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David se encontraba en su despacho con la mirada puesta sobre el ventanal de la habitación, con su mano derecha sostenía un pequeño vaso con whisky y algo de hielo. Decían que el alcohol servía para ahogar las penas y era eso exactamente lo que el mayor quería hacer en ese momento. Se sentía dolido, triste y roto por dentro, habían pasado varios años desde la última vez que se sintió de esa manera. Recordaba cuando el doctor de la familia les informó que Laura tenía cáncer y que el tratamiento no estaba funcionando, en ese momento el mundo de David se vino abajo, sin embargo intentó seguir adelante tal y como le había prometido a su amada, tenía que luchar por sus hijos, aquellos dos regalos que la vida le había obsequiado a él y a su esposa.

Pero aquella situación lo tenía decaído. No podía imaginar cómo su primogénito había sido capaz de hacerle daño a su propio hermano. Aquel a quien su madre le había pedido con sus últimas fuerzas que cuidara de su hermano. David desconocía aquellas actitudes de Daniel, ni él ni Laura lo habían criado de esa forma, entonces; ¿qué había hecho mal? Suspirando dio un nuevo trago a su vaso y escuchó como la puerta del despacho se abrió. David se mantuvo en la misma posición, de espalda hacia la entrada, no quería verlos, necesitaba procesar todo lo que había escuchado minutos atrás.

―¿Papá? ―la quebradiza voz de Dylan hizo que David suspirara aún más fuerte y presionara el vaso con algo de fuerza. ―Papá, ¿estás bien? ―el mayor pensó, ¿qué se supone que podría responder a esa pregunta?

―Papá... perdón. ―musitó ahora el rubio colocándose al lado de su hermano. Ambos se miraron y luego desviaron su mirada hacia su padre. ―Sé que estas molesto con nosotros, en especial conmigo, pero te juro que hay una explicación para todo.

―Qué bueno, porque me gustaría escucharla. ―David se giró a ver a su primogénito fijamente. Daniel bajó la mirada y jugó con sus manos. Habían solo dos personas que podían intimidarlo, su madre y su padre y la primera lamentándolo mucho ya no se encontraba con ellos. El rubio decidió tomar asiento en una de las sillas del despacho pensando cómo sería la forma correcta de comenzar.

―El día de tu cumpleaños, que conocí a Miles, él y yo conectamos... era alguien divertido, aventurero y sabes que siempre he tenido una debilidad por las personas que le gusta lo atrevido igual que a mí. A decir verdad, nunca quise llegar a tener relaciones con él, no lo pensé, pero un día fuimos de fiesta y entre tanto alcohol pasó...

Dylan observaba a su hermano en silencio. Por primera vez escuchaba las razones de su hermano para hacerle aquella jugarreta. David frunció el ceño esperando a que su primogénito siguiera, pero al darse cuenta de que se mantendría en silencio decidió tomar la palabra nuevamente.

―¿Fue una vez? ―Daniel negó y sintió su labio inferior temblar un poco. ―¿Cuántas veces lo hicieron, Daniel?

―Estuvimos así unos tres meses hasta que Dylan nos descubrió. ―susurró incapaz de alzar la mirada. ―Lo siento, papá en verdad lo siento. Sé que estuvo mal lo que hice, pero no me detuve a pensarlo, no me detuve a pensar en las consecuencias; Miles siempre ha sabido tener lo que quiere y conmigo lo hizo. Perdón, perdón.

―¿Perdón? ¿Me pides perdón a mí? ¿Acaso alguna vez le pediste perdón a tu hermano? Sabias exactamente las razones por la cual Dylan había terminado con Miles y nunca fuiste capaz de decírmelo. Te preguntaba una y otra vez porque tú y tu hermano se habían distanciado y tú decías que no sabías. ¿Por qué me mentiste, Daniel? ¿Por qué lo hiciste? ―el mayor había alzado su tono de voz sin darse cuenta, estaba molesto, aunque más que molesto estaba decepcionado.

―Papá, en verdad no fui consciente de mis actos. No me daba cuenta del daño que le estaba haciendo a Dylan en ese momento, ¡perdón! ―gritó alzando el rostro para encontrarse con la fría mirada de su padre. ―Perdón por no ser un mejor hijo, perdón por no ser un mejor hermano. En verdad lamento ser la desgracia de esta familia, pero todos cometemos errores, no soy el único que los ha cometido en esta familia, ¿o sí? ―David le miró y asintió. Tenía razón, todos habían cometido errores en su momento.

Treinta CitasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora