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La noche había caído y para la hora aún no tenían noticias sobre Nicholas, tan solo se tenía la información de que había salido del hotel pero que obviamente no había llegado al aeropuerto. ¿Qué había sucedido en el camino? Ese era el misterio con el cual se enfrentaba la policía. David seguía junto con Jorge ─un vecino de la familia─, trabajando en el caso. Por otra parte, las amistades del chico, seguían en la sala de espera, atentos a cualquier noticia. La idea de dormir en aquellas incómodas sillas, les parecía insignificante para la tensión que existía en el ambiente. Todos se encontraban sumergidos en sus pensamientos, formulándose una y otra vez, ¿qué podía haber sucedido?

Un suspiro abandonó el cuerpo de Dylan cuando notó como su padre y Jorge salían del interior de las oficinas. Por las expresiones en su rostro, sabía que no le dirían nada que pudiera tranquilizarlo al menos por algunas horas.

―Lo siento, chicos. Aun no tenemos noticias. Les prometemos que nos encontramos haciendo todo lo posible. ―dijo Jorge intentando dar ánimo, pero sabía que era inútil. Había observado aquella escena varias veces durante su trayectoria como policía. ―Deberían ir a sus casas a descansar, si ocurre algo, David les informara.

Los presentes negaron ante la petición del mayor. Por muy agotados que estuvieran, no se marcharían. Estar en sus hogares no les daría tranquilidad, al contrario, tan solo los llenaría de más ansiedad y los llevarían a analizar cualquier idea descabellada que por sus mentes cruzara.

―Pasaremos la noche aquí, Jorge. ―dijo Daniel pasando una mano por su cabello. El hombre asintió ante aquella respuesta alzando sus hombros. No le sorprendía, mucho menos si aquel chico desaparecido era tan importante para los presentes de la sala.

―De acuerdo, seguiré trabajando. ―Jorge le hizo un comentario a David y este le siguió en silencio.

Los demás tan solo suspiraron casi al unísono y volvieron a acomodarse en las sillas, listos para descansar. Dylan los miró a todos y copio la acción, intentaría dormir, aunque sabía que le sería imposible. No dejaba de pensar en Nicholas, quería saber cuál era su paradero para poder ayudarle. Apoyando su cabeza en la pared, el joven cerró sus ojos por un momento hasta que sintió su teléfono vibrar. Con torpeza sacó este de su bolsillo y sin mirar el identificador de llamada, respondió.

―¿Aló? ―Dylan alcanzó a escuchar un sollozo por la bocina y aquello lo llevó a estremecerse de pies a cabeza. Alejando el móvil de su oreja, divisó con claridad el identificador de llamada en la pantalla. El chico se colocó de pie inmediatamente ante aquel descubrimiento. ―Nicholas, ¿Nicholas eres tú? Por favor, dime; ¿dónde estás?, ¿estás bien? responde. ―los demás presentes se alarmaron al escuchar y entender las palabras que soltaba el moreno. ―Nich, cariño por favor respóndeme.

Jorge y David, quienes regresaron con mantas en sus manos, observaron con atención al menor de los Cooper con el ceño fruncido.

Pensé que yo era tu único cariño, Dy. ―aquella voz causó que Dylan sintiera como todo en su estómago se revolvía cuan remolino.

Miles, bastardo. Si llegas a tocarle aunque sea un mechón de cabello a Nicholas, te mataré, te lo juro. ―musitó presionando con fuerzas sus manos. Quería golpearlo justo en ese momento.

Cálmate, Dy. Tu Nicholas está bien, aun no le hago nada. Y no me amenaces, he llamado por una buena razón. Quiero hacer un trato.

¿Trato? ¿Qué tipo de trato?

Bien, así me gusta. Que seas obediente. Quiero dos cositas; la primera, quiero que me entregues diez mil dólares en efectivo y la segunda, te quiero a ti. Entrégame todo eso y Nicholas será libre, ¿qué opinas? ―Dylan pudo escuchar como Miles se reía a carcajadas. Dylan sabía cuanto estaba disfrutando Miles de todo lo que estaba sucediendo.

Treinta CitasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora