Capítulo 19

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Los dos caminaron con mucha precaución, no querían ser vistos ni mucho menos ser emboscados por la prensa o fans que dificultarían aquella salida y a su vez incomodaría aquella relación de amistad.

—En serio me agrada las calles de esta parte de la ciudad —comentó mientras caminaba entre los pasajes que los edificios creaban—, sigue tranquilo como en el sesenta y tres.

—¿Venías aquí solo para poder charlar con Peter? —hizo referencia al anciano dueño del restaurante al que asistieron hace semanas.

—Salía con amigos —respondió—, cuando todo era tranquilidad.

Al llegar al lugar, Brian; cubriéndose con unos lentes negros, entró al lugar y no atrajo la atención de nadie a su al rededor, pues la hora punta empezaba a las siete y media. Su viejo amigo lo reconoció y emocionado lo saludó. El rubio le dio indicaciones para que su compañera, quien esperaba al otro lado de la calle, pudiera entrar.

Al entrar y dirigirse a las escaleras, él ya la esperaba en el escalón le tendió la mano y la acompañó hacia la misma mesa la cual habían compartido semanas atrás.
Él observó como ella se quitaba el abrigo y lo colocaba en la silla que se ubicaba a su lado, miró sus manos y como sostenían su cartera. Ella alzó la mirada y él desvió la suya en el momento perfecto.

—Disculpa, ¿sabes donde se ubican los servicios higiénicos? —preguntó.

—Ahí —señaló una puerta de madera ubicada a pocos metros tras ella.

Al entrar, se lavó las manos y se volvió a arreglar un poco, ya saliendo encontró la mesa vacía, pero escuchó a sus espaldas como la puerta del costado se abría, él también se encontraba en los servicios higiénicos. Sintió la respiración del rubio en su cuello desnudo, cerró los ojos tratando de controlarse y luego siguió su camino.

—Hace años que no salgo con un amigo cercano —dijo él al sentarse—, uno verdadero.

—¿No lo hacías con tus compañeros de banda? —preguntó ella.

—¿Acaso los viste conmigo en mis momentos mas difíciles? —rió falsamente—, ahí te das cuenta quien te apoyó en verdad.

—Me alegra tenerte aquí —dijo mientras escribía lo que quería pedir de cenar—, vamos pide lo que quieras —continuó diciendo mientras le entregaba un pequeño cartón más un lapicero.

—¿Extrañas mucho la vida que tenías antes? —preguntó mientras escribía su orden.

—Solo extraño a mi madre, mi hermana y la libertad que tenía al caminar por las calles —fue serio mientras recibía las notas de la cena y lo dejaba en una pequeña fuente—, he pensado bien y algunas cosas que hice en mi pasado no fueron buenas —intentó verla, pero la vergüenza lo consumía. Le estaba aceptando sus errores.

—Me alegra que pienses así. Cuando te vi por primera vez, no pensaba que eras un caso perdido por completo, solo que te faltaba algo —su mirada era fija hacia él—, te sentí vacío.

—Tu llenaste eso —la miró por una milésima de segundo y al instante observó a otro lado, no quería delatarse, no tan rápido.

Hubo un silencio incómodo, uno de los meseros de confianza del buen amigo de Brian, subió y recogió las ordenes, cuando bajó, Holly rompió el silencio.

—Asumes que yo te di... —intentó decirlo, pero le costó hacerlo. La palabra de cuatro letras, que empieza con "a" y termina en "r", "amor", puede ser fácil pensarlo, pero no decirlo frente al hombre al que en verdad quieres.

—¿Amor? ¿En eso piensas? No te equivocas —mencionó seriamente mientras iba arreglando sus cubiertos—. Hay varias clases de amor —intentó sonreír—. El nuestro —el cuerpo de Holly sintió una extraña sensación—, es un amor de amistad —pero aquella sensación se desvaneció—, tu misma lo aclaraste cuando lloraste tras de mi aquella noche en tu casa. Esa señal era amor Holly —sus ojos verdosos se clavaron en ella.

Vuelve otra vez «Brian Jones»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora