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Y otro fin de mes con un nuevo capítulo :D! Espero que os guste.

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Mi única debilidad.

Es la certitud que me traspasa como una daga en la entrevista de mi amigo, la de que él es la única persona que no dudaré en ayudar y defender siempre que pueda.

Porque él lo hace conmigo también.

El problema es que ya no estamos en nuestro distrito, estamos en los juegos del hambre y aquí solo hay una forma de ganar.

Agacho la cabeza, avergonzada, y me pongo a jugar con el colgante de mi hermana girándolo entre mis dedos, suplicando una ayuda en mi cabeza, algo que no me obligue a enfrentarlo al final, nuestro plan.

Pero, ¿realmente seré capaz de realizarlo? ¿Abandonarlo esperando que muera? No lo sé.

Las demás entrevistas fluyen como un vendaval. Intento seguir los consejos de mis mentores, y atenderlas. Los del cinco demuestran una astucia impresionante, tanta que me pregunto si sus notas no son un ardid. La del seis tampoco parece digna de subestimar, se contiene bien y demuestra ser una excelente bromista con Caesar, me haría reír de no ser porque estamos enfrentadas a muerte.

Enfrentadas a muerte.

Es lo que me hace desconectar de la entrevista de su compañero y, si pudiera, también la de Sheet, el saber que todos estos chicos son algo más que números, al igual que yo, al igual que Roy. Estoy comenzado a entender el punto de vista de mi compañero de distrito.

Y aun así sigo teniendo muchos motivos para vivir. Mi familia, mis demás compañeros de academia, Finnick...

Finnick.

No sé por qué él vuelve a hacer parte de la ecuación de mi vida, quizás porque desde que sé parte de la suya lo siento cercano a mí y si gano seré una vencedora igual que él.

Así que me aferro a mi deseo y me mentalizo de que es mejor seguir adelante que retroceder. Sheet no tarda mucho en subir demostrando una amabilidad y simpatía sin igual.

– No me esperaba esto de ella. – Le susurro a mi amigo. – Se supone que está entre nosotros, que debe mostrarse fuerte y letal, ¿por qué no lo hace?– Roy se encoge de hombros.

– Puede que su mentor le haya dicho de actuar así para que no la consideremos una amenaza. – Responde. – En todo caso no creo que importe mucho, por más hábil que sea con su hacha sigue sin haber recibido ningún entrenamiento profesional, no creo que cause problemas.

– Eso espero, no me gustaría tener que matarla a traición, me cae bien.

Me cae bien.

Es el problema que tengo con Sheet, su faceta tan altruista como fuerte, quiere vivir, está encantada de estar con nosotros y por ello quiere ayudarnos lo más posible.

Roy asiente, a él también le simpatiza, pero es obvio que si quiere ganar no puede ayudarle. A estas alturas decido que el consejo de atender a las entrevistas solo servirá para ponerme mala, así que le pregunto a Roy si todavía guarda el informe de las notas para pensar en otra cosa. Algo imprevisto, una estrategia para llamar la atención de mi amigo entre los vigilantes.

Una estrategia que no me viene a la cabeza hasta que veo los números y pienso en algo que no había pensado antes.

En gran parte de los juegos que vi los débiles son los primeros en caer, los que antes matamos, ya que estando ya condenados suelen ser los más sencillos. Si no lo hacemos nosotros lo harán los vigilantes por no darles espectáculo y ellos sí que son crueles.

Pero dado que varios profesionales también lo son no es que haga mucha diferencia. En cambio los demás...

Pueden suponer un problema si viven, un peligro.

Y si quiero ganar cuantos más peligros me quite de encima, mejor.

Así que con una sonrisa marco una cruz al lado de los tributos que no me parecen fiables y por ello deberé eliminar del tablero de algún modo, una sucesión numérica.

La sucesión numérica que me permitirá ganar.

Y así soporto mejor las entrevistas, jugando con las notas en busca de algo intrigante pero fácil de seguir. No lo dejo hasta que Roy me da un codazo para atender a la entrevista del chico del nueve, el rebelde.

– Bueno Lucas, debo de admitir que nos sorprendiste a todos con en ese nueve, ¿crees poder ganar?–Ruedo los ojos observando su sonrisa arrogante, ese chico es un desastre, definitivamente, Nolan al menos sabía cómo ganarse al público, pero él es obvio que le da igual todo.

– ¿Quién sabe? En mi distrito siempre he sido de los más hábiles en el campo, además de fuerte. Podría llegar lejos. –Me echo a reír, bueno, más vale tarde que nunca. Su enfoque pasa de la fortaleza a una arrogancia plagada de sarcasmo y mordacidad, entretiene bastante al Capitolio. Roy hace una mueca al observarlo, seguidamente suspira.

– ¿En qué piensas? –Pregunto directamente, ¿ahora qué pasa?

– En que la idea de que Geld lo mate me parece tan mala o peor, que que lo hagan los vigilantes.

– ¿Y? –Interrogo, directamente. –Todos deben morir para que ganes, cuanto antes te hagas a la idea, mejor. Y francamente, después de lo idiota que demostró ser, creo que hasta lo merece. Si no quería una muerte cruel que aceptara mi oferta. Ahora está perdido. –Mi mirada oscila rápidamente a los chicos que esperan la muerte para nuestra supervivencia. –En realidad todos lo están desde el momento en que son elegidos. –Dictamino, seria. – Los juegos del hambre, no son un chiste, Roy, lo sabes, o matas o te matan. Así que en vez de pensar en quién se lo merece o no, ¿por qué no me ayudas a crear una buena sorpresa? Te entretendrá. –Mi compañero arquea una ceja, pero asiente, y entre los dos nos ponemos a analizar tributos, notas, y variantes para así crear una buena estrategia para triunfar, mientras siguen entrevistando tributos hasta llegar al doce y nos toca partir.


– ¡Buena entrevista, Annie!– Me felicita Finnick al llegar a nuestro piso. –Pero, ¿tenías que presumir de mi escasa habilidad para encandilarte ante todo el Capitolio? –Suelto una carcajada, muy alegre.

– Échale la culpa a Caesar, fue él quién me preguntó sobre ti. –Respondo, acomodándome en el sillón para ver las repeticiones. –Tranquilo, Finnick, todo saldrá bien.

Todo saldrá bien.

Otra vez mi mantra fluye por mi cabeza, de camino a la arena. Despedirme de Finnick, el día anterior, se me hizo amargo. Es ahora que advierto que la semana adiestrando nos hizo cómplices, casi amigos. Si muero podría verse muy afectado.

Pero no pienso morir de ningún modo así que mejor no pensar en ello.

Dale me recibe con mucho entusiasmo, algo que me relaja y anima. Por fortuna, mi colgante pasó todas las pruebas y podré llevarlo. No sé qué haría de no tenerlo.

En cuanto al traje de la arena, se trata de un atuendo perfecto para correr sobre cualquier tipo de terreno, aprovisionado de un impermeable. Dale frunce el ceño al verlo.

– Qué extraño–Comenta. – Esta ropa está hecha para aguantar tanto la lluvia como el viento. Me temo que el baño de sangre os será duro ésta vez. – Arqueo una ceja, un baño de sangre duro, esto sí que es nuevo.

– ¿Entonces podríamos comenzar en plena tormenta? – Le pregunto, entonces, y él asiente. – Bueno, no es la última vez que las vi en mi distrito ¡Sabré sobrellevarlo! – Le guiño un ojo, valiente, y Dale ríe, encantado, para luego susurrarme, antes de que me toque subir al tubo.

– Bien, porque creo que esta no es la única sorpresa que deberás afrontar para ganar.

El color de la locuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora