• treinta y seis

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histérica

Si te digo la verdad

no sé de que me habla

se hizo la buena un tiempo

y luego fue pa' mala.

Conoció miles de rostros,

pero no recordó ningún nombre

se vio sola, abandonada,

en un campo de rosas negras.

Besó

sin sentir

ni un solo cosquilleo

en sus labios secos,

rezó sin creer,

nunca había creído.

Ella era la doctrina de aquellos

a los que miraba mal en el pasillo,

de los que se burlaban

de su pelo enredado

y de sus zapatos sucios,

y le decían histérica.

Era una loca, una demente.

Una radical, una delincuente.

La llamaron así mil veces

sin remordimiento o pena de muerte.

Guardó todos los motes

y se hizo esclava

de su propia realidad,

la que hilaba cada mañana

con esas mismas palabras

cual presa de su propio entierro,

y nunca terminaba.

Abril ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora