• seis

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auto-exigencia

"Estás bajando tu rendimiento, querida."

Agh, cállate.

«Rebajarme a las expectativas no me convertía en una estúpida», pensé.

Y fue ahí, mientras la profesora Gondollence enarcaba la ceja por encima de sus gafas redondas y viejas, cuando me di cuenta de lo falso que era todo lo que me rodeaba.

En cuanto mencionó esas cinco palabras, ni siquiera me digné a mirar su pelo rubio y rizado como el de Sandy Olsson en Grease.

Pero admiraba a Sandy, la chica buena y estudiosa que se terminaba convirtiendo en lo que nadie esperaba.

Una rebelde con tacones de aguja, pantalones de brillante cuero negro y un cigarro en combustión entre sus uñas rojas. En combustión, sobre todo.

Me cansé de tener listones altos y caídas dolorosas. De presenciar los jodidos rostros de aquellos que se decepcionaban de mí, diciéndome que no era suficiente. Para ellos nunca era suficiente. Y para mi mente de niña manipulable, tampoco.

Ya ni siquiera contaba con encontrarme a un Danny Zuko de pelo engominado que se guardaba un peine en el bolsillo de su chupa por si su flequillo de tirabuzón no le quedaba perfecto.

Todo era demasiado surrealista e improbable hasta para la mente de dichosa estudiante encerrada entre los comentarios de los demás, como los de la profesora Gondollence.

Abril ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora