Capítulo 5

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Brian intentó dormir, pero las palabras que Holly le había dicho; o mas bien, le habían hecho recordar que tenía una de las responsabilidades mas grandes que se pueden tener: ser padre. Lo impedió.

No le chocó el hecho de enfrentar su realidad, mas bien, le chocó tener que saber que solo tiene dos hijos al que puede ir a ver y saber sus nombres; de los cinco que tuvo. La imagen de una joven Pat Andrews se le vino a la mente, ella era una jovencita de catorce años cuando lo conoció; en una cita a ciegas, sin querer se llegó a dar una relación muy bonita, pero que terminó un poco mal: con Mark Andrews, el hijo de ambos. Ninguno de los hijos de Brian llevaban su apellido, pues él no quiso reconocerlos, solo llegaba a pagar la pensión, o al menos eso hizo con Pat. Sin embargo, los padres de Brian creían que ella solo quería su dinero, así como también lo creían de las otras mujeres que habían tenido un hijo con Brian.
El rubio se sentó rápidamente en su cama y entre sabanas, intentó no llorar. Él no quiso eso, no quería problemas, no quería tener que lidiar con un peso sobre él. Observó en su velador y ahi estaba tan fresca como siempre; tan blanca como la nieve; la cocaína, y al aspirarla solo se dejó llevar por ella.

El día tomó protagonismo una vez mas, ya estaban en el segundo día de junio y muchas cosas inesperadas sucedieron. Desde que Holly entró en la vida de Brian, su vida había dado un gran giro; solo que él no se daba cuenta, aún.

—Él es una buena persona —la pelinegra miraba de un lado a otro y luego de una pausa volvió a hablar—. Ahora no lo se... recuerda que es un músico no creo que me deje ir con él —mintió mientras sostenía el cable del teléfono—. La verdad es que... —el cuerpo de Holly giró en dirección a la puerta, hizo silencio y el timbre volvió a sonar—. Te llamo luego —colgó.

Ella se acercó a la puerta y a traves del pequeño orificio colocado en la parte superior observó al rubio leer una revista mientras esperaba a que ella le abriera la puerta.
Brian dejó la revista, alzó su mano y la dirigió hacia el timbre y luego fijó su mirada en el pequeño orificio en el cual se veía una macha negra. Desde el otro lado de la puerta Holly al ver sus ojos verdes hacer contacto con los de ella hizo que se alejara torpemente, chocando con el sofá que tenía, el rubio al escuchar el golpe, se acercó al orificio, pero era inutil, la vista solo era perfecta desde el interior. Pegó sus mejillas a la puerta y sonrió.

—¡Ya se que estas ahí Holly! —se alejó de inmediato.

Ella, quien acomodaba su vestido, abrió la puerta y solo lo miró seriamente.

—Buenos días —continuó diciendo él, quien dio dos pasos, observó todo el departamento y cogió la cartera de la pelinegra que estaba en una pequeña mesa al lado de la puerta, tomó su mano haciendo que ella lo mire extrañado, y al salir cerró la puerta.

—¿Qué rayos te sucede? —preguntó ella al soltarse.

—Te demoraste quince minutos —dijo mientras bajaba las escaleras—. ¿Me crees tu niñero para esperarte todo el tiempo?

—No sabía que ibas a venir.

—Se supone que deberías de saber eso, tienes que acabar tu maldita entrevista.

—Al parecer alguien amaneció de mal humor.

Él se detuvo en el último escalón.

—Me pregunto ¿quién me habrá puesto así desde ayer? —giró a verla, se veía mas alta ante los ojos de él, pues estaba un escalón tras del rubio. La mirada de Holly reflejaron cierto temor al ver los ojos verdes desafiantes de Jones, que al juzgar por sus ojeras, no había tenido una buena noche—. No debí meterte en esto, debí de solucionar mis problemas solo, pero sabía que no lo lograría. Por eso agradezco y a la vez maldigo de que hayas aparecido en mi maldita casa —fue sincero—. Necesitaba a alguien que me haga entrar en razón ¿sabes? —bajó el último escalón.

Vuelve otra vez «Brian Jones»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora