30

3.1K 357 68
                                    

Las nubes grisáceas de aquella mañana mantenían oculto al sol tras de sí mismas. Las pequeñas gotas de lluvia que caían sobre el lugar, eran lo suficientemente débiles para perderse en la suave y gélida brisa que solo lograba mover las hojas de algunos árboles, y jugar con las hebras de cabello de alguno de los presentes. Todo aquello resultaba un tanto lúgubre, era como si la naturaleza misma hubiera decidido acompañar a aquellos humanos en su dolor, en su pérdida.

El padre se encontraba realizando la misma rutina de siempre, orando por el alma y agregando algunas palabras que pudieran darle confort a los familiares, pero hasta él sabía que no había nada que pudiera reconfortar a una persona cuando ha perdido a un ser querido. Cada uno de los presentes se encontraba inmutable a los acontecimientos en su entorno; algunos solo escuchaban con atención y otros mantenían su mirada sobre aquel féretro de tono oscuro que los transportaba a otra dimensión como si de un agujero negro se tratara.

Lucas y Vanessa se encontraban abrazados mirando al frente. La pareja no había tenido muchas oportunidades para conocer al difunto, pero habían escuchado muchas cosas de él gracias a Nicholas. El saber que gracias a él su mejor amigo seguía con vida, les hacía confirmar que en ocasiones las personas podían cambiar. Daniel posiblemente había sido el peor hermano del mundo, pero cuando tuvo que decidir entre su vida y la felicidad de su hermano, no dudo en tomar la decisión que le regresara a Dylan, toda aquella alegría que él en algún momento le había arrebatado.

Dylan y Nicholas se mantenían abrazados, intentando darse confort el uno con el otro. Dylan había perdido a su hermano, aquel que cuando pequeños le cuido. Que cuando adolescente le molesto. Y que durante su etapa adulta lo hizo subir y bajar como en una montaña rusa. Le había dejado lecciones, algunas por las buenas y otras por las malas, pero Dylan no quería solo eso, le quería a él, a su hermano. Lo extrañaría horrores, sus bromas, sus chistes, sus molestias e incluso sus absurdas insinuaciones de quitarle a Nicholas. 

El moreno de orbes café observó al chico junto a él, aquellas mejillas sonrosadas por el frío y esos orbes grisáceos brillosos y acuosos por las lágrimas. Gracias a Daniel él estaba allí. Gracias a su hermano tendrían una nueva oportunidad la cual se encargaría de aprovechar, pues no dejaría que tal sacrificio fuera en vano.

David por otro lado solo suspiraba en un intento de calmar sus lágrimas. El dolor de perder a una esposa no se comparaba con el de perder a un hijo. Los padres siempre quieren que sean los hijos quienes los entierren, no al revés. David no debía estar allí, dándole el último adiós al cuerpo que una vez perteneció a su adorado hijo, pues él era una de las personas que pensaba que cuando alguien fallece, su alma sale para ser libre y tan solo queda el cuerpo listo para ser comido por los gusanos y descompuesto con el pasar de los años. David tan solo esperaba que donde sea que estuviera su muchacho, fuera junto a Laura. 

El hombre giró su rostro y prestó atención a Jonathan. Con cuidado le sujetó de la mano en un intento de animarlo, de hacerle entender que él y todos los allí presentes compartían y entendían su dolor.

Jonathan tan solo mantenía la mirada perdida, recordando cada momento con Daniel. Tantas veces habían peleado o coqueteado y nunca decidieron avanzar más allá. Jonathan se sentía enojado, frustrado, desorientado. Entendía que las cosas en ocasiones sucedían por algo, que con el pasar del tiempo encontraría una respuesta que lo satisfaciera, pero él no quería esperar. Él quería saberlo allí mismo, ¿por qué se le había arrebatado la oportunidad de amar, de enamorarse, de ser feliz? ¿Por qué Daniel y él habían reaccionado tan tarde? ¿Por qué no habían dejado los prejuicios de lado? Había tantos porqués sin respuestas, que Jonathan creía que explotaría.

Colocándose de pie al igual que el resto, el castaño observó como el padre se despidió, permitiendo que los demás también pudieran hacerlo. El muchacho dejó que David y Dylan lo hicieran primero, seguido de Nicholas, Lucas y Vanessa y algunos que otros compañeros de trabajo. Jorge también se encontraba allí, lamentando con fuerza aquella terrible perdida, se sentía culpable de todo eso, pues él debía haberse encargado personalmente de Miles; sin embargo lo hecho, hecho estaba y no podía regresar en el tiempo para enmendar su error.

Treinta CitasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora