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La humedad que los recibió, llevó al moreno de orbes café a preocuparse. A simple vista se notaba que aquel departamento no estaba en condiciones para vivir. Necesitaba muchas reparaciones que obviamente no se lograrían de la noche a la mañana.

―¿Quieres algo de beber? ―Dylan se giró a ver al chico que lo miraba un poco tímido o quizás era apenado. El mayor negó y Nicholas asintió invitándolo a tomar asiento en el sofá que allí había.

El muchacho de veinticinco años, se sentó y observó a Nicholas. No sabía cómo era el departamento anterior, pero algo dentro de él le decía que estaba en mejores condiciones que el actual. Las paredes parecían que podrían derrumbarse en cualquier momento sobre ellos y ese pensamiento preocupó a Dylan al punto de hacerlo posiblemente cometer una locura.

―¿Desde cuándo estas aquí?

―Desde ayer... ―susurró Nicholas jugando con sus pulgares. Dylan asintió y volvió a formular una nueva pregunta.

―¿Por qué? ¿Qué paso con el antiguo departamento? ―el menor alzó la mirada y observó a su compañero negando. Dylan suspiró y sin previo aviso, tomó las manos ajenas para acariciarlas. ―Nich, sé que no tenemos mucho de conocernos, pero somos amigos y los amigos están para ayudar. Dime que sucede, por favor.

Nicholas bajó la mirada y la posó sobre sus manos. No sabía si era correcto, pero se sentía muy feliz de que su amigo se preocupara por él.

―Tuve un problema con mis padres. Dicen que estoy bastante grande para que costeen mis gastos. Terminaron el contrato con el departamento anterior y congelaron mis tarjetas...

―¿Y qué hay de la universidad? Tienen habitaciones allí, ¿cierto? ―el menor asintió y el mayor frunció el ceño al no entender.

―Le pidió al director que no me dejara quedarme allí. El director sin embargo me daría plazo hasta el miércoles... ―susurró haciendo una pequeña mueca. ―, tenía algo de dinero ahorrado y dividiéndolo entre la comida y los gastos de la universidad, solo me alcanzó para quedarme en este lugar. ―Dylan hizo una mueca. No entendía aquella actitud de los padres de Nicholas. ―De igual forma, será temporal. Lucas, mi mejor amigo, me encontró un trabajo, es en una cafetería. Trabajaré allí desde mi salida hasta las nueve o diez de la noche.

―¿Y es cerca? ―Nicholas ladeó un poco el rostro y luego alzó sus hombros. ―¿Te vienes caminando? ―un asentimiento en forma de respuesta fue la que obtuvo el mayor.

Dylan suspiró y acercó a Nicholas más a él para abrazarlo suavemente. Su mano se posicionó en la espalda ajena, propinándole caricias por encima de la camisa. Nicholas en ese momento sentía su cuerpo desfallecer. Se sentía tan seguro en aquellos brazos.

―No te preocupes, Dylan. Estaré bien, mejor dime, ¿para qué me buscabas? ―Dylan lo miró y negó. La invitación al baile podía esperar, primero necesitaba solucionar la situación que tenía frente a él.

―Eso no importa ahora. Quien importa eres tú. ―bajando la mirada, se encontró con aquellos ojos grises que lo miraban con ternura y posiblemente miedo. Su pecho se estrujaba ante aquella mirada. No podía permitir que él siguiera pasando una noche más allí. ―Te vendrás a vivir conmigo.

―¿Qué? ―aquel grito causó que ambos se exaltaran deshaciendo el cómodo y reconfortante abrazo. ―Estás loco.

―Posiblemente. Nicholas, no voy a permitir que pases otra noche aquí. ―Nicholas se levantó negando mientras comenzaba a caminar de un lado a otro.

―No, no. Estás loco, Dylan. No puedes meter a un extraño a tu casa. Además, no esta tan mal, digo, necesita unas reparaciones pero no viviré aquí hasta que muera y no, no iré contigo a tu casa. ―el menor hablaba con tanta rapidez que el chico de orbes café evitaba reír por la ternura que le causaba.

Treinta CitasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora