Y otro mes con un nuevo Capítulo, espero que os guste. Se acerca el momento cumbre :D
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La mejor forma de ganar. Jugar a tu favor con todos los elementos posibles de la arena. Mi idea funciona mejor de lo que esperaba. Al inicio, las criaturas no prestan atención a las rocas, sin embargo, cuando una de ellas rebota en la pared bajo la que duerme la chica del ocho, las cosas cambian. Golpea el cuerpo de un dormido roedor que, nada más despertar, se lanza hacia ella, ayudada por sus amigos, y se desata el caos.
Sofoco una carcajada, intentando no delatarme. Sheet y yo estamos ocultas en uno de los pequeños salientes de las cuevas, estudiando los movimientos de los animales, espero que desvíe la mirada cuando estos apresan la pierna de la chica del ocho, pero no lo hace. Es como si el estar con nosotros la habituara a ver sangre y no sé si temerlo o agradecerlo, en todo caso me ayuda, así que, ¿qué importa?
Tampoco los gritos la hacen sentirse culpable, menos el miedo de él, que maneja un cuchillo en su contra en busca de ayudarla. Sus golpes son bastante buenos pero inútiles ya que aquello provoca que lo ataquen también, un golpe, dos, tres, el chico va retrocediendo hacia mi posición de una forma casi calculada. Cuando veo que está más que seguro de vencer decido manifestarme.
—Una linda sorpresa, ¿verdad? —Inquiero haciendo que el chico me mire más que incrédulo. —Tranquilo, seré rápida. —Y de un movimiento rápido lo desarmo y tumbo sobre la roca, haciendo sonar el cañón con un cuchillazo en el corazón.
Su cadáver atrae a los animales de una forma tan rápida como inesperada, cuando la tierra vuelve a temblar, abriendo una grieta que nos separa de nuestros enemigos. Caigo sobre los brazos de Sheet, algo sobrecogida, pensando en que cada vez quedamos menos. Circe mató al chico del seis, yo al del ocho, y su compañera de distrito sucumbe entre gritos que suenan cada vez más agudos. Me estoy comenzando a arrepentir de usar esos mutos pero ya es demasiado tarde para retroceder.
Ya es demasiado tarde para echarse atrás, no cuando, aparte de nuestros aliados, no restan más que cuatro tributos, los del once y las chicas del diez y nueve. Hay que comenzar a pensar no solo en cuales eliminar, sino también un modo de aprovechar alguno para deshacernos de nuestros aliados más peligrosos y huir.
Sin embargo, lo que ignoramos, es que Roy y yo no somos los únicos con la idea de provocar una ruptura inesperada...
Una ruptura inesperada.
Es lo que ocurre cuando un grito nos despierta, durante el turno de guardia de Sheet. Elevo la mirada, molesta, descubriendo que los charlajos han venido a atormentarnos de nuevo. No sé quién estará gritando, menos por qué a ellos le interesa reproducirlo pero el efecto es inmediato, Sheet susurra algo similar a "Ricina" y se levanta, alerta, viendo el animal y poco le falta para correr hacia la zona roja, cuando Roy la frena.
—¿Se puede saber qué te pasa? ¿Conoces la dueña de ese grito? —Dice. Ella niega con la cabeza, más que aterrada. —Porque si sí ya nos estás llevando hacia ella. —Sheet suspira y asiente.
—Fue una chica con la que simpaticé en el ascensor —desvela —. Pero adelante, no puedo salvarla si quiero vivir, de todos modos.
La rapidez con la que acepta es más que sospechosa, así que, decidimos que, por una vez, no sea Roy quién la acompañe sino yo, Silber, Circe y Geld. Cassius está muy cansado de todos modos, no puede hacer guardia como mi amigo. Y todavía quedan demasiados tributos para que nuestros aliados sospechen de nosotros.
Sin embargo, llegado el momento, la chica del siete no hace nada extraño, nos guía a través del campo, donde yace la chica del nueve, presa de una alucinación. Me fijo en que está rodeada de unas mariposas negras, que huyen nada más aparecer nosotros.
—¿Sheet? —Dice, sorprendida, volviendo en sí, pero ella se limita a sonreír diciendo:
—Lo siento, pero yo siempre sigo la corriente que más me favorece así que te toca morir.
Yo siempre sigo la corriente que más me favorece.
Debo admitir que esa frase era más una pista sobre su forma de actuar que otra cosa, lo cual debería de hacerme sospechar. Pero el ataque del chico del distrito once lo malogra todo.
Porque es automática, casi imprevisible, la forma en que él aparece y dispara sus dardos, distrayéndonos lo suficiente para que la del nueve sorprenda a Silber por la espalda. Las chicas ruedan sobre el campo de claveles mientras los demás profesionales nos dedicamos a desviar los dardos que él lanza, a la par que retrocede.
Sheet nos vuelve a sorprender dedicándose a ayudar y proteger a Circe, mientras que yo comienzo a cansarme de bloquear y saco un cuchillo, para lanzarlo en cuanto tengo ocasión. Alcanzo al chico en el hombro, haciéndolo soltar su cerbatana, cuando se escucha un cañón. Quedamos entonces diez tributos vivos en la arena, cuando todo se desata.
El grito encolerizado de Geld y la expresión aterrorizada de la del nueve...
Porque no es ella, quién murió, sino Silber, fue alcanzada por la rama negra y espinosa que sostenía la chica, muriendo al instante, producto, no tanto del golpe, sino del veneno de la planta. El chico se levanta, escapando mientras mi aliado se lanza hacia la del nueve en un estado total de locura, golpeándola cada vez más fuerte y crudo, marcando así su destino.
Una muerte lenta y cruda que ansío todo menos mirar.
Así que, sin pensar, me lanzo a la persecución del chico del once, sin advertir que con ello estoy haciendo un error todavía peor que el de limitarme a ayudar a Roy durante toda la competición.
Pero entonces, no me doy cuenta, estoy demasiado ocupada siguiendo a ese tributo. No lo hago, hasta que ocurren no uno sino dos cañonazos y un temblor que me obliga a frenarme mientras el chico logra esquivar el arpón de Roy y ocultarse en una de las cuevas.
—¡Maldito pez león! —Bufa mi compañero de distrito, pero yo estoy demasiado confusa para reír ¿Por qué los vigilantes hicieron eso? ¿Quienes murieron? ¿Circe?, ¿Sheet?
No.
Lo hicieron la del nueve y Geld, es lo que nos desvelan las chicas del dos y siete al regresar. Que el chico estaba tan encolerizado y obsesionado con dañarla que ni se paró a pensar en su arma envenenada que se le clavó, dándole muerte poco después de que la matara.
Y, teniendo en cuenta que solo vive uno en esta arena, ni siquiera se me ocurre preguntar porque no lo salvaron, menos dudar de su relato.
Debí hacerlo.
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El color de la locura
FanfictionRojo, así es el color de la venganza. Rojo brillante, lo único que me domina desde la muerte de mi hermana Denalie. Pero, ¿quién me diría que ese color me llevaría a la locura? Nadie, ¿verdad? Ni siquiera yo misma. Me llamo Annie Cresta y soy la ven...