Easy lover...
Blanco, el azulejo es blanco pulcrísimo delante de su rostro, tiene las manos a cada lado del reflejo difuso de su cara en aquella superficie lisa y mojada, siente la toalla pegada al cuerpo a fuerza de humedad y casi está segura, con cada trago de saliva que da, que puede sentir cierto hormigueo entre las piernas, ahí donde la humedad de la toalla y del agua helada de la regadera no alcanza a llegar y a reconfortarla; se la quita y la deja caer con un golpe acuoso y pesado, esta vez el frío ya le ha invadido del todo y se siente mejor, despejada, muy despierta y alerta y cae en cuenta de que ha cometido una completa idiotez.
–¿A qué viene esta estupidez? –Murmura mientras mira a uno y otro lado dentro de aquella regadera y recuerda aquello de que no son eternas, así que se da la media vuelta y tiende la mano fuera de ella, esperando que un elfo, como hace poco tiempo, le alcance una toalla, cosa que ocurre casi al instante; mientras vuelve a cerrar el agua, mientras vuelve a envolverse en otra toalla tibia y reconfortante, se sale de la regadera sacudiéndose los pies, concentrada con la mirada al piso, viendo la forma de secárselos lo antes posible para poder irse a los vestidores pronto, está ahí parada a medio pasillo obstruyendo el paso, escucha a personas que la evitan, algunos con resoplidos incómodos porque no quieren hablarle, ella mira a otro lado y se agacha en una danza de giros cabizbajos, extraña y cómica para quien pudiera detenerse a contemplarla un rato, pero nadie lo hace.
Al fin logra secarse los dedos de los pies recargada en un muro y un elfo llega presto ofreciéndole un par de sandalias secas que ella pronto se mete como un guante, echa a andar con las manos en la cabeza, sacudiéndose el cabello con violenta emoción, la toalla prendida con un sencillo atoro de la punta casi bajo la axila izquierda, intentando comprender el recuerdo de lo que vio en la regadera, luchando por dilucidar por qué la intrigó y llamó tanto la atención; cuando compartes habitación en Hogwarts con un montón de chicas de tu misma casa, no es raro encontrarte con alguna desnuda, es más, es el pan nuestro de cada día, pocas hablan de ello fuera del Colegio, vamos, ni siquiera dentro del Colegio se habla de eso, porque es tan normal como entrar al baño, así que no tiene por qué hacerse un escándalo si sales de la ducha y te topas con alguna compañera medio desnuda, ¡incluso totalmente desnuda!
Creía poder recordar con algo de esfuerzo el cuerpo desnudo a los doce años de Millicent... incluso como que tenía un vago recuerdo de aquellas piernas anchas suyas a eso de los diecisiete, así que no podía hacer mayor aspaviento de haber visto a una mujer desnuda en el gimnasio aquella mañana y sin embargo, había algo, una cosa diferente; estaba sentada secándose por quinta vez los dedos de los pies, era particularmente empeñosa y obsesiva con esas cosas, cuando alcanzó a distinguir que la uña de su meñique derecho tenía un ligero piquito que se atoraba en la ropa, así que buscó la varita en su bolso para remediarlo con un encantamiento simple, apenas había movido los labios un poco y despedido un atisbo de luz rosada para ver caer el trocito de uña, cuando escuchó unos pasos lentos que se acercaban.
No le gustaba que hubiera otras personas en la misma zona que ella mientras se cambiaba, así que se incorporó lo antes posible, se fue hacia el extremo más alejado de la puerta y buscó dentro de su bolso de gimnasio la ropa que se iba a poner: pantalones negros entubados que envolverían con elegante sensualidad sus caderas y largas piernas, blusa blanca ligera de algodón egipcio, de mangas amplias y cordones al cuello, escote oval hasta el nacimiento de sus senos, un hermoso sostén de encaje ligero y delicado, casi transparente en su sedosidad, las bragas eran cortas y hacían juego adornadas del mismo finísimo encaje. Se metió en el vestidor de puertas cortas, no le importaba realmente que alguien pudiera verle las pantorrillas mientras se vestía, los pasos un segundo antes lejanos se hicieron presentes en la misma habitación y alcanzó de reojo a distinguir la figura que entraba a otro de los vestidores con una enorme toalla roja sosteniéndole la melena tremenda sobre la cabeza; la roca que durante la ducha helada se había desaparecido de su estómago, parecía haber decidido regresar e instalársele en una zona de la tripa que no existía en ningún dibujo de anatomía.
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Demasiado
Fanfic¿Y si miraras con otros ojos a esa persona que siempre has detestado?, ¿Y si te dieras cuenta que los prejuicios que han arruinado tu vida, han de alguna forma también arruinado la de aquellos a los que nunca atacaron?... Pansy, mira mejor a tu alr...