la niña que quiere ser luz
Tan sola,
sentada a los once años
en la oscuridad,
moviendo las manos al ritmo
de la última nota de esa canción
que ponen siempre en la radio.
Quiero salir cuando me creo fuerte
y pienso qué bonito sería
no compararme con las hojas
que caen al otro lado de la calle,
qué bonito sería cruzar el arroyo
sin miedo a caerme.
Tan sola, rozando las cuerdas
que atan las muñecas
con puras estrellas de plástico.
Golpeándose la cabeza con la pared,
una y otra vez,
una y otra vez.
Ahora es más ligera y más vacía,
porque se ha sacudido un poco de
suspiro y otro poco de destiempo
de los tejanos.
Se pregunta si es posible oír
el eco de sus propias palabras
y el llanto de su propia integridad,
que se mantiene a once años luz
de su mente
y a dos abrazos de su alma.
Tan sola,
tocando con los pies el alféizar,
ansiando abrir la ventana.
Porque es una chica de polvo,
tan pesado,
tan inminente,
tan calado en las entrañas
de alguien con una historia
demasiado larga para ser contada,
para ser soplada como ella misma.
Y piensa,
qué bonito sería ser una chica
de polvo,
pero de polvo
de constelaciones,
de estrellas,
de secretos,
de sonrisas,
de luz.
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Abril ©
Poesía⚘ Entre la infancia de césped resquebrajado y la adolescencia de palabras sin sentido, germinó la imperfecta flor que quería llegar a ser, floreciendo en su cautiverio al lado del huracán que la hizo crecer. Cualquiera lo suficientemente sabio...