La sal y el azúcar II

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Demasiado, oh sí, demasiado tiempo después viene el nuevo capítulo de Demasiado... no es que se me haya atorado la inspiración, es que no he tenido tiempo de ponerme como me gusta a trabajarlo; entre mis tres empleos y mi licenciatura, pues la verdad es que no me rinde... pero sí sale.

Yo espero que les guste, que lo que van a leer compense la ausencia tan larga, ojo, no es que escriba esto para echármelas a la bolsa, no, así va la historia y en cierta forma, agradezco que me apoye eso con las largas ausencias XD

En fin, quiero agradecer a las pocas que comentan, ojalá lo hicieran más para saber si les gusta o no, una nueva disculpa a quienes esperan hace mucho la actualización; un saludo fuerte a quienes apoyan esta historia, inspirándome, dando likes, votando, dándome consejo... gracias.

Y saludos allá a la lejanía.

Acá hay letras y nada más.

La sal y el azúcar II

slipped up there

—Señor Ministro. —Murmuró haciéndose a un lado para que el aludido pudiera pasar, la túnica verde turquesa que llevaba encima le hacía ver más que seguro de sí mismo y aunque los decorados de su traje resaltaban a la media luz del pasillo, Hermione sintió que venía de una reunión de gala, porque de otro modo quizá habría venido algo más sobrio y recatado; mientras entraba respondiendo al movimiento de ella, sonreía tranquilamente y observaba su sala con todavía los indicios de la cena para dos abandonados por todos lados, ella se sintió sumamente avergonzada.

—Shacklebolt, Hermione... —Dijo como si fuera el amigo de siempre y no el jefe supremo de la noble institución que le pagaba el sueldo, la castaña sujetó su varita que estaba en la mesilla junto a la puerta y de un movimiento hizo desaparecer todo aquel desastre que fue a parar al fregador de la cocina, incluso los decorados de la mesa y las faldillas del sillón volvieron a su sitio y todo quedó limpio y ordenado; qué triste final para la noche tan increíble que había estado pasando hasta un minuto antes, abochornada se preguntó si no se le vería en la cara lo que recién había ocurrido, sino olería distinto, si no tendría otra apariencia, ¡sólo Merlín sabía los efectos del sexo lésbico en una, hasta ahora, heterosexual hasta los huesos! —... esta es una visita de amigos.

—Comprendo... siéntate. —Hermione caminaba lento y se sintió muy extraño al decir aquel "siéntate" como si fueran íntimos, porque aunque ya con fuerza, sus piernas a veces se le iban para el lado incorrecto, así que iba con sumo cuidado, al pasar tras el hombretón que a sus buenos años, aún podía impresionar a cualquiera, se fijó sin saber por qué y con gran impresión en la arracada de su oreja izquierda, y por alguna razón eso le hizo pensar en la noche de la huida de Harry, esa cuando luego había corrido despavorida a brazos de Ron; el estómago se le revolvió inmediatamente después, como si la simple idea del pelirrojo le diera náusea.

Cuando al fin encontró el sillón donde iba a sentarse, porque hay que decir que por un segundo desconoció todo el lugar, incluida su mesa favorita, su estante enorme de libros, su reproductor de discos compactos y hasta a Roar que estaba plácidamente dormido sobre su revistero, se sentó muy derecha y acartonada, mirando a aquel hombre con una expectación asustada; no supo si debía ofrecer café o té, si estaría bien servirle algunas galletas o no ofrecer nada, cuando un ¡plop! la hizo dar un salto y delante de ella apareció un pergamino enrollado que giraba sobre su propio eje y lucía el sello del Ministro de Magia.

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