24

2.6K 374 54
                                    

―¿Qué haces aquí, Miles? ―el rubio cruzó sus brazos mientras alzaba una de sus cejas y observaba al contrario escrutando cada parte de su rostro. El mencionado se levantó de la silla y caminó hacia Daniel sonriéndole.

―¿Así me recibes? Vaya, en serio has cambiado, Dani. ―una vez frente a frente, el muchacho llevó sus manos a los hombros del rubio, quien no dudó ni un segundo y se alejó comenzando a caminar a su escritorio.

―¿Qué quieres, Miles? ―Daniel tomó asiento en el borde del escritorio y miró al ajeno en silencio, en espera de una respuesta.

Miles tan solo sonrió y se encogió de hombros caminando hasta este. Esta vez había decidido tomar asiento en uno de los sofás que allí había para poder estar más cómodo y ver al mayor. El castaño tan solo jugueteó un poco con su labio inferior en un intento de seducción, pero el rubio ni siquiera se inmutó por ello. Tan solo se mantuvo mirándole fijamente a los ojos, esperando a que el castaño tomara la palabra.

―Bien, creo que resultas ser más fuerte que tu hermano últimamente. ―dijo molesto, cruzando sus brazos a la altura de su pecho, intentó imitar al rubio aunque fracasó en el intento; sus planes aquella tarde no le permitían dejar que Daniel se tomara las cosas con seriedad.

―Lo que hagas o dejes de hacer con mi hermano es problema de ustedes. ¿Por qué viniste hasta acá? ¿Quién te dejo pasar? ¡Responde, maldita sea! ―gritó el chico causando que el castaño se exaltara y suspirara mirando a otra parte.

―Necesito un favor tuyo...

―¿Un favor? ―comentó entre risas el rubio mientras negaba. ―¿En serio, Miles? Creo que has venido al lugar equivocado, yo no pienso hacerte ningún favor. Ahora lárgate. ―ordenó señalando la puerta con una de sus manos. El castaño sin embargo ignoró esto y se colocó de pie para verlo frente a frente.

―Daniel en serio, necesito que me ayudes. Por favor... ―susurró llevando sus manos al rostro del rubio. El chico sujetó las manos de Miles y las apartó de su rostro con algo de brusquedad, ejerciendo una fuerte presión alrededor de las muñecas del castaño. ―Daniel, suéltame, me estás haciendo daño.

―¿Daño? ¿Me hablas de daño? ―el rubio sonrió con ironía y soltó al chico con todas sus fuerzas, causando que tropezara y cayera sentado al suelo. Daniel no perdió el tiempo y se abalanzó sobre él para sujetarle del cuello de la camisa y acercarlo a su rostro. ―Escúchame bien, Miles. Estoy harto de ti, ¿estas escuchando? Pensé que realmente querías arreglar las cosas con mi hermano, pensé que te alejarías cuando lo viste con Nicholas, ¿y qué hiciste? Interferir en su relación una vez más. Quiero que te largues de nuestras vidas ahora mismo, sino quieres que te denuncie con la policía.

Titubeante, el castaño asintió golpeándose la cabeza con el suelo una vez que Daniel lo soltó con fuerza. El chico con rapidez se colocó de pie y marchó en carreras hasta la puerta. Quizás ir en busca de Daniel no había sido una buena idea después de todo.

El rubio suspiró y se dejó caer en uno de los sofás, con sus dedos comenzó a masajearse las sienes intentando tranquilizarse. Estaba dispuesto a comenzar a cambiar su vida y sabía que una de las cosas que tenía que hacer, era enfrentarse a Miles y cerrar esa etapa de una vez por todas.

Ahora le restaba comunicarse con su hermano y ver como las cosas se iban dando. Sabía que aquello era un poco más difícil, sobretodo porque estaba consciente del daño que había causado a su hermano menor casi un año. Recordar lo bastardo que había sido con su hermano lo hacía sentir sucio y miserable. Todos los insultos, los golpes, las amenazas y burlas lo hacían sentirse un ser verdaderamente despreciable. Ni por un minuto se había detenido a pensar en todo el daño que le estaba causando a su familia.

Treinta CitasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora