Capítulo 14

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Habían pasado cerca de veinticuatro horas y marcaba el día número trece del mes de junio, y por las ocho horas en la cual la pelinegra había pasado por un dulce sueño había olvidado el mal momento que pasó junto a Jones, pero al despertar supo que volvió a la horrible y cruda realidad.
El timbre sonó asustándola y sacándola de sus pensamientos, se colocó sus pantuflas con una bata cubriéndose, y al no escuchar otra vez el timbre sonar, con mucho cuidado abrió la puerta y al visualizar un pequeño adorno floral, quitó el cerrojo de cadenas y se agachó a recoger el pequeño presente. "¿Será de él?", pensó.

Al cabo del medio día, la joven latinoamericana caminó por las calles de Sussex observando las tiendas de ropa, los diseños europeos habían captado su atención desde hace meses, la manera anticuada que ella vestía ya no era tan popular en las tierras inglesas, e insegura se observó en uno de los espejos de una de las tiendas, y solo decidió hacer un cambio. No para causarle una impresión a Jones, mas bien, era para ella misma.
Mientras observaba un afiche en donde se mostraba como Brigitte Bardot posaba una falda de estampados cuadrados, mas una blusa que destacaba lo delgada que era, Holly trataba de escoger algo que le marque igual su no tan delicada ni extremadamente delgada figura. Quería dejar las faldas largas hasta la altura de la rodilla (e incluso mas largo que ello) y los camisones típicos de los años 50s, cansada, la joven de veintidós años asomó la cabeza al ver a Twiggy en un afiche posar unos vestidos cortos coloridos y pantalones acampanados, y junto a una sonrisa plasmada en su rostro, decidió probarse media colección de la marca que auspiciaba la rubia modelo.

Aquel viernes se había convertido en un día paradisíaco para la joven, pero a la vez Jones rondaba por sus pensamientos. Haciendo ruido con sus tacos número cinco de color crema entró a su apartamento con siete grandes bolsas de la tienda a la cual había dejado sin la mitad de sus prendas. Volvió a llamar a la casa de Brian, mientras observaba el pequeño arreglo floral, pero colgó de inmediato. Fue él, el que intentó agredirla, fue él, el que se comportó de manera inadecuada. ¿Para qué llamarlo?, al carajo si las rosas rojas eran de él. O bueno, eso ella pensó.

Así que decidió volver a salir, pero no antes sin arreglar el cinturón crema que combinaba con su vestido de manga cero, mostaza con estampados de círculos anaranjados, que le llegaba hasta la altura de sus muslos. Se observó en el espejo y atrayendo su cabello para sus pechos tomó su antiguo bolso y salió.
En el camino, la pelinegra recordó cuando lo conoció. A ella lo que le llamó la atención aquel día no fue la inmensa casa, ni el gran coche que poseía, ni sus decorados o muebles, fue él. No de manera amorosa, solo que lucía ni tan bueno ni tan malo. Brian un día podía lucir con sus cabellos dorados bien cortados y bien peinados, sin ojeras, y con un aparente buen comportamiento, y otro día ese mismo hombre de cabellos de ángel, podía lucir de una manera demacrada, con las ojeras pronunciadas, con el cabello hecho un desastre y un terrible comportamiento. Cuando lo vio, él estaba en su límite, entre el "buen Brian" y el "malo". Y mientras caminaba de nuevo por las calles de Sussex, Holly recordó que Brian dejó al "malo", mientras ella estaba acompañándolo, después de aquel episodio con Mick Taylor en el estudio. Se detuvo un momento en frente de la tienda de vinilos, y recordó el comentario que él le dijo sobre los cuatro muchachos de Liverpool, sin querer lo extrañaba.

Al entrar a la tienda, recordó como él le había declarado que su inspiración fue un tal Muddy Waters, y a pesar de la gran  cantidad de personas ubicadas en el primer piso, se acercó a uno de los empleados y preguntó por el artista.

—Tenemos una edición de grandes éxitos —dijo un joven de cabellos rojizos y ojos verdosos mientras sacaba el disco de vinilo de un estante— ¿le parece bien?

—Si, esta bien, no hay problema —respondió ella. 

Ambos se dirigieron a la caja para que la compra pueda ser realizada con éxito, Holly observaba a las jóvenes mas bien mirar a la escalera que conducía al segundo piso, en vez de mostrar algún interés en los discos, ello le condujo a realizar una pregunta.

—¿Ocurre algo en el segundo piso?

—Andy Warhol esta exhibiendo algunas obras —dijo mientras le entregaba la bolsa con su producto—, hay artistas invitados como Nico, Twiggy, Lou Reed, Brian Jones...

Los ojos de ella brillaron.

—¿Señorita? —preguntó el joven mientras la traía de nuevo a la realidad—. Son diez libras.

Holly al abrir su bolso para sacar la billetera, se encontró con un pequeño carnet el cual resaltaba su labor como periodista, dándole privilegio de poder ser participe de diversas reuniones exclusivas del ambiente del espectáculo, claramente con tal de cumplir su labor periodística.

—Aquí tiene —añadió mientras entregaba las libras—, disculpe, ¿sabe si la prensa puede entrar?

—Sí, he visto a varios fotógrafos, camarógrafos y periodistas con sus cámaras y micrófonos subir —respondió al guardar el dinero.

—Gracias, muy amable.

Holly sostuvo su disco con firmeza y se acercó a los dos hombres de terno gris quienes la observaron como si fuera una diminuta hormiga.

—¿Invitación? —dijo uno de ellos.

—Periodista —dijo un poco nerviosa, mientras sacaba el carnet de su cartera.

El hombre observó el documento y dejó pasar a una tímida Holly Lee, que solo quería; a pesar de lo ocurrido en el día anterior, ver al rubio de ojos verdes una vez más. No, no era masoquismo, ella sabía que él había cometido un error, por lo devastado y casi destruido que se encontraba, pero no entendía como de un día para otro él podía mostrarse tan tranquilo, como para asistir a un evento social, aquello fue claramente lo que la incitó a subir, o bueno, según nuestra protagonista, eso es lo cree.

El segundo piso de la aclamada y gran tienda de vinilos, estaba rodeado de asombrosas piezas de arte abstracta del americano que las estaba presentando. Con cuidado de no chocar con nadie, Holly guardó su carnet y sujetó con sus dos manos el disco que acababa de comprar. Caminó detrás de las cámaras e incluso permaneció alejada de artistas, pero al tratar de ubicar al rubio, si chocó miradas con varias estrellas, entre ellas Jim Morrison quien le sonrió, pero ella, al hacer una mueca de disgusto solo hizo que este volteara sin ganas a volver a ver a su novia Pamela. La pelinegra siguió su camino hasta chocar con un camarógrafo de espaldas, ella al pedirle disculpas se dio cuenta que el joven camarógrafo apenas estaba preparando su cámara para poder entrevistar al rubio que se encontraba de espaldas brindando alguna que otra declaración.

Los ojos marrones de ella se quedaron mirando su traje negro; era bajito, pero atractivo. Apretó el disco contra su vientre y tragó saliva, intentó acercarse, pero se detuvo. Así que solo retrocedió, pero al hacerlo su zapato quedó atrapado entre los cables del camarógrafo y el micrófono del reportero.

—Señorita déjeme ayudarle —dijo preocupado el reportero.

Holly estaba demasiado nerviosa, Brian estaba a solo dos metros de ella, solo que de espaldas.

—Es usted muy amable —dijo en voz baja, estaba temblando. Si el zapato no hubiera tenido un broche, ella se lo hubiera sacado y hubiera corrido, pero este no era el caso.

El zapato de color crema estaba a punto de salir, y junto a aquel suceso ella escuchó salir de los labios de Jones un cálido "gracias", temblaba de nerviosismo. Al ver que finalmente su pie atrapado salió, le agradeció una vez más al reportero y en eso un joven al costado de ella llama al rubio haciendo que este volteara.

—Brian Jones ¿cómo te sientes luego de tu separación con la banda? —preguntó un señor quien sostenía un micrófono.

Brian no le hizo caso a lo que aquel señor le había preguntado, porque su mirada se desvió hacia la joven de vestido mostaza, quien sostenía un disco de vinilo envuelto en una bolsa de papel y lo miraba de la manera más pura posible.


Fin del capítulo 14.

Vuelve otra vez «Brian Jones»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora