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El insistente y tormentoso ruido que causaba el sonido del timbre por todo el departamento, tenía al moreno aturdido y cansado. Esperaba que, quien sea que fuera que tocara de esa forma se marchara, pero con el pasar de los minutos la paciencia del chico comenzaba a quebrarse, así que se vio en la obligación de bajar de la cama y caminar con pasos fuertes hasta la puerta principal. Para su desagradable sorpresa, Miles era el responsable de aquel tormento mañanero, el moreno intentó cerrar la puerta pero sus reflejos reaccionaron tarde, ya que el castaño ingresó con prisa y tomó asiento en el sofá.

―Oh, cariño. ¿Aun duermes en bóxer solamente? ―cuestionó este mientras que Dylan cerraba la puerta y se cruzaba de brazos al girarse y verlo. Ya poco le importaba que Miles lo mirara en esas fachas; aunque a decir verdad, ya nada le importaba.

―¿Qué quieres? ¿Qué haces aquí? ―el moreno no se movió en ningún momento, su fría mirada se encontraba en el recién llegado en busca de respuesta. Pero como era obvio, Miles parecía no querer darlas. ―Te he hecho una pregunta, Miles. ¿Qué demonios haces aquí? ―su tono de voz era calmado, no quería hacer un escándalo tan temprano, pero se podía notar el odio en aquella simple oración.

Odio.

Ese era el único sentimiento que Dylan sentía hacia el recién llegado.

―He venido a visitarte, ¿acaso no puedo hacerlo? ―comentó con un fingido tono de inocencia mientras que hacia un puchero. Dylan desvió la mirada al sentir arcadas en ese preciso momento. ―¿Te sientes bien?

―Me sentiré bien cuando te largues de mi departamento. ¿Qué quieres, Miles? Ya tienes lo que querías. Me separaste de Nicholas. Ahora, ¿puedes estar feliz por ello e irte con toda esa mierda a otra parte?, en verdad no estoy de ánimo para tratar con personas tan desagradables como tú.

El castaño frunció el ceño mientras se colocaba de pie. En todo el tiempo que había estado con Dylan, jamás en su vida le había visto actuar de esa manera, ni siquiera era capaz de decir tantas groserías en una misma conversación. 

Está bien, él sabía que era responsable de esas actitudes, pero jamás se hubiera imaginado que había quebrado a Dylan de esa manera... ¿qué se supone que había hecho?

―Dylan... ―el muchacho se acercó al dueño del departamento pero este se alejó negando. No quería verlo, ni siquiera quería tocarlo, su simple presencia le causaba asco. ―necesito que me ayudes.

―¿Ayudarte? ―una sarcástica risa retumbó por las paredes del hogar causando que los vellos de Miles se erizaran. Desconocía totalmente al chico que estaba frente a él. ―¿Para qué quieres mi ayuda? ¿Acaso quieres que vayamos a donde esta Nicholas y tengamos sexo frente a él? Dímelo, porque tal parece que la última vez no necesitaste ni siquiera de mi consentimiento para hacerlo. Dime, ¿qué me hiciste, Miles? ¿Por qué demonios no puedo recordar nada de ese sábado por la noche? ¡Dímelo!

El castaño se exaltó y retrocedió pero Dylan se apresuró y le sujetó de los brazos con fuerza, ni siquiera era consciente de la presión que estaba causando entorno a estos. Miles tenia miedo, sentia que Dylan quería acabar con él.

―Dylan, suéltame me haces daño... ―susurró en un tono titubeante, el moreno lo miró con gracia mientras negaba frenéticamente.

―¿Daño? ¡Daño es el que tú me has hecho! ―le empujó al soltarlo causando que el chico cayera sobre su trasero en el suelo. ―¿Sabes lo que has hecho? Me has alejado del chico que amo. Me has alejado de la persona que me causa tanta dicha, tanta felicidad con solo mirarme, con solo estar en la misma habitación que yo. ¡Me has destruido, Miles! ¿Y ahora dices que yo te hago daño? ―se rio y pasó una mano por su cabello mirándole. ―No seas ridículo, tú no sabes que es sentirse herido. Tú no tienes ni puta idea del significado de esa palabra. Dime la verdad, ¿por qué estas aquí?

Treinta CitasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora