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Me acabo de fijar en que nos acercamos a final de mes y no actualicé nada así que ahí va. Espero que os guste :D

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Confiada en ganar.

Es así como me siento cuando Dale me enfila mi atuendo para la entrevista, un vestido largo y vaporoso azul y blanco cuyas ondulaciones sobre mis piernas me recuerdan a las olas del mar de mi distrito. Es hermoso, en definitiva, muy largo pero hermoso, si en desfile fui una sirena, una criatura marina cautivadora, ahora parezco una creación surgida del mismo mar, una ilusión...

Y, francamente, no sé qué es mejor.

O no lo sabía hasta que mi estilista aporta el toque final, mi colgante en forma de rayo que al rozar el vestido lo ilumina en un color que conozco muy bien.

– ¡Rojo!–Digo, emocionada, es apenas un segundo, un destello, pero es suficiente.–¡Rojo brillante!

Un destello que vuelve mi vestido tan rojo como la lava en la que sucumbió mi hermana.

– Exactamente, Annie. –Me confía Dale, con una sonrisa maliciosa. Estoy sobrecogida, ¿por qué hizo eso? ¿Cómo me conoce tan bien? – Cuando tu mentor me dijo que esperabas vengar a tu hermana en la arena pensé que el mejor modo de transmitirlo al Capitolio era hacerles recordarla de algún modo. –Asiento, comprendiendo, aquello no debería de extrañarme, todos los estilistas visten a sus tributos según sus enfoques. – Y esto fue lo único que se me ocurrió. –Se encoge de hombros y me revisa el maquillaje y otros detalles.

– ¡Pues me encanta! ¡Estás haciendo una salida a lo grande conmigo!–Exclamo. Dale ríe.

– No, solo mi trabajo. –Explica, guardando el colgante en un bolsillo de mi vestido. – Sacalo solo en el momento adecuado, ¿sí? Tú sabrás cual es. –Me guiña un ojo y me deja partir en una nube de confianza más que impresionante. Al verme Roy suelta un silbido.

– ¿Qué debo ofrecer para tener un estilista tan bueno como el tuyo? –Bromea, haciéndome reír. Él tampoco está tan mal, su traje azul marino y regio lo hace parecer fuerte e imponente. – ¿Hoy también vas a cantar?– Niego con la cabeza.

– Para nada, me niego a desperdiciar los tres minutos de la entrevista así. – Le guiño un ojo y él ríe. – De hecho, tengo otro truco, pero desvelártelo ahora estropearía la sorpresa así que deberás esperar. – Una sonrisa maliciosa discreta es lo último entre nosotros antes de que nos toque sentarnos y fingir ser dos tributos más, aunque sea por una noche.


Tres minutos, eso es lo que duran las entrevistas, tres minutos que los tributos deben aprovechar para dar todo de sí. Silber se muestra entusiasta, halagadora y muy seductora, tanto que enseguida comprendo porque me odia, su estrategia se basa en cautivar al público como la más hermosa pero mi canto le arrebató su oportunidad. Cuando Caesar le pregunta por su voluntariado ella responde lo que ya sé, quiere gloria, fama y popularidad. Un poco superficial pero bueno, ¿quién soy yo para juzgar las motivaciones de mis contrincantes?

Geld, en cambio, me sorprende, se muestra decidido y fuerte pero no hay ningún indicio de la locura que le noto cuando ve al del nueve. Esa que imagino que le hizo ganar un diez. O al menos no hasta que habla de su familia.

Su padre le golpeaba, le enseñaba disciplina hasta que él se la devolvió.

Es lo que dice, dejándome más que aterrada, ¿cómo puede decir eso? ¿Hablar de dañar a su progenitor como si fuese algo bueno? No es natural.

El color de la locuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora