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La semana había transcurrido con rapidez. Dylan se encontraba terminando de alistarse cuando la puerta del departamento se escuchó, salió en carreras hacia la sala y observó cómo Nicholas ingresaba y cerraba tras de sí. Al verlo, una sonrisa iluminó su rostro. Desde que habían comenzado a vivir juntos, se encontraba a sí mismo deseando llegar a casa solo para poder encontrarse con Nicholas y compartir.

―Llegaste... ―dijo el mayor al notar que el menor aún no se fijaba en él. El chico le sonrió y asintió caminando hacia él.

―Si, iré a vestirme, salgo en un rato. ―asintiendo, Dylan observó cómo Nicholas caminó por el pasillo hasta su habitación y allí se encerró.

Al fin el gran día había llegado. Dylan mentía si decía no estar nervioso. La verdad es que estaba muriéndose de miedo. Primero porque su padre conocería a Nicholas y sabía que le diría lo que opinaba sobre el joven. Segundo, allí estaría su hermano acechando al pobre Nich como si fuera la única presa. Esa situación realmente lo preocupaba, sin embargo, él y Jonathan ya habían acordado de no dejar solo al menor.

Suspirando, regresó a su habitación y cerró la puerta tras de sí. Terminó de abotonar su camisa blanca de mangas larga para luego ir al espejo de la habitación y peinarse un poco. Una vez que terminó, se colocó el saco de su traje, guardó sus pertenencias necesarias, y luego salió hacia la sala en donde tomó asiento esperando a su acompañante.

Su padre ya le había enviado el primer mensaje diciéndole que lo esperaba. Jonathan de igual forma lo había hecho, aprovechando de informarle que llevaría a una dama consigo esa noche. Dylan solo había reído al leer ese mensaje y luego se había concentrado en revisar su Facebook, algunas notificaciones, unos que otros mensajes, y después de ello solo se colocó a ver memes.

―¿Dylan? ―aquel llamar causó que el chico dejara de lado el teléfono y alzara su mirada. Sonriendo, se encontró con aquellos orbes grises que se encontraban mirándolo un poco nervioso. Nicholas ante los ojos de Dylan lucia precioso.

Aquel traje negro contrastado con blanco, lo hacían lucir elegante y a su vez lo hacían lucir algo sexy al llevar su cabello alborotado. Sonriendo el muchacho se dio una vuelta y esperó a la respuesta del contrario.

―Precioso... ―susurró Dylan acercándose a él para sujetarlo de las manos y acariciarle los nudillos. ―seré la envidia de mujeres y hombres... gracias por acompañarme, Nicholas. ―el menor asintió y alzó sus hombros intentando restarle algo de importancia. ―Vamos, mi padre nos está esperando.

Soltando solo una de sus manos, Dylan se llevó consigo a Nicholas, guiándolo durante todo el camino. El menor que lo seguía en silencio, disfrutaba de aquella manera de actuar del contrario, le encantaba simplemente cuando le tomaba de la mano porque de una forma u otra, lo hacía sentir seguro.

―¿Tu padre sabe que iré contigo? ―preguntó curioso el chico una vez que salieron del departamento y se encontraban caminando hacia el ascensor.

―Así es. Pero tranquilo, mi padre es muy dulce, seguro le caerás de maravilla. ―dijo el muchacho deteniéndose frente al ascensor. Después de llamarlo, esperaron hasta que llegara, una vez que sus puertas se abrían frente a ellos, ingresaron y Dylan presionó el botón correspondiente para que este se cerrara y comenzará a andar nuevamente. ―Espero realmente disfrutes compartir con nosotros el día de hoy, Nich.

El muchacho lo miró y asintió sonriendo. Él lo único que esperaba era caerle bien al padre de Dylan, sentía que necesitaba la aprobación del mayor sin siquiera conocerle.

Lucas había llamado eso la aprobación de papi suegro. Nicholas había reído con aquellas palabras mientras que el rubio solo lo miraba seriamente. Ambos sabían que el moreno estaba sintiendo cosas por el diseñador, ninguno tenía que usar lentes para notar eso, pues Nicholas siempre había sido tan obvio cuando de sus sentimientos se trataba.

Treinta CitasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora