Cartas a ningún lado (Parte II)

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It's just a groove in me.

Siguió caminando aunque ya sentía que no tenía nada que hacer ahí. Por el pasillo algunas personas le saludaron, otras más pasaron de largo aunque la conocían, se notaba en el ambiente una cierta tensión que la tentaba a irse, pero siguió caminando guiada por las indicaciones de un conocido; cuando dio al fin con la oficina, luego de un par de confusiones porque tenía que admitir que se sentía distraída, encontró a Millicent comiéndose un emparedado en su escritorio mientras leía un informe y daba indicaciones con las mejillas enrojecidas.

—¡Daph! —Exclamó Millicent al verla, se puso de pie de inmediato y la interceptó a medio pasillo con un fuerte abrazo, ambas se sonreían, hacía mucho tiempo que no se veían, el trabajo, las ocupaciones y demás, habían ido mermando su cercanía antes tan estrecha, después de todo eran antiguas compañeras de mazmorra.

—¿Cómo estás Milly? —Estaban prensadas en un abrazo largo y fuerte, como esos que algunas veces se dieron en la escuela, Millicent sonreía en serio emocionada.

—Muy bien, ven a sentarte un rato, ¿te ofrezco café? —Negó con la cabeza y se sentó saludando con la mirada a un par de conocidos que trabajaban en esa misma oficina, una vez que estuvieron sentadas la charla se fue por muchas veredas y por unos cuarenta minutos casi olvidó lo que la llevaba hasta ahí.

—Millicent, antes de que sigamos por esta línea. —Estaban chismeando de lo lindo sobre Tracey Davis y las intenciones que tenían de reunirse pronto las ex compañeras de mazmorra, cuando interrumpió la risa de su amiga. —Venía a ver a Pansy, la he visto en las chimeneas mientras se marchaba, quise detenerla...

—Llevaba mucha prisa, ¿pasa algo? —Bulstrode que hasta entonces no había probado más bocado y le quedaba buena parte del emparedado le miró con recelo al tomarlo para morderlo. —No vendrás tú también a restregarle el asunto de Astoria, Daphne. —Había en el tono de voz que usaba un toque ácido y amenazador que le dio ternura y se tuvo que reír de lado viéndola comer.

—Para nada, aunque estamos muy emocionados con el compromiso, lo cierto es que no vengo a echar limón a las heridas... aunque bien merecido se lo tendría P. —Millicent miraba su comida fijamente masticando muy lento, un claro intento de decir que no estaba de acuerdo, así que tuvo que retomar lo que iba a decirle. —No vine por eso, quería preguntarle algo referente a... —cayó en cuenta que no sabía cómo decirlo, ¿quién era después de todo para venir a preguntar cosas personales?, hacía años que esas confianzas entre ellas habían pasado a un recuerdo agrio.

—¿A? —Millicent le apresuró, eso tenía Bulstrode desde la escuela: poner en duda a Pansy era ganarse cierta aversión de su costilla.

—Hace dos días recibí una carta, Milly... y francamente me tiene muy intrigada. —Aquella confesión murmurada no tenía nada de malintencionada, podría haber sonado a que quería ganarse la atención de su interlocutora o que intentaba menguar lo que venía a decirle, pero no, lo decía mirando al pasillo a través de la puerta, viendo a gente ir y venir; lo decía con el absorto con que había visto años, muchos años antes a sus padres discutir por asuntos de política o de la situación del mundo mágico... lo decía con una nostalgia lejana y seca.

/o/o/o/

Contempló un rato la hoja sin atinar a tomarlo como una broma o como algo real, la sujetó entre el pulgar y el índice y la empezó a golpear contra el borde de la mesa, estaba solo en el comedor con la taza de café delante y el plato del desayuno limpio, tronó los dedos y el elfo doméstico apareció apresurado y empezó a limpiar, el sobre negro seguía sobre la mesa, el listón plateado se había quedado sobre su rodilla y él seguía ahí, con los ojos clavados al contenido de la carta; aquello no le gustaba nada, absolutamente nada, así que lo dobló, lo puso dentro del sobre, con un movimiento de varita volvió a ponerle el listón y se incorporó. En el recibidor, mientras se ajustaba el saco para salir a la calle, puso la carta en el bolsillo interior de él y se miró al espejo mientras se ajustaba las mancuernillas que lucían en ónix sobre oro sus iniciales: BZ.

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