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Hora de tácticas y de cosechas, Annie, al contrario de Cynthia, tiene todo resuelto, ¿o no? Veremos que pasa :D



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Después de mi desquite de "locura", Finnick avisa a un avox que recoge el estropicio. Lo observo un minuto, parece joven, solo de catorce años, me apena un poco. Luego recuerdo que es un esclavo del Capitolio al que no debo prestar atención, así que sacudo la cabeza y me limito a acudir al salón.

Allí se encuentra Roy hablando con la anciana Mags, desde los Sexagésimo Séptimos Juegos del hambre la he visto presentarse voluntaria para adiestrar a nuestros chicos. No estoy segura de por qué, pero nunca me cayó mal así que, ¿qué importa?

– Roy me ha dicho que habéis decidido aliaros como un equipo contra los demás. – Nos informa ella, así que era de eso de lo que hablaban. Noto que Finnick me mira arqueando las cejas, ¿qué pasa?

– ¿Y? Los profesionales siempre hacen eso. – Respondo. – Aparte, no creo que los dos lleguemos al final así que... – Me encojo de hombros y dejo la frase sin terminar, sentándome en un canapé de los que hay ante el televisor, sin pedir permiso. Mi mentor se ríe por lo bajo y yo le sonrío. Mis juegos, mis normas.

– ¿Crees que no puedo ganar los Juegos?–Me desafía Roy. Me río.

– Creo que llegado el momento adecuado te apetecerá tan poco como a mí verme al final. Así que podríamos ver cómo romper la alianza profesional, antes de tiempo, y después separarnos. – Respondo. No sé qué hago tejiendo planes, antes siquiera de ver las cosechas, pero al ver la expresión de mi compañero me queda claro que no ha sido algo malo.

– No sería mala estrategia. – Interviene Finnick. – Sin embargo, os recomiendo que antes de decidir cómo ganar veáis vuestros contrincantes. No se puede subestimar a nadie en los juegos. –Nos guiña un ojo, con una sonrisa maliciosa, y enciende el televisor para mostrarnos las demás cosechas, mientras cenamos. Hablando de tributos no subestimables...

El distrito uno tiene una voluntaria de dieciocho. Rubia, ojos azules, casi todos son así allí. Se llama Silber y es bastante alta y atlética. Él, en cambio, es cosechado pero no por ello parece amedrentado, al contrario, sonríe como si fuera ya ganador. Su nombre es Geld.

– Quince años... – Interviene Roy, estudiándolo. – Debe ser bastante hábil para que nadie lo quiera remplazar.

Delineo al chico un instante y asiento. A pesar de su edad es un profesional, todos en ese distrito lo son. Decido que no debería fiarme de él.

En el distrito dos, los dos son profesionales y voluntarios: Circe y Cassius, cuya sonrisa me recuerda demasiado a la de la vencedora de los juegos de mi hermana. Sin sentimientos de ningún tipo.

– Temibles–Susurro al instante, algo nerviosa. – No sé si me gusta tenerlos de aliados. No parecen fiables.

– Nadie lo es en los Juegos del hambre.–Nos recuerda Mags con una sonrisa astuta. – Todos abogan por sí mismos. Recuérdenlo a la hora de abordarlos.

– ¡Hecho!–Exclamo y sonrío, más confiada. Al parecer la anciana tampoco ganó por casualidad. Parece inteligente.

Los del tres son niños, literalmente, él tiene doce años y ella trece. Sacudo la cabeza, haciendo lo posible por ignorar sus lágrimas. Si hay algo que me enseñaron en la academia es a no empatizar con débiles y ellos lo son.

Pasamos a nuestro distrito y puedo ver mi entrada con excelentes ojos. Los comentaristas hablan de valor, desafío, seguridad, y más características que según ellos demuestro. Claudis hasta comenta algo sobre lo familiar que es el apellido Cresta y yo acaricio el colgante de mi cuello, con el dije de rayo, sonriendo maliciosamente. Desde que este creció lo suficiente para que el colgante de mi hermana no me pesara, ni cayera, lo he lucido con orgullo, como un amuleto. Poco a poco.

Roy tampoco parece digno de subestimar y sé que no lo es. Los del cinco afrontan su elección con cabeza, no lloran, tampoco sonríen, solo se resignan. Mismo para los del seis.

La chica del siete, sin embargo, parece tener brazos fuertes, quizás es leñadora. Muchos allí lo son. También se mantiene firme al ser nombrada. Podría ser tanto una buena aliada como una enemiga terrible.

–¿Los profesionales podemos aliarnos con tributos que no lo sean?–Pregunto, enseguida. – Esta chica me gusta.

– Evidentemente. – Nos responde Finnick, sonriente. – El problema suele ser convencerlos. – Asiento. Sheet, ese es su nombre, una hoja, cosa insignificante al contrario que ella. El chico, en cambio, es casi un esqueleto andante. Si sobrevive al baño de sangre será un milagro.

Llorosos también son los del ocho. Desde lo que hizo Nolan el Capitolio ha tenido cuidado en no mandar rebeldes de ese distrito a la arena. Al igual que con el nuestro. Traen problemas.

Sin embargo, esa regla no parece querer aplicarse con el chico del nueve cuya expresión altiva y rostro desfigurado por latigazos, me hace pensar en uno. Es un total contraste al lado de su temblorosa compañera. No retengo sus nombres, simplemente desconecto mientras pasan el diez, once y doce, igual los veré en el desfile, entrenamientos, y entrevistas, así que no importa.

– Interesante. – Juzga Finnick, con una pequeña sonrisa, y apaga el televisor. – Habrá que aliarse con el uno y el dos en cuanto podáis. Podrían mataros sino lo hacéis. – Nos explica. – Tener cuidado con el del nueve y matar cuanto antes a la del siete, si no se os une. Parece peligrosa. Los demás semejan transcendentales pero, ¿quién sabe? – Se encoge de hombros y se levanta con elegancia.

– ¡Cierto! ¡Vamos a tener unos lindos Juegos! – Interviene Jeannie gritando, ¿por qué todos los Capitolinos gritan tanto? Nunca lo entendí. – Llegaremos al Capitolio a la noche pero hasta el alba no seréis despertados así que tranquilos que seguro habréis dormido para entonces. Allí os esperan un montón de cámaras así que no os olvidéis de sonreír, ¡como yo!

Nos brinda una sonrisa brillante y Roy se ríe, asintiendo. Me gustaría hacerlo también pero no puedo olvidar su reacción porque seamos amigos. Lindos Juegos, sí señora.

El color de la locuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora