólo hay una diminuta toalla enredada en su cintura.

Si la lagartija casi hace que se me pare el corazón, el cuerpo de Rowen  casi hace que se me pare otra cosa.

—Mi pequeña Dorothy, ¿este enano te asustó? —para mi asombro, se refiere al insecto, el cual parece escucharlo atentamente.

—¿Por qué hablas con esa fea lagartija?

Rowen mi mira con lo que supongo es indignación.

—No es ninguna lagartija. Es Dorothy y es mi camaleón.

Con dificultad, desvío mi vista del cuerpo semi mojado de Rowen y miro la cosa horrible que sostiene con cariño. Ahora que lo veo con más concentración, no es una lagartija, sino más bien un reptil un poco más grande, de color marrón y con ojos saltones que parecen observarme con enojo.

—¿Por qué esa cosa horrorosa tiene nombre? —aunque me muera de ganas de mirar a mi futuro esposo en todo su esplendor, ese animal hace que aparte la vista con temor. ¿Cómo puede ser tan fea? ¿Y por qué siento que me está mirando?

—Porque es mi mascota, idiota. Vuelves a llamarla de mala manera y te saco afuera con lluvia incluida —Oh oh, solo para asegurar, hecho un vistazo por la ventana y por más que las cortinas azules no me dejan ver afuera, todavía se escucha el goteo incesante de la lluvia.

Me trato de calmar, solo es un simple ¿camaleón? Es muy pequeña, no puede hacerme daño, ¿cierto?

Rowen acaricia la rasposa cabeza de esa cosa y lo vuelve a poner sobre el escritorio. Yo sigo sus movimientos y por más que me gustaría echar miradas a su espalda, mi cerebro me dice que no pierda de vista a la cosa.

Rowen le dice unas cuantas cosas más y voltea hacia mí. Trago saliva al ver su mirada gélida y me preparo para un regaño, pero otra cosa llama su atención. De inmediato se acerca y me saca de las manos la foto enmarcada que no me percaté que aún llevaba conmigo.

—¿Por qué tocas mis cosas? —me pregunta enojado.

—Lo siento, estaban sobre tu escritorio —digo temiendo enojarlo más, no quiero que las cosas empeoren más de lo que ya están.

El capricho de DanielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora