Capítulo 10

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Los ojos de la joven se iluminaron al escuchar las palabras que salieron de la boca del joven de veintisiete años. ¿Estaba soñando?

—¿Puedo?

Definitivamente no era un sueño.

—¿Puedo yo saber a que se debe tu pregunta? —estaba completamente nerviosa.

—Bueno —posó una mano sobre su mentón y pensó unos segundos— el efecto del alcohol se fue, me quitaste el sueño y creo que si me quedo hablando contigo podré dormir tranquilo.

—Entonces no es necesario que duermas conmigo.

—Oh claro que lo es.

Ella lo miró un poco asustada.

—Tranquila, se lo que piensas. No tendré sexo contigo —la miró a los ojos y luego rió—, a menos que tu quieras —siguió riendo, pero al ver el rostro de nerviosismo y temor de la joven su risa desapareció, acomodó sus rubios cabellos, metió ambas manos a los bolsillos de su pantalón y tragó saliva—. Solo siento que si hablo contigo podré dormir mejor, eso implica echarnos ahí —miró la cama de la pelinegra—, mirar el techo, conocernos mas y agradecerte por todo lo que has hecho. Creo que solo sería lo último.

Él simplemente no sabía porqué quería dormir con ella, solo mezclaba sus palabras para tratar de dar una respuesta clara.

—Bueno...

Ella tampoco lo entendía, pero lo quería.

—Bien.

Ambos se miraron, Holly se apartó y Brian dudoso y nervioso, como si fuera un niño en su primer día de clases entró a la habitación. Él no entendía el porqué de su estado, si había entrado a miles de habitaciones de miles de mujeres y no había sentido nada mas que lujuria por tener sexo, pero aquí todo fue distinto; no quizá por el ambiente, no quizá por la ventana abierta en donde la luz de la luna alumbraba todo el ambiente, no por las telas rosado pálido que le daban un tono mas femenino e inocente al cuarto de la veinteañera, era ella que lo había encantado y solo faltaba que él se diera cuenta y no está tan lejos de hacerlo.

La ventana daba a la parte izquierda de la cama, mientras que la derecha daba a una pequeña mesa de noche y a la puerta del baño.
El rubio observó un rato la calle desde la ventana, todo se veía tranquilo, vio a algunos muchachos corretear a altas horas de la noche, luego observó a una pareja correr mientras reían. Él extrañaba la libertad, una vida sin presiones, sin el "que dirán", pero la fama lo había consumido.
Ella se colocó una bata que cubría sus piernas desnudas por su pequeño short, pues creía que se veía irrespetuosa frente al hombre quien acaba de entrar a su habitación.

Brian juntó las ventanas y cerró un poco las cortinas. La luz había disminuido. Luego miró a la joven y solo destendió más la cama, se se echó y giró hacia su izquierda dándole la espalda.

—No te juzgaré por tu pijama —dijo—, es solo un camisón y un short. Nada del otro mundo.

Hablaba con tanta libertad.

—Solo que no estoy acostumbrada a que los hombres entren a mi habitación cuando estoy vestida así.

Él giró para verla, y con una mano debajo de la almohada, aclaró:

—Yo no soy un hombre cualquiera.

El ambiente quedó en completo silencio.

Holly observándolo se quitó la bata, luego al voltear se acercó a su armario que estaba frente a su cama y sacó otra almohada, caminó y sacó un caramelo de su mesita de noche. Se echó y le ofreció el caramelito.

Vuelve otra vez «Brian Jones»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora