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―¡Maldita sea, Dylan! ―gritó el castaño dándole una mirada recelosa a su mejor amigo. Tenía que controlarse si no quería caerle a golpes allí mismo. ―Me dan ganas de golpearte hasta que sangres, ¿acaso eres estúpido, Dylan Cooper? ―el nombrado solo mantenía su mirada baja mientras escuchaba como Jonathan lo regañaba.

Aquella tarde del domingo, Dylan y Jonathan habían quedado de almorzar juntos en el departamento del moreno, aprovechando que Nicholas tenía que trabajar y podían estar a solas. Dylan confiaba en Jonathan con los ojos cerrados y sabía que a él podía contarle cualquier cosa. Así que cuando el tema de Miles salió a flote, no dudo en decirle lo que había sucedido en el jardín del hogar y en el baño.

―¡Perdón! ¿Qué querías que hiciera? Llevo casi siete meses sin acción y él siempre ha sabido controlarme mediante el sexo.

―¡Eso no es una excusa, estúpido! ―le gritó nuevamente mirando hacia otra parte. El solo ver a su mejor amigo lo hacía tentarse aún más de golpearlo. ―¿Qué hay de Nicholas? El chico estaba preocupado. Tuve que explicarle que tú ya nada que ver con ese bastardo, ¿y qué resulta? Que el niño bonito andaba de polla caliente por allí. ¡Vaya! Es que no sé porque demonios me sorprendo.

―Jonathan...

―¡No me digas nada! ―se giró a verlo golpeando la mesa del comedor. ―¡Dylan, reacciona! Ese bastardo te fue infiel con el desgraciado de tu hermano, sangre de tu sangre. ¿Y aun así te dejaste llevar por un buen oral? ¿Me estás hablando en serio? No juegues conmigo, Dylan. Me decepcionas, ¿sabias?

―No... ―susurró levantándose para ir hasta el chico. ―Jonathan, en verdad disculpa. Sé que estuvo mal lo que hice, pero no pasara de nuevo. Ya le dije que no lo quiero cerca. Además... sé que hice mal, le falté el respeto a Nicholas. Él realmente se veía preocupado por mí...

―Qué bueno que lo notes. ―interrumpió el castaño. ―El chico no dejaba de ver hacia el jardín. Estuvo a la nada de salir a buscarte. Menos mal no fue así, hubiéramos quedado como unos idiotas. Él por estar contigo y yo por defenderte y confiar en que serias un ser pensante y mandarías a Miles a la mierda. ―bufó el muchacho cruzándose de brazos mientras tomaba asiento en el sofá. ―No tienes que pedirme disculpas a mí, tienes que pedírselas a Nicholas. Fue a él a quien le faltaste el respeto.

―Lo sé...

Lo sé... ―repitió el joven con burla. ―no parece, Dylan. ¿Sabes las ganas que tengo de golpearte justo ahora? Seis meses, seis malditos meses llorando por él y apenas lo ves y ya vas a perdonarlo. Es que a veces pienso que tu cerebro solo sirve para los estudios. ―suspiró el muchacho negando. Dylan bajó la mirada y comenzó a jugar con sus manos nuevamente mientras tomaba asiento junto al chico.

―¿Crees que Nicholas haya notado algo? ―Jonathan lo miró riendo con ironía.

―¿Te ha visto esta mañana? ―Dylan negó frunciendo un poco el ceño. ―Entonces cuando te vea esta noche notará ese chupón que tienes en el cuello. ―el moreno llevó una mano a su cuello y tocó la zona que minutos atrás su amigo le había señalado.

―Estoy perdido... ―murmuró el chico dejando salir todo el aire de sus pulmones.

―Para nada. ―le corrigió el castaño mientras se colocaba de pie y caminaba hacia la puerta. ―Querías a Nicholas en la friendzone. Después de ayer, allí lo tienes. Maravilloso, ¿cierto? ―abriendo la puerta, el chico se giró a verlo sonriendo. ―Gracias por el almuerzo, Dylan. Lo único que disfrute fue la comida.

Jonathan cerró la puerta una vez que salió y dejó a un Dylan pensativo en el interior de aquel hogar.

¿Qué sentía por Miles? ¿Qué sentía por Nicholas? Aquellas preguntas brotaron rápidamente en la mente del muchacho.

Treinta CitasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora