Vino tinto y pan con ajo (Parte II)

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Mucho, mucho tiempo después les traigo la segunda parte, algunas escenas las releí tanto que ahora mismo no he detectado un solo error y sé que en cuando cierre los ojos, me vaya a dormir y relea mañana, encontraré montones.

Una disculpa por ello.

Otra por el atraso, por las inconsistencias y sobre todo porque va de nuevo sin beteo, espero sepan comprender.

Sin más, el nuevo capítulo, espero que les guste.

Gracias a los que aún comentan, en serio, me alimentan como no tienen idea.

Saludos.

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... or left to linger...

Si Roar siguiera en casa y no estuviera hospedado en casa de Hermione, habría sido el único testigo de aquel repentino cambio de planes: tenía en las manos las bolsas de comida, había subido uno a uno los escalones con una angustia en medio del pecho clavada como una daga oscura y helada, cuando se dio cuenta que su atuendo era por demás simple, insensato para un intento de... ¡de algo!, y además, para colmo, la misma ropa de todo el día, el simple hecho de pensarlo la atormentó, y sí, en cuanto se plantó delante de la puerta, y en cuanto aquel rostro frío y sólido surgiendo en la veta de la madera se le insinuó, lo decidió, ¡plop! y había desaparecido dejando las bolsas sobre el suelo con un suave siseo; apareció en su habitación, corriendo de un lado a otro, abriendo cajones, sacando prendas del armario que mágicamente se ampliaba casi infinito, apenas tardó tres minutos en lograr su cometido a punta de varita y habilidad de años, cuando volvió a hacer ¡plop!, se materializó frente a la puerta con un traje diferente, más Parkinson que nada, más como ella que el anterior, se inclinó por las bolsas y cuando las tuvo sujetas en mano, la voz exclamó:

—¿Quién eres? —Chirriante fue el sonido, más que como voz, sonó como los goznes de una puerta que se abre en medio de la noche para dejar entrar al asesino que asedia, interrogó fuerte y claro mientras ella luchaba por sostener bien las bolsas y de paso, se abrillantaba la punta del zapato derecho con la parte posterior de la pierna izquierda de su pantalón.

—Pansy Parkinson. —Dijo dándose valor, sonriendo, o mejor dicho practicando algunas sonrisas frente a la puerta, justo antes de que se abriera por fin y pudiera entrar a la casa, las luces estaban todas encendidas y todo parecía muy ordenado, pero Hermione no se veía por ningún lado; aquello la descolocó más de lo que hubiera podido imaginar, los pasos que dio dentro fueron inseguros, pero no se detuvo, no paró hasta llegar a la barra de la cocina, sin dejar de examinar todo a su alrededor, como si la castaña pudiera estar pendiendo de una cuerda del techo, sobre un librero o metida en algún cajón esperando a ser mirada.

Colocó las bolsas de papel sobre la barra de la cocina, sacó un par de cosas mirando a todos lados sintiendo el olor de la comida y creyendo con tristeza que quizá no llegarían a probar semejante banquete, buscando con los ojos nerviosos la presencia de la castaña, intentó distraerse pensando en lo que comerían y guardando esperanzas de que estuviera donde no podía verla, pero no alcanzaba a percibir nada, tragó saliva un poco inquieta, ¿sería que había salido?, no podía ser, porque debería tener todavía las piernas de gelatina, eso tendría que tenerla sentada en casa y no por ahí vagando; a lo mejor Harry o Ron habían pasado por ella, podían haberla llevado a casa de los Weasley en el campo o quizá sus padres hubieran ido por ella y al final, había aceptado para no tener que convivir con ella. Aquello la hizo sudar del puro susto y nervio, se apretó los dedos para tronarlos uno a uno con aire nervioso y desconsolado, y despejó su garganta para llamarla para por fin quitarse de una vez la duda del cuerpo, tosió suave para quitarse aquello que se le había atravesado en ella y se dispuso a hablar...

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