Capítulo 16

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Me siento como un dinosaurio a punto de entrar en extinción y la razón es, que como a aquellas criaturas antiguas, una lluvia de meteoritos vino para arrasar con todo mi ser

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Me siento como un dinosaurio a punto de entrar en extinción y la razón es, que como a aquellas criaturas antiguas, una lluvia de meteoritos vino para arrasar con todo mi ser.

El nombre de aquel brillante meteoro no es otro que Daniel.

Un enano común y corriente, con un optimismo fastidioso hasta la muerte y perseverancia envidiable para cualquier persona. Y se supone que estamos saliendo. Jamás pensé que llegaría el día en que me liara con un hombre. Pero bueno, siempre hay una primera vez.

Estoy jodido.

¿Cómo llegué a esta maldita situación? Debido a mi gran debilidad: la culpa. Sí, lo sé. Ridículo. ¿Acaso me veo como un sujeto que sabe lo que es ese sentimiento? Pues no, y para mi desgracia, ese maldito enano ya se ha ganado demasiadas disculpas de mi parte debido a ello.
Pero hay una cosa que no se puede negar.

Sus besos son arrolladores.

¡Vamos! ¡Es un chico! Un chico que sabe muy bien como enrollar su lengua con la mía fingiendo ser un inexperto, lo cual solo me prende más. Ese idiota de seguro lo estuvo
practicando, haciéndose el inocente cuando es obvio que de eso no tiene nada. Ya he comprobado esa mente astuta por debajo de la cara de niño bueno, más de una vez.

—Stixx, ¿faltando a tus obligatorias de nuevo? —la voz del prefecto irrumpe en mi lugar favorito.

Ruedo los ojos. Este hombre es el ser más fastidioso que conozco, después del enano, obvio. Si no fuera porque ya me ha salvado demasiadas veces de los castigos, ni me molestaría en
voltear.

—Ya las tomé el día de ayer.

—Ayer no hubo clases.

Rayos, no puedo ser más estúpido.

—¿Qué no tenía las optativas? —mi desinterés por las clases es tan obvio, que no si no lo capta, sería patético.

—Déjate de juegos, Stixx. Ni siquiera yo puedo salvarte de todo. Además —agrega con una chispa
de maldad—, ya ni siquiera eres amigo de mi hijo, así que no tengo la obligación de hacerlo.

Otra vez Dominik se aparece en la conversación, entiendo que antes éramos los mejores amigos, o al menos yo siempre lo vi de ese modo, pero eso jamás volverá a pasar. No después de haberme traicionado de aquella manera y haberme arrebatado a la persona que más quería en la vida.

—Recurriendo al chantaje de nuevo, que poco original —respondo hosco.

—Tenía que intentarlo —se encoje de hombros—. Ahora ve a clases o me encargaré de clausurar este lugar —agrega más serio.

Con un suspiro de resignación recojo mis cosas. Ni siquiera yo soy intocable.

—Por cierto —me interrumpe el prefecto—, ese niño Daniel, ¿qué tan amigos son ustedes?

El capricho de DanielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora