• veinte

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la niña que quiere ser luz

Tan sola,

sentada a los once años

en la oscuridad,

moviendo las manos al ritmo

de la última nota de esa canción

que ponen siempre en la radio.

Quiero salir cuando me creo fuerte

y pienso qué bonito sería

no compararme con las hojas

que caen al otro lado de la calle,

qué bonito sería cruzar el arroyo

sin miedo a caerme.

Tan sola, rozando las cuerdas

que atan las muñecas

con puras estrellas de plástico.

Golpeándose la cabeza con la pared,

una y otra vez,

una y otra vez.

Ahora es más ligera y más vacía,

porque se ha sacudido un poco de

suspiro y otro poco de destiempo

de los tejanos.

Se pregunta si es posible oír

el eco de sus propias palabras

y el llanto de su propia integridad,

que se mantiene a once años luz

de su mente

y a dos abrazos de su alma.

Tan sola,

tocando con los pies el alféizar,

ansiando abrir la ventana.

Porque es una chica de polvo,

tan pesado,

tan inminente,

tan calado en las entrañas

de alguien con una historia

demasiado larga para ser contada,

para ser soplada como ella misma.

Y piensa,

qué bonito sería ser una chica

de polvo,

pero de polvo

de constelaciones,

de estrellas,

de secretos,

de sonrisas,

de luz.

Abril ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora