Capítulo 15

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—¿Señor Jones? —volvió a preguntar el periodista, pero al ver como el músico observaba a la nerviosa mujer, decidió callar ya que, entre los dos camarógrafos y periodistas (entre ellos, el que ayudó a Holly con el tema de su problemático zapato) se dieron cuenta de como ambos jóvenes a pesar de no decir ni una sola palabra, la mirada que mostraban el uno hacia el otro decía mucho más que una simple acción.

Holly de inmediato salió del lugar lo más rápido que pudo, entre algunos roces y golpes casuales logró bajar las escaleras en forma de caracol rápidamente. Pidió permiso a los dos guardias del primer piso y trató de actuar natural, pues nadie en el primer piso le prestó atención. Estaba por ir a la puerta con la respiración agitada, cuando los gritos; incluso gemidos, de las jovencitas empezaron a estallar dando a entender de que el rubio intentó bajar.

—¡Brian Jones! —gritó una menor.

El rubio, que apenas se encontraba en el cuarto escalón, fingió una sonrisa hacia todas sus admiradoras y al ver que la muchacha por la cual suspiraba en secreto se había ido, solo le quedó tratar de huir por la puerta de emergencias para poder alcanzarla.

Un poco decepcionado, y avergonzado (por los hechos del día anterior), se acercó a Andy Warhol y con una excusa ya inventada, intentó despedirse.

—Andy —dijo el rubio.

—Brian, ¿te estas divirtiendo? —preguntó mientras posaba la uña del dedo anular sobre sus dientes.

—Si, todo esta muy interesante, en serio te felicito. Pero acaba de suceder algo —intentó desviar la conversación—, y tengo que retirarme ¿podrías decirme dónde se guardaron los abrigos?

—Oh —Warhol sonrió bajando la mano— ¿seguro que es eso Brian?

—¿Disculpa? —intentó verse confundido.

—Si quieres ir tras la jovencita atractiva de vestido mostaza que se acaba de ir, pues déjame decirte que no tengo idea de quien rayos es—hizo una pausa—, ¿o acaso vino por ti? —intentó no reír.

—No tengo nada que ver con... ¿de quién estas hablando Andy?—intentó mostrarse sorprendido.

—El brillo en tus ojos lo dice todo —sonrió y alzó la mano mientras chasqueaba los dedos, y en eso un hombre vestido de terno rojo con corbata crema se acercó—, el señor quiere su casaca y sombrero—dijo al dirigirse hacia el empleado, luego volteó hacia Jones, antes de que se fuera—. No la cagues ¿quieres? Y soluciona tu problema —le guiñó el ojo al rubio mientras lo veía irse.

Brian al colocarse el saco y el sombrero blanco y bajó por la escalera de incendios (usado no solo por él, sino por otros artistas que por obvias razones no deseaban cruzarse con la estampida de fanáticas del primer piso). Al lograr salir, extendió el cuello del saco para que cubra lo que se dejaba ver de su cabellera y emprendió paso hacia la cabina telefónica más cercana, gracias al cielo, libre de fanáticas.

—¿Aló? ¿Tom?

—¿Brian?—preguntó desde el otro lado de la línea.

—Quiero que mandes un auto a la casa de Holly en veinte minutos.

—Carajo, ¿qué hizo ahora? —estaba asustado.

—Fue a buscarme en la exposición, estoy seguro de ello —sus ojos brillaron al decirlo.

—Ay Dios, los jóvenes de ahora —suspiró y pausó brevemente—, el señor Thorogood desea si ya va a completar la paga —sonó serio.

—Si, si —respondió sin ganas mientras se rascaba la mejilla—. De pasada le dices que mañana no va a trabajar, ninguno. Mañana quiero la casa vacía. ¿Entendiste? Ahora me tengo que ir de inmediato, y no olvides el puto auto Tom.

Vuelve otra vez «Brian Jones»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora