Necesito un amigo...

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I need a friend...

Un montón de llamas esmeraldas brotaron como manos alargadas de la chimenea, mientras hacía ejercicios de algo que los muggles llamaban yoga y que estaba intentando desde hacía unas semanas para relajarse y pensar un poco menos; tendida sobre un tapetillo de lana color canela y enfundada en un ajustado conjunto de color oscuro, ignoró un rato aquella presencia, pero al cabo de dos saludos al sol más y de algunas tablas que hicieron sudar su cuerpo deliciosamente, optó por dejarse de tonterías e ir a ver de qué se trataba. Estiró su espalda a plenitud, respiró largamente, buen rato y con un ritmo constante, llegando a un punto en el que en serio, de verdad podía llevar su mente más allá del estrés anterior; finalmente dejó el tapete sintiéndose más ligera que cuando empezó y pasó su mano por sobre el pelaje brillante del gato que la había estado observando desde la mesa de la cocina, Roar le miró con sus profundos ojos verdes como si lo hubiera interrumpido en la disertación del siglo, Pansy le arrugó la nariz y lo gruñó haciendo que bostezara, luego se di vuelta burlona y siguió su camino.

Sobre la alfombra, dejando un horrendo manchón de hollín, estaba una caja de archivo con varios documentos dentro, se inclinó y metió la mano, había un sobre con una apretada y fuerte caligrafía, era de Padma; abrió el sobre esperando lo peor, seguramente iban a despedirla por tomarse dos días de descanso, dos días en que sabía ya medio mundo debía conocer lo del asunto con Draco, quizá no lo que ocurrió en su casa, pero sí lo que había pasado en la oficina. Esperaba encontrar algo malo, peor que un vociferador dentro, así que de antemano se aseguró de pensar que era su nota de despido, se dejó caer en el sillón más cercano y carraspeando sacó la nota de adentro; al desdoblarla, sintió un buen presentimiento y eso le intrigó más todavía, así que mejor se puso a leer con atención.

Pansy:

Sé que lo que menos quieres ahora es salir de casa, lo entiendo, así que para que nadie diga que no estás haciendo nada y que te protejo demasiado, te envío esto; tu escritorio se ha estado llenando de papeles, diré que pasaste por todo esto temprano, así que por favor, avanza en tus pendientes, reúnete con algunas personas, procura resolver asuntos de la oficina lo antes posible y no dejes que se te acumule el trabajo.

Sé tú y nos vemos pronto. Por favor, pasa a la oficina cuando puedas y finge que te tengo muy ocupada, a nadie le vendrá mal ver tu rostro enfurruñado una mañana de estas, incluso Millicent está preocupada; sal y vuelve, no lo vale.

Padma.

No lo vale. Volvió a leer la línea final y se llevó las piernas al pecho, apoyando su barbilla en las rodillas, suspiró mientras volvía a recordar las palabras de Draco, ya ni siquiera podía llorarlas, el que Draco pensara lo que todos los demás ya pensaban, no era una gran novedad; se llevó el índice y el medio izquierdo a la ceja y masajeó con cuidado buscando distraerse, su ausencia a estas alturas ya habría sido notada no sólo en el trabajo, sino también en el gimnasio, en su zona de comida, en el bar con las amigas, ya debían estar empezando a preguntarse por lo que había pasado. Y si Draco se había aparecido por algún sitio con el cardenal en pleno rostro...

Sacudió la cabeza haciendo que el cabello se le revolviera por todo lo alto y se dejó caer sobre su sillón, cerró los ojos y se puso a respirar profundo, haciendo vanos intentos por distraerse, al cabo de un rato resolvió que no lo iba a lograr, que ni todo el silencio, ni todo el encierro iba a lograr que se le quitara la preocupación; al incorporarse y volver a ver la caja con documentos, resolvió que Padma era un genio, así que fue y sacó los primeros pergaminos que su manos tocaron, los puso sobre la mesilla de la sala y empezó a mirar con atención, nada realmente parecía interesante, de un tajo y con dos o tres anotaciones rápidas, resolvió algunos casos sin siquiera sudar. Siguió con un montón de pergaminos enrollados, algunos eran asuntos que merecían revisiones más precisas y largas, esas las fue acumulando a un lado en la mesa de centro, luego abrió unas tres o cuatro cartas, una la hizo preocuparse profundamente, la otra le sacó una risa histérica. Los asuntos de la oficina a veces eran tan aburridos como absorbentes, era lo mismo de todos los días. Excepto...

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