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Siento la tardanza pero este mes estuve bastante ocupada con un obrador de mosaico que me llenaba las tardes. Os dejo el siguiente Capítulo. Ya estamos en arena :D

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"No es la única sorpresa que deberás afrontar para ganar."

Esas fueron las últimas palabras de mi estilista, algo que flota en mi mente desde que el tubo asciende. No sé a qué se refiere pero, por el tono en que lo dijo, no parece ser cualquier cosa.

Parece ser algo de lo que no se le permitiría hablar.

Así que sí lo hizo fue por ayudarme.

Ayudarme...

Por un momento regreso a la sala de los vigilantes, aquel hombre rubio, el cual dijo que lo sorprendiera. Su atención y lo que me dijo Finnick sobre ello, ¿podría ser una señal?

Solo hay un modo de averiguarlo.

Seguir las pistas que me den en la arena.

Y la primera es una tormenta.

Lo noto al instante de detenerse mi ascenso, el ambiente húmedo, los nubarrones grises, gran parte de los tributos ya se han aprovisionado de sus capuchas, yo incluida, mientras los segundos empiezan a correr.

Sesenta, estamos en un valle, las plataformas se hallan dispuestas en círculo rodeando un pequeño pero largo río. Creo que podría cruzarlo fácilmente a nado, de hecho, debería, ya que las armas de la Cornucopia se hallan flotando en una especie de islote.

Cincuenta y nueve, Roy está a mi lado, obviamente, y mantiene la vista fija en la Cornucopia. Me pregunto cuánto de profundo será el río y si causará algún problema a mis aliados.

Cincuenta y ocho, no debería fijarme en mi alrededor, pero no puedo evitarlo, quiero encontrar todas las pistas de los vigilantes. Soy una de las más cercanas al río y frente mía se atisba la explanada del valle seguida del inicio de una campiña de hermosas flores rojas. Claveles.

Cincuenta y siete, me cuesta despegar mi mirada de ellas, dejar de pensar en mi hermana cayendo en rojo, o, en la ironía de que pronto esta zona estará llena de ese color, que tanto me define.

Cincuenta y seis, cincuenta y cinco. Las nubes se acumulan y debo centrarme, Roy busca a nuestros aliados con la mirada, los del dos se hallan del otro lado del río, que nos separa de los niños del tres, poco después están Geld y Silber. Bien, los profesionales ubicados, solo falta Sheet.

Mi aliada del siete es difícil de localizar, a medida que retroceden los segundos. No la encuentro hasta que, nerviosa por la acumulación de nubes y viento, me obligo a centrarme en la Cornucopia. Localizo una maza y un cinturón de cuchillos entre las armas, también hay mazos, el estilete de Circe y la alabarda de Cassius, además de hachas, a las cuales Sheet mira esperanzada. Tras ella las paredes del valle se abren, formando la entrada de una cueva.

Tres zonas, puede que cuatro ya que ignoro lo que hay tras mía y ahora no es momento de comprobarlo, el tiempo corre. Me pongo en posición justo cuando las primeras gotas comienzan a caer, aumentando el agua a medida que el contador desciende. Cuando llegamos a cuatro puedo asegurar que la lluvia es casi torrencial y todo el ambiente aspira a tormenta.

Pero, ni el viento, ni el agua aumentan a partir de ahí, sino que simplemente caen a la misma velocidad, mientras siguen fluyendo los segundos. Silber bufa, la lluvia no parece gustarle, Sheet, en cambio, lo disfruta, mientras que Roy y yo estamos demasiado habituados a ese clima para inmutarnos. Cassius, sin embargo, luce tan decepcionado como rabioso porque tanto la lluvia como el viento afectarán nuestros sentidos, impidiéndole matar tanto como le gustaría.

Por mi parte, el asunto me es diferente. Los consejos de Dale todavía retumban en mi mente y por ello, cuando retinta el gong, soy una de las primeras en correr.

Me lleva unos pasos llegar al río y menos saltar. Llego la primera al islote seguida por Roy, Sheet, y así de seguido. Por fortuna, el río no es, ni demasiado profundo, ni peligroso, es como si algo a lo lejos lo retuviera.


– ¡Bien! – Dice Roy, enseguida, instándonos a escucharlo, mientras nos armamos. – Ya que este año lo tendremos más difícil que otros nos tocará ser astutos. Annie y yo nos encargaremos de vigilar las armas. –Ni un segundo de juegos ha pasado y ya nos estamos marcando como equipo. – Circe, consigue la mayor parte de víveres posibles, no podemos perdernos nada. – La chica del dos asiente, obediente. – Sheet, tú y Silber podríais conseguirme lo necesario para hacer buenas trampas para atrapar y así cazar a los que sobrevivan. – Las chicas lo miran, sorprendidas, sobre todo la segunda, ya que no le hace gracia compartir pareja con una tributo de distrito inferior, pero no parecen dispuestas a protestar. – Cassius, Geld, no tengo mucha tarea para vosotros así que concentraros en matar. – Nada más oírle el primero sonríe – No me importa quién ni cómo, pero pensad bien en quién nos podría causar problemas y quién no. Los vigilantes querrán acción, nosotros ganar, y para ello cuantas menos amenazas tengamos encima mejor.

Son las últimas palabras que le oigo a mi compañero de distrito hasta que toca movernos. Algunos tributos, los más sensatos, se alejan lo más posible de nosotros. Estoy siguiendo el camino de la chica del cinco cuando lo veo.

Un rayo.

Y, al instante, me toco el colgante, firme. Un rayo, varios segundos, un trueno y una espera larga hasta que comprendo.

Se trata de otra señal, mi turno de actuar, crear rayos de luz.

Mi técnica y la de mi hermana.

Tres cuchillos, tres objetivos, una imagen. Las notas vuelven a mi mente, una sucesión numérica, cuatro, cinco, y una sorpresa.

Los tributos del cinco caen al instante de ser alcanzados. Si a Roy le sorprende no lo hace notar, igual está demasiado ocupado en alcanzar al del diez, que no ha vacilado en lanzarse al agua, como si se tratase de un pez. El que sí remarca mi maniobra es Geld por algo obvio, mi tercer objetivo es el de nueve.

– ¡Se supone que es mío!–Protesta al ver el rebelde trastabillar, debido a que lo he alcanzado en su pierna dominante, eso por insultarme.

– ¡Y lo será! –Cercioro, sonriente, los ojos de Lucas me enfocan llenos de sorpresa. – ¡Es solo que no suelo perdonar las ofensas! –Río, divertida, disfrutando de la expresión aterrada del chico al ver el del uno alzar su mazo plateado, provisto de una cadena terminada en una bola de pinchos, corriendo hacia él, enloquecido. Por el camino mata al niño del distrito tres.

Mi compañero de distrito, por su parte, comienza a tener problemas, el del diez es más hábil de lo esperado. Es obvio que su siete no era más que un ardid. Estoy por ayudarle cuando este niega con la cabeza, levantando la mirada al horizonte, unos instantes. seguidamente sonríe. Cassius está cerca de nosotros desgarrando a la chica del distrito doce de una forma grotesca. Y parece querer hacer lo mismo con su compañero de distrito.

– Cassius, deja lo que estás haciendo y ayúdame con esta anguila, ¿quieres? ¡Creo que se merece un buen espectáculo!–Su contrincante abre grande los ojos, mirándole simple y llanamente aterrado. Estoy sobrecogida, ¿en serio acaba de decir lo que creo? Debe ser una broma.

Cassius también parece sorprendido, pero no vacila en sonreír de forma sádica y correr por algo obvio. Un chico valiente, como lo parece el del diez, da más acción que los, casi siempre, muertos de hambre del doce. Estoy por reñir a mi compañero de distrito, cuando Cassius llega hasta nosotros y advierto lo que pretende, jugar.

Al parecer estos juegos van a ser todo menos aburridos, yo no soy la única que será diferente, Roy también. Se cerciora de dejarle el camino libre al sádico del dos hasta que su contrincante, aterrado, le suplica piedad, entonces le frena, acercándose.

– Sólo te la daré si sueltas el arma. Este no es tu territorio, diez. –Susurra con un tono potencialmente autoritario. El efecto es inmediato, el chico suelta su cuchillo con un golpe seco y mi compañero no tarda en atravesar su corazón.

El baño de sangre comienza de una forma más que espectacular.

El color de la locuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora