Capítulo 21

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El intercomunicador sonó, dando a entender que su acompañante había llegado. Holly apagó las luces, cerró la puerta y bajó las escaleras con cuidado. Saludó a Brian, que a su vez le abrió la puerta del auto para que entrara y cuando finalmente ambos se encontraron en el vehículo él la observó.

—Me da la curiosidad de ver que te has puesto hoy —comentó mientras observaba como el abrigo cubría el cuerpo de la joven.

Ella solo rió, él volvió a mirar hacia las calles y encendió el auto.

Mientras el rubio manejaba; habito que había dejado de hacer y que retomó el sábado anterior, Holly observaba las calles y sostenía su cartera con nerviosismo.

—No te pongas nerviosa —rió—, que no maneje todos los días no significa que lo haga terrible o que vaya a causar un accidente.

—No es por eso —lo miró mientras manejaba—, solo que no estoy acostumbrada a ir a esa clase de fiestas.

Él rió mientras detenía el auto frente a la luz roja del semáforo.

—No es nada distinto con las fiestas de la gente común, solo que aquí hay algunos excesos —intentó mostrar el lado "responsable" de una fiesta salvaje.

—¿Algunos? —lo observó— Espero sea sarcasmo.

—Bueno, eso depende de uno —la miró de reojo y luego avanzó—. No pasará nada malo, solo alejate de Morrison, si es que se le ocurre ir.

—¿Quién?

—Jim Morrison, ese alto de cabellos castaños.

Holly negó con la cabeza.

—Cantante de The Doors —continuó hablando—, me estuvo preguntando por ti desde que te vio en la exposición de Warhol. Que molestoso se pone a veces.

—Oh, ya lo recuerdo.

Brian aprovechó que el último semáforo se encontraba en rojo y frenó rápidamente, asustando a su compañera.

—¿Qué? —intentó no mostrarse celoso.

—Ese día solo se me quedó mirando, pero lo ignoré —rió—, me dio miedo.

—Es bueno saber eso —se sintió aliviado mientras siguió manejando ahora que la luz había cambiado a verde—, el sujeto tiene que aprender a respetar a su novia.

Holly giró a verlo con un rostro de incredulidad, sonrió para si misma y siguió observando las calles desde la ventana.

La casa que Keith Moon había alquilado quedaba a cinco o siete minutos de la casa de Jones, primero tenían que pasar la primera entrada que dirigía hacia la casa de Brian y seguir derecho hasta captar el ruido de la música que venía de la casa del baterista.

Una vez que llegaron; como una hora de distancia desde la casa de la joven Lee, Brian estacionó el auto en el inmenso territorio de grass perfectamente podado en donde podían abarcar cincuenta autos. Salió del vehículo y se desabotonó el abrigo, ella al hacer lo mismo no se dio cuenta de que el rubio se había vuelto a perder en ella, quien traía una falda blanca hasta la altura de los muslos, una blusa blanca, y sus piernas se cubrían con unos pantys negros y tacones blancos. Se acomodó el cabello y observó a Brian quien desde la parte trasera del Chevrolet la observaba.

—Te queda bien los círculos blancos —dijo Holly sacándolo de sus pensamientos.

—Oh, la camisa —rió mientras observaba la prenda que se había puesto.

—¿Puedo dejar mi abrigo? —preguntó.

—Sí, no hay problema —abrió la maletera y mientras lo sostenía la miraba guardar su prenda de vestir.

Vuelve otra vez «Brian Jones»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora