La sal y el azúcar I

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Something fine built to last

Estaba resultando lento, demasiado, tortuoso y delicioso a la par, y es que recordaba previos con Draco que habrían hecho marearse a un corredor de escobas profesional; en alguna ocasión incluso habían sido tan directos que aún tenía marcas para recordarlo, pero aunque dentro sentía una boca enorme que quería morder y desagarrar de la desesperación, también sentía en su bajo vientre una tibieza en aumento que nunca había sentido, como una lenta implosión que iba estrujándola con una hermosa sensualidad; volvió a besarla, era, si debía confesarlo, algo adictivo hacerlo, sentir aquella tersa superficie suave y tibia de sus labios, estrujarlos con los suyos dejando de vez en cuando escapar una exhalación que enfriaba momentáneamente el área, para luego sentirla de nuevo tibiarse, calentarse, hervir.

Un poco, sólo un poco, permitió a su pecho descender sobre el de Hermione, sentirla por sobre la tela de sus ropas y fue asfixiante, la vibrante necesidad que tenía dentro le traicionó y se atrevió a morder aquella boca mientras intentaba abarcarla toda, la castaña berreó quizá de dolor o sólo de sorpresa; pero fue el berreo del cachorrillo al que mueves mientras duerme y vuelve a acomodarse y hasta siente el movimiento como una caricia, el berreo del ser impedido para decir que está disfrutando y aquello le saca de concentración, un reniego de que está ocupado y no quiere que le saquen de su ensimismamiento; Pansy recordó a la Hermione bajo la regadera y algo dentro se le encendió como una llamarada, un fogonazo, de pronto necesitaba tocar más y se removió contra ella con fuerza, queriendo que a puro roce se le desaparecieran las prendas, incluso intentó por medio de magia hacerlas esfumarse, pero no, se detuvo un segundo antes de lograrlo porque un miedo fugaz la detuvo y la concentró en otra cosa.

Dejó que sus uñas pasearan por debajo del suéter a rayas incorporándose un poco para darle respiro a Granger, los llevó con gentileza, soltándolos para que inspeccionaran y que acariciaran los costados de Hermione como se le quita la correa a una mascota ansiosa, era una exploración decisiva, reconocer terreno para dominarlo, sobrevolar la piel suave y gentil, ¿inexplorada?, no, sabía que la habían tocado antes, lo sentía en esa lenta respuesta, cadenciosa y fuerte del cuerpo de la castaña, que aunque respiraba pesado cada vez más excitada, se sabía, sólo con sentirla, que no era la primera vez que le abordaban, pero sí que le abordaban así; se sonrió sin poderlo contener aun besándola y supo que Hermione se había cimbrado con ese gesto, pero no le importó, se sonrió más amplio si es que se podía y buscó morder de nueva cuenta, pellizcar con sus uñas el nacimiento de la cadera de la castaña que se estremeció y llevó sus manos, casi torpes e infantiles por su costado, estrujando la ropa con fuerza, sujetándola con violencia como si se le fuera a escapar de un momento a otro.

Abrió los ojos para contemplarla todavía sonriendo, y encontró aquellos también abiertos y fijos en ella, analizándola, evaluando sus gestos, sintió un bochorno y la sonrisa se le fue de la boca, pero no podía dejar de mirarla como tampoco podía dejar de deslizar sus dedos por el borde de su cintura, ahora en una caricia más calmada, menos invasiva y atrevida; mirándola así, con los ojos abiertos y el sonrojo encima, volvió a besarla, un beso húmedo, ruidoso, voluptuoso que tenía toda la intención de sonrojar a la castaña, Hermione no cerró los ojos, le observaba, seria, cohibida pero firme, comprendió que se estaban retando, era una lucha de resistencia; respiró profundo sin cerrar los ojos y deslizó su mano por debajo de Granger para estrujarla contra sí en un movimiento torpe y acelerado, apenas despegó un poco su boca de la de ella para relamerse los labios y mordérselos, la ex Gryffindor le observaba como hipnotizada pasando a momentos su mirada temblorosa por la superficie de su rostro como si recién lo viera y con la boca roja como una grana, Pansy tragó saliva y dijo lo primero que se le vino a la cabeza.

DemasiadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora