Capítulo 4

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— ¡achís!

—Salud —le respondió el chico que acababa de detenerse frente a su asiento en el bus.

—En realidad es el segundo... —comentó Lauren cubriéndose el rostro con un pañuelo.

—Dinero, en ese caso.

—Graci...—Ella levantó la mirada para ver a la persona que tenía a su lado y la impresión fue tanta que al retroceder se golpeó la cabeza con la ventana.

— ¿Estás bien? – le preguntó él preocupado.

—Sí, sí...

¿Podría ser verdad? ¡Si lo era! Ahí, justo a su lado, intentando acomodar el maletín en los compartimientos de arriba del bus, estaba nada más y nada menos que el empleado del terminal que la semana pasada discutía con el turista que había perdido su ruta. Aunque aquella tarde del sábado Lauren no pudo detallarlo muy bien, ahora parecía tener la oportunidad para hacerlo pues en ese momento el chico tomaba asiento justo al lado de ella, quien sintió de nuevo ganas de estornudar, pero al final no lo hizo.

—Que lastima, era justo el estornudo del amor —comentó él gracioso. Ella le sonrió como pudo.

—El tercero es difícil de conseguir. Ahora que lo recuerdo creo que la primera vez que me salió fue hace una semana.

— ¿Y encontraste el amor? —preguntó él mirándola. Lauren se dio cuenta que definitivamente sus ojos eran marrones.

—Espero que sí. —susurró ella.

— ¿De verdad no te lastimaste? Disculpa si te asusté.

—No, no... estoy bien. Al parecer hoy amanecí un poco congestionada.

—Aquí justo al lado de las oficinas hay una droguería, puedes comprar algún medicamento si lo deseas.

— ¿De verdad? no me había fijado — mintió Lauren que precisamente antes de abordar se había pasado por ese local a comprar unas pastillas.

—Está justo al lado del restaurante de carpa roja, aquí entre nos, dicen que es porque el pollo asado que venden ahí te da nauseas —bromeó él y Lauren no pudo evitar reírse. — ¿Quieres que te compre algo? Voy a bajar porque olvidé algo, ¿eres alérgica a algún medicamento?

—No que yo sepa. Estaría bien si...

—Vale —el chico se levantó y antes de que Lauren pudiera extenderle un billete, él ya había desaparecido. A través de la ventana ella lo vio desaparecer por el pasillo de ingreso al parqueadero y sin pensarlo dos veces, llamó a Audrey y le contó lo sucedido.

— ¡Oye pero estas de una suerte últimamente demasiado envidiable!

—No puedo creer que esto esté ocurriendo justo hoy cuando he amanecido algo congestionada.

— ¿De verdad te sientes bien? porque Mac puede llamar al señor Bernal y estoy segura que él entendería.

—Tranquila, no es nada grave. Ahora, adiós que ya viene mi nuevo enfermero.

—Pero...

El chico regresó, le extendió una bolsa blanca y una botella de agua.

— ¿Cuánto te debo?

—No es nada, tranquila.

—Ni lo pienses, además, ¿no crees que es raro que un desconocido le regale medicamentos a alguien? —Lauren sonó tan seria que el chico se detuvo a mirarla un rato confundido.

Salud, dinero... ¡achís!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora