Capítulo 22

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Brian condujo el auto hasta la entrada de su domicilio, bajó del vehículo y se dirigió a abrir la reja que le impedía entrar. Luego, el rubio procedió a entrar a su propiedad estacionándose cerca a la puerta principal de su casa. Salió y volvió a cerrar la reja principal, mientras que Holly con los ojos aún llorosos, intentó calmarse y tratar de que todo se termine rápido.

Al ver que el rubio se dirigía hacia el vehículo en donde ella aún permanecía, Holly trató de hacerse la fuerte.

—Sal del auto —dijo cuando abrió la puerta del vehículo. Holly sintió el frió en sus piernas y al verlo sosteniendo la puerta giró de inmediato, solo quería irse—. ¡Qué salgas del maldito auto! —gritó y a la vez golpeó el vehículo con su mano, acto que la asustó.

Brian abrió la maletera de su auto y con el abrigo de Holly entre sus brazos, se dirigió a abrir la puerta de su casa.

El lugar estaba a oscuras, con temor, la pelinegra quien lo había seguido cerró la puerta y observó al músico que miraba a través de su puerta de cristal sus verdes jardines. Ella se dispuso a tomar asiento, y él giró, avanzó y se sentó frente a ella. Lo único que los separaba era una mesa de centro, y lo único que los iluminaba era el brillo de las estrellas y la luz de la luna que atravesaba la puerta cristalina.

—¿Qué sucedió? —preguntó calmado.

—Lo que te dije —respondió, lo miraba fijamente.

—Yo no lloraría por una estupidez —fue sincero, su mirada y actitud le daba un cierto miedo a la joven y eso lo había notado—. Siento haberte asustado y gritado —su voz resonó en toda la sala—. Pero lo que pienso en realidad respecto a tu actitud no podía decírtelo mientras manejaba, ni mucho menos en el estacionamiento de la casa de Keith —hizo una breve pausa, estaba nervioso, juntó sus manos y volvió a mirar al frente, donde ella se encontraba—. ¿Fueron celos?

Holly lo veía, pero la imagen del rubio con la otra mujer se le vino a la mente, agachó la mirada e intentó no llorar, dejó su cartera de lado y volvió a verlo.

—Estoy enamorada de ti.

El rostro de él que mostraba un poco de enojo cambió a uno que mostraba asombro y confusión.

—¿Qué? —ahora él intentaba controlarse.

—Que fueron celos porque siento algo por ti —fue directa—. Y no es reciente...

Ella quería seguir hablando pero Brian se levantó de su asiento rápidamente y pasaba sus manos por su rostro tratando de ordenar sus ideas y asimilar lo que Holly, su Holly estaba declarando.

—¡¿Por qué me mentiste?! —gritó.

—¡¿Acaso alguien como tú iba a fijarse en mi?! —preguntó— ¡Me podrías usar y luego tirar como si fuera una prostituta! —se puso de pie— Los músicos suelen divertirse con cualquiera ¿y luego qué? Dejan a una embarazada, a otra la dejan abandonada ¡¿O me equivoco Brian?!

—Solía pensar así —intentó no llorar—, las cosas cambiaron cuando entraste aquí por primera vez —el rostro de la joven cambió—. Aún estaba en una relación cuando empezaba a dudar sobre que mierda sentía aquí dentro —señaló su pecho—, pero no lo sabía hasta que dormí en tu casa. ¿En serio creías que solo quería echarme a tu lado en esa cama con esa simple excusa de que me habías quitado el sueño? —fue sarcástico— Algo dentro de mi me decía que tenía que estar contigo esa noche y no, ¡no hablaba de tener sexo! ¡Solo te quería a mi lado! Quería tu compañía —Brian avanzó hacia donde ella estaba—. Resulta que esa noche me di cuenta que estaba enamorado de ti —la observó fijamente a los ojos—. ¡¿Acaso crees que el beso que te di fue un beso de amigos?! —él sentía furia, sentía rencor de haber pasado tanto tiempo con ella pensando en que no era correspondido— ¡Pero tuve que comportarme como un idiota, enviándote una carta diciendo que no! ¡Que no sentía nada! ¿Por qué? —rodó los ojos— ¡Por que tú me rechazaste primero! —la observó.

Vuelve otra vez «Brian Jones»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora